Que trata de la gran necesidad que tenemos de suplicar al Padre eterno nos conceda lo que pedimos en estas palabras: "Et ne nos inducas in tentationem, sed libera nos a malo", y declara algunas tentaciones. -Es de notar (1).
1. Grandes cosas tenemos aquí, hermanas, que pensar y que entender, pues lo pedimos. Ahora mirad que tengo por muy cierto los que llegan a la perfección que no piden al Señor los libre de los trabajos ni de las tentaciones ni persecuciones y peleas. Que éste es otro efecto muy cierto y grande de ser espíritu del Señor, y no ilusión, la contemplación y mercedes que Su Majestad les diere; porque, como poco ha dije (2), antes los desean y los piden y los aman. Son como los soldados, que están más contentos cuando hay más guerra, porque esperan salir con más ganancia. Si no la hay, sirven con su sueldo, mas ven que no pueden medrar mucho.
2. Creed, hermanas, que los soldados de Cristo, que son los que tienen contemplación y tratan de oración, no ven la hora que pelear; nunca temen mucho enemigos públicos; ya los conocen y saben que, con la fuerza que en ellos pone el Señor, no tienen fuerza, y que siempre quedan vencedores y con gran ganancia; nunca los vuelven el rostro. Los que temen, y es razón teman y siempre pidan los libre el Señor de ellos, son unos enemigos que hay traidores, unos demonios que se transfiguran en ángel de luz; (3) vienen disfrazados. Hasta que han hecho mucho daño en el alma, no se dejan conocer, sino que nos andan bebiendo la sangre y acabando las virtudes, y andamos en la misma tentación y no lo entendemos. De éstos pidamos, hijas, y supliquemos muchas veces en el Paternóster que nos libre el Señor y que no consienta andemos en tentación; que no nos traigan engañadas, que se descubra la ponzoña, que no os escondan la luz y la verdad. ¡Oh, con cuánta razón nos enseña nuestro buen Maestro a pedir esto y lo pide por nosotros! (4)
3. Mirad, hijas, que de muchas maneras dañan, no penséis que es sólo en hacernos entender que los gustos que pueden fingir en nosotros y regalos son de Dios, que éste me parece el menos daño, en parte, que ellos pueden hacer; antes podrá ser que con esto hagan caminar más aprisa, porque, cebados de aquel gusto, están más horas en la oración; y como ellos están ignorantes que es del demonio y como se ven indignos de aquellos regalos, no acabarán de dar gracias a Dios, quedarán más obligados a servirle, esforzarse han a disponerse para que les haga más mercedes el Señor, pensando son de su mano.
4. Procurad, hermanas, siempre humildad y ver que no sois dignas de estas mercedes, y no las procuréis. Haciendo esto, tengo para mí que muchas almas pierde el demonio por aquí, pensando hacer que se pierdan, y que saca el Señor del mal que él pretende hacer, nuestro bien. Porque mira Su Majestad nuestra intención, que es contentarle y servirle estándonos con El en la oración, y fiel es el Señor (5). Bien es andar con aviso no haga quiebra en la humildad o engendrar alguna vanagloria. Suplicando al Señor os libre en esto, no hayáis miedo, hijas, que os deje su Majestad regalar mucho de nadie, sino de Sí.
5. Adonde el demonio puede hacer gran daño sin entenderle, es haciéndonos creer que tenemos virtudes no las teniendo, que esto es pestilencia (6). Porque en los gustos y regalos parece sólo que recibimos y que quedamos más obligados a servir; acá parece que damos y servimos y que está el Señor obligado a pagar, y así poco a poco hace mucho daño. Que por una parte enflaquece la humildad, por otra descuidámonos de adquirir aquella virtud, que nos parece la tenemos ya ganada.
Pues ¿qué remedio, hermanas? El que a mí me parece mejor es lo que nos enseña nuestro Maestro: oración y suplicar al Padre Eterno que no permita que andemos en tentación (7).
[6]. También os quiero decir otro alguno: que, si nos parece el Señor ya nos la ha dado, entendamos que es bien recibido y que nos le puede tornar a quitar, como, a la verdad, acaece muchas veces y no sin gran providencia de Dios. ¿Nunca lo habéis visto por vosotras, hermanas? Pues yo sí: unas veces me parece que estoy muy desasida, y en hecho de verdad, venido a la prueba, lo estoy; otra vez me hallo tan asida y de cosas que por ventura el día de antes burlara yo de ello, que casi no me conozco. Otras veces me parece tengo mucho ánimo y que a cosa que fuese servir a Dios no volvería el rostro; y probado, es así que le tengo para algunas; otro día viene que no me hallo con él para matar una hormiga por Dios si en ello hallase contradicción. Así, unas veces me parece que de ninguna cosa que me murmurasen ni dijesen de mí no se me da nada; y probado, algunas veces es así, que antes me da contento; vienen días que sola una palabra me aflige y querría irme del mundo, porque me parece me cansa en todo. Y en esto no soy sola yo, que lo he mirado en muchas personas mejores que yo y sé que pasa así.
7. Pues esto es, ¿quién podrá decir de sí que tiene virtud ni que está rica, pues al mejor tiempo que haya menester la virtud se halla de ella pobre? -Que no, hermanas, sino pensemos siempre lo estamos, y no nos adeudemos sin tener de qué pagar; porque de otra parte ha de venir el tesoro, y no sabemos cuándo nos querrá dejar en la cárcel de nuestra miseria sin darnos nada; y si teniéndonos por buenas nos hacen merced y honra -que es el emprestar que digo-, quedaránse burlados ellos y nosotras. Verdad es que, sirviendo con humildad, en fin nos socorre el Señor en las necesidades; mas si no hay muy de veras esta virtud, a cada paso -como dicen- os dejará el Señor. Y es grandísima merced suya, que es para que la tengáis y entendáis con verdad que no tenemos nada que no lo recibimos.
8. Ahora, pues, notad otro aviso: hácenos entender el demonio que tenemos una virtud, digamos de paciencia, porque nos determinamos y hacemos muy continuos actos de pasar mucho por Dios; y parécenos en hecho de verdad que lo sufriríamos, y así estamos muy contentas, porque ayuda el demonio a que lo creamos. Yo os aviso no hagáis caso de estas virtudes, ni pensemos las conocemos sino de nombre, ni que nos las ha dado el Señor, hasta que veamos la prueba; porque acaecerá que a una palabra que os digan a vuestro disgusto, vaya la paciencia por el suelo. Cuando muchas veces sufriereis, alabad a Dios que os comienza a enseñar esta virtud, y esforzaos a padecer, que es señal que en eso quiere se la paguéis, pues os la da, y no la tengáis sino como en depósito, como ya queda dicho (8).
9. Trae otra tentación, que nos parecemos muy pobres de espíritu, y traemos costumbre de decirlo, que ni queremos nada ni se nos da nada de nada. No se ha ofrecido la ocasión de darnos algo -aunque pase de lo necesario- cuando va toda perdida la pobreza de espíritu. Mucho ayuda el traer costumbre de decirlo, a parecer que se tiene.
Mucho hace al caso andar siempre sobre aviso para entender esta tentación, así en las cosas que he dicho, como en otras muchas; porque cuando de veras da el Señor una sólida virtud de éstas, todas parece las trae tras sí; es muy conocida cosa. Mas tórnoos a avisar (9) que, aunque os parezca la tenéis, temáis que os engañáis. Porque el verdadero humilde siempre anda dudoso en virtudes propias, y muy ordinariamente le parecen más ciertas y de más valor las que ve en sus prójimos.
NOTAS CAPÍTULO 38
1 Et ne nos ynducas yn tentacionem, sed libera nos a malo, escribió la Santa.
2 Véase el c. 36, nn. 8-10.
3 Alusión a 2 Cr 11, 14.
4 Al margen escribió el censor de turno: "Esta es doctrina de San Agustín.
5 Alusión al texto paulino, 1 Cr 10, 13.
6 En lugar de los nn. 5, 6, 7, 8 y mitad del 9, la 1ª redacción decía: Que sin sentiros, pareciéndonos vamos seguros, damos con nosotros en un hoyo que no podemos salir de él, que, aunque no sea de conocido pecado mortal para llevarnos al infierno todas veces, es que nos jarreta las piernas para no andar este camino de que comencé a tratar -que no se me ha olvidado-. Ya veis cómo de andar uno, metido en una gran hoya: allí se le acaba la vida, y harto hará si no ahonda hacia abajo para ir al infierno; mas nunca medra. Ya que esto no es, ni aprovecha a sí ni a los otros, antes daña; porque, como se está el hoyo hecho, muchos que van por el camino pueden caer en él. Si sale y le tapa con tierra, no hace daño ni a sí ni a los otros. Mas yo os digo que es bien peligrosa esta tentación; yo sé mucho de esto por experiencia, y así os lo sabré decir, aunque no tan bien como quisiera:
Háceos el demonio entender que sois pobre (y tiene alguna razón, porque habéis prometido pobreza, -con la boda se entiende-), y, aun a otras personas que tienen oración. Digo "con la boca", porque es imposible que si con el corazón entendiésemos lo que prometimos y lo prometiésemos, que aquí nos pudiese traer 20 años y toda nuestra vida el demonio en esta tentación; sí, que veríamos que engañamos el mundo y a nosotros mismos.
Ahora bien, prometida la pobreza, o diciendo el que piensa que es pobre: "Yo no quiero nada". "Esto tengo porque no puedo pasar sin ello". En fin, he de vivir para servir a Dios". "El quiere que sustentemos estos cuerpos..."; mil diferencias de cosas que el demonio enseña aquí como ángel, (porque todo esto es bueno), y así hácele entender que ya es pobre y tiene esta virtud, que todo está hecho. -Ahora vengamos a la prueba; que esto no se conocerá de otra manera sino andándole siempre mirando a las manos; y si hay cuidado, muy presto da señal: tiene demasiada renta para lo que ha menester (entiéndese lo necesario, y no que si puede pasar con un mozo traiga tres); pónenle un pleito por algo de ello, o déjale de pagar el pobre labrador: tanto desasosiego le da y tanto pone en aquello, como si sin ello no pudiera vivir. -Dirá que "porque no se pierda por mal recaudo", que luego hay una disculpa. -No digo yo que lo deje; sino que lo procure si fuere bien; y si no, también. Porque el verdadero pobre tienen en tan poco estas cosas, que ya que por algunas causas las procura, jamás le inquieta, porque nunca piensa le ha de faltar. Y que le falte, no se le da mucho; tiénelo por cosa accesoria y no principal. Como tiene pensamientos más altos, a fuerza de brazos se ocupa de estotros.
Pues un religioso o religiosa (que ya está averiguado que lo es, al menos que lo ha de ser) no posee nada porque no lo tiene a las veces; mas si hay quién se lo dé, por maravilla le parece le sobra. Siempre gusta de tener algo guardado, y si puede tener un hábito de fino paño no le pide de ruin; alguna cosilla que pueda empeñar o vender, aunque sean libros, porque si viene una enfermedad, ha menester más regalo del ordinario.
¡Pecadora de mí! ¡Qué!, ¿eso es lo que prometísteis? -Descuidar de vos y dejar a Dios, venga lo que viniere; porque si andáis proveyéndoos para lo porvenir, más sin distraeros tuviérais renta cierta. Aunque esto se pueda hacer sin pecado, es bien que nos vamos entendiendo estas imperfecciones, para ver que nos falta mucho para tener esta virtud, y la pidamos a Dios y la procuremos; porque, con pensar que la tenemos, estamos descuidados y engañados, que es lo peor.
Así nos acaece en la humildad; que nos parece no queremos honra ni se nos da nada de nada. Viene la ocasión de tocaros en un punto; luego, en lo que sentís y hacéis, se entenderá que no sois humilde; porque, si algo os viene para más honra, no lo desecháis -ni aun los pobres que hemos dicho- para más provecho. Y ¡plega a Dios no lo procuren ellos! Y traen ya tan en la boca "que no quieren nada ni se les da nada de nada" como de hecho de verdad lo piensan así; que aun la costumbre de decirlo les hace más que lo que crean.
7 Alusión a Mc 14, 38 y 6, 28; y Mt 6, 13.
8 Lo ha dicho en los nn. 6-7-.
9 La Santa escribió elidiendo: tórnoos avisar.
|
|