Santa Teresa de Jesús

SANTA TERESA DE JESÚS

"Camino de perfección"

Capítulo 39

 

Biografía de Santa Teresa de Jesús en Wikipedia 

 

CAMINO DE PERFECCIÓN

Cap. 39

 
 
 
Capítulo 39

Prosigue la misma materia, y da avisos de tentaciones algunas de diferentes maneras, y pone los remedios para que se puedan librar de ellas (1).

 

1. Pues guardaos también, hijas, de unas humildades que pone el demonio con gran inquietud de la gravedad de nuestros pecados, que suele apretar aquí de muchas maneras, hasta apartarse de las comuniones y de tener oración particular (por) no lo merecer, les pone el demonio); y cuando llegan al Santísimo Sacramento, en si se aparejaron bien o no, se les va el tiempo que habían de recibir mercedes. Llega la cosa a término de hacer parecer a un alma que, por ser tal, la tiene Dios tan dejada, que casi pone duda en su misericordia. Todo le parece peligro lo que trata, y sin fruto lo que sirve, por bueno que sea. Dale una desconfianza que, se le caen los brazos para hacer ningún bien, porque le parece que lo que lo es en los otros, en ella es mal.

2. Mirad mucho, hijas, en este punto que os diré, porque algunas veces podrá ser humildad y virtud teneros por tan ruin, y otras grandísima tentación. Porque yo he pasado por ella, la conozco. La humildad no inquieta ni desasosiega ni alborota el alma, por grande que sea; sino viene con paz y regalo y sosiego. Aunque uno, de verse ruin, entienda claramente merece estar en el infierno, y se aflige y le parece con justicia todos le habían de aborrecer , y que no osa casi pedir misericordia, si es buena humildad, esta pena viene con una suavidad en sí y contento, que no querríamos vernos sin ella. No alborota ni aprieta el alma, antes la dilata y hace hábil para servir más a Dios. Estotra pena todo lo turba, todo lo alborota, toda el alma revuelve, es muy penosa. Creo pretende el demonio que pensemos tenemos humildad, y si pudiese, a vueltas, que desconfiásemos de Dios.

3. Cuando así os hallarais, atajad el pensamiento de vuestra miseria lo más que pudiereis, y ponedle en la misericordia de Dios y en lo que nos ama y padeció por nosotros. Y si es tentación, aun esto no podréis hacer, que no os dejará sosegar el pensamiento ni ponerle en cosa, sino para fatigaros más. Harto será si conocéis es tentación (2).

Así es en penitencias desconcertadas, para hacer entendernos que somos más penitentes que las otras y que hacéis algo. Si os andáis escondiendo del confesor o prelada, o si diciéndoos que lo dejéis no lo hacéis, es clara tentación. Procurad -aunque más pena os dé- obedecer, pues en esto está la mayor perfección.

4. Pone otra bien peligrosa, que es una seguridad de parecernos que en ninguna manera tornaríamos a las culpas pasadas y contentos del mundo; "que ya le tengo entendido y sé que se acaba todo y que más gusto me dan las cosas de Dios". Esta, si es a los principios, es muy malo, porque con esta seguridad no se les da nada de tornarse a poner en las ocasiones, y hácenos dar de ojos, y plega a Dios que no sea muy peor la recaída. Porque, como el demonio ve que es alma que le puede dañar y aprovechar a otras, hace todo su poder para que no se levante.

Así que, aunque más gustos y prendas de amor el Señor os dé, nunca tanto andéis seguras que dejéis de temer podéis tornar a caer, y guardaros de las ocasiones.

5. Procurad mucho tratar esas mercedes y regalos con quien os dé luz, sin tener cosa secreta. Y tened este cuidado: que en principio y fin de la oración, por subida contemplación que sea, siempre acabéis en propio conocimiento. Y si es de Dios, aunque no queráis ni tengáis este aviso, lo haréis aun más veces, porque trae consigo humildad y siempre deja con más luz para que entendamos lo poco que somos.

No me quiero detener más, porque muchos libros hallaréis de estos avisos. Lo que he dicho es porque he pasado por ello y vístome en trabajo algunas veces. Todo cuanto se puede decir no puede dar entera seguridad.

6. Pues, Padre Eterno, ¿qué hemos de hacer sino acudir a Vos y suplicaros no nos traigan estos contrarios nuestros en tentación? Cosas públicas vengan, que con vuestro favor mejor nos libraremos. Mas esas traiciones ¿quién las entenderá, Dios mío? Siempre hemos menester pediros remedio. Decidnos, Señor, alguna cosa para que nos entendamos y aseguremos. Ya sabéis que por este camino no van los muchos, y si han de ir con tantos miedos, irán muy menos.

7. Cosa extraña es ésta, ¡como si para los que no van por camino de oración no tentase el demonio!, y que se espanten más todos de uno que engaña de los que van más llegados a perfección, que de cien mil que ven en engaños y pecados públicos, que no hay que andar a mirar si es bueno o malo, porque de mil leguas se entiende es Satanás.

A la verdad, tienen razón, porque son tan poquísimos a los que engaña el demonio de los que rezaren el Paternóster como queda dicho, que como cosa nueva y no usada da admiración; que es cosa muy de los mortales pasar fácilmente por lo continuo que ven, y espantarse mucho de lo que es muy pocas veces o casi ninguna. Y los mismos demonios los hacen espantar, porque les está a ellos bien, que pierden muchos por uno que se llega a la perfección (3).

 

NOTAS CAPÍTULO 39

1 Uno de los censores anotó sobre el título: "El capítulo 40 es mucho de notar, así para los tentados de humildades falsas, como para los confesores". Los amanuenses incluyeron la observación en el texto, y dentro de él la conservó fray Luis de León (p. 235).

2 El lugar de los períodos que preceden, en la 1ª redacción se leía: Pues guardaos, hijas, de unas humildades que pone el demonio, con gran inquietud, de la gravedad de los pecados pasados: "si merezco llegarme al Sacramento", "si me dispuse bien", "que no soy para vivir entre buenos", cosas de éstas, que viniendo con sosiego y regalo y gusto, como el trae consigo el conocimiento propio, es de estimar; mas si viene con alboroto e inquietud y apretamiento de alma y no poder sosegar el pensamiento, creed que es tentación, y no os tengáis por humildes, que no viene de ahí.

3 La 1ª redacción concluía así el capítulo: Y digo que es tan de espantar, que no me maravillo se espanten; porque, si no es muy por su culpa, van tan más seguros que los que van por otro camino, como los que están en el cadalso mirando al toro o los que andan poniéndosele en los cuernos. Esta comparación he oído, y paréceme al pie de la letra.

No hayáis miedo, hermanas, de ir por estos caminos, que muchos hay en la oración, porque unos aprovechan en uno y otros en otro, como he dicho; camino seguro es; mas aina os libraréis de la tentación estando cerca del Señor, que no estando lejos. Suplicádselo y pedídselo, como lo hacéis tantas veces al día en el Paternóster.

 

Capítulo 39
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