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Francisco Sosa Escalante

"Amor y venganza"

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Biografía de Francisco Sosa Escalante en Wikipedia

 
 
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Música: Dvorak - Piano Trio No. 2 in G minor, Op. 26 (B.56) - 3: Scherzo: Presto
 
Amor y venganza
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II

Abismada en sus tristes pensamientos, no había observado Carmen que un hombre la contemplaba a corta distancia. En la mirada de aquel hombre se descubría un pesar oculto, una pasión contrariada.

Se disponía Carmen a dirigirse a su hogar, abatida como los lirios de la playa a influjo de los ardientes rayos del sol, después de dirigir los ojos con expresión doliente al mar sosegado que se extendía ante ella, cuando una mirada de fuego, que hasta entonces había esperado en vano encontrarse con la suya, la hizo permanecer inmóvil. Era la mirada de Juan Venturate, que, también inmóvil, la contemplaba con avaricia.

Aproximóse Venturate a la joven, y dando a sus palabras toda la terneza y dulzura de que era capaz, le habló así:

-Lloras, encantadora Carmen, porque tu amante no llega; y lloras mientras él se halla, acaso, jurando amor a otra, sin consagrarte un solo pensamiento. Mientras hay ¡ingrata! un hombre a quien no das una mirada sola, cuando muere por tu amor.

-Juan, no venga usted, por Dios, a aumentar mis dolores con sus calumnias, ni me hable más de su amor, pues muchas veces le he dicho ya que no vivo sino por Enrique.

-¿Y si él te olvida?

-¡Oh! si él me olvida, y no lo creo, viviré adorándolo y moriré bendiciendo su nombre, a pesar de ese olvido. Yo le amo porque esa es la única necesidad de mi alma. Yo no le quiero porque me jura amor, mi vida le pertenece aun cuando no me ame; yo se lo he jurado.

-¿Conque no me amarás nunca?

-¡Jamás, es imposible!

Carmen, levantándose, quiso huir de aquel sitio después de pronunciar con heroica resolución aquellas palabras. El semblante de Juan Venturate estaba verdaderamente espantoso. Sus ojos brillaban de una manera siniestra; sus miembros todos palpitaban, y en medio del vértigo de que era presa, tomó a Carmen de la mano, forzosamente, diciéndole con acento amenazador:

-Hace mucho tiempo que cifré mi felicidad en alcanzar tu amor, que no vivo sino por ti, que por ti me siento capaz de acometer la más grande, la más arriesgada de las empresas, y en todo ese tiempo no he recibido en recompensa sino tu fría indiferencia, tu cruel desdén. Has prodigado caricias ante mis propios ojos a un rival aborrecido a quien no ha traspasado el acero de mi puñal en esos momentos, por no verte manchada con su sangre: hoy me repites que jamás, que es imposible que me des tu amor. Pues bien, sabe que desde el instante en que te vi por vez primera, juré a mi corazón que serías mía, o de ninguno; sabe, Carmen, que mi alma, nacida para las grandes pasiones, te jura hoy que no serás de Enrique. Mi venganza será causa de vuestra ruina. Mi corazón no puede abrigar sino amor u odio. Tiembla, Carmen, bien haces en temblar...

Juan Venturate se alejó.

Carmen, abatida y llorosa, se dirigió a su hogar, en donde el barquero Félix la esperaba con ansiedad.

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