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Francisco Sosa Escalante

"Amor y venganza"

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Biografía de Francisco Sosa Escalante en Wikipedia

 
 
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Música: Dvorak - Piano Trio No. 2 in G minor, Op. 26 (B.56) - 3: Scherzo: Presto
 
Amor y venganza
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I

Era una hermosa mañana de primavera, allá por los años 1597.

En la ribera del tranquilo mar de la entonces villa de Campeche, estaba una bellísima joven sentada sobre un pequeño médano de arena, contemplando con fijeza el inmenso espejo del océano, cuyas olas llegaban a morir a sus pies. Su inquietud, su ademán, su mirada, todo parecía indicar que ella esperaba a alguna persona que debía llegar hendiendo las olas.

La tez morena de la joven, ligeramente bañada de carmín, sus rojos y diminutos labios, ojos negros y hermosos, y sobre todo, una expresión dulce y angelical, hacían de Carmen la criatura más bella y encantadora.

La tierna hija del barquero Félix era tenida por la más preciosa de las Sanromaneras. No había en la villa quien no la mirase sino con amor y con tristeza, pues nadie ignoraba que Carmen profesaba a Enrique, joven pescador, el amor más puro y ardiente. Y Enrique era, en verdad, digno de este amor. Todas las muchachas de la villa suspiraban de amor por él; todas tenían celos de Carmen por su amante; no había una que no la envidiara, pues Enrique, fiel a aquel cariño, jamás obsequiaba a otra que no fuese ella. Carmen iba todas las mañanas a esperarle en la ribera, y lo recibía prodigándole miradas de ternura y sonrisas fascinadoras. Él, cuando se aproximaba a la orilla, entonaba dulces y tiernas playeras, en que iba mezclado el nombre de su amada.

Carmen y Enrique eran, de ese modo, los amantes más dichosos.

La mañana en que comienza nuestra narración, el joven pescador se había dilatado en el mar más de lo que acostumbraba; y Carmen, llena de temor y sobresalto, lo esperaba, pensando unas veces que acaso le habría acontecido algo desagradable, y otras, que había ido en busca de un nuevo amor.

Triste por la tardanza de su amante, entonó con voz melodiosa, esta canción:

"Ven a la playa, barquero mío,
mi alma te espera llena de amor;
no, cruel, me hieras con tu desvío,
mira que sufre mi corazón.
Si tú no vuelves, con llanto triste
del mar las aguas aumentaré;
¿por qué la calma perder me hiciste?
Barquero mío, ven presto, ven."

El viento parecía repetir aquellas notas tristes, envueltas en los suspiros de la encantadora niña enamorada. Callaba ella, miraba el mar, y asegurándose de que no se divisaba la vela de la barca de su amante, repetía su canción. La tristeza de su alma, reflejada en sus grandes ojos negros, venía con su tinte melancólico a embellecer más y más el rostro seductor de la Sanromanera.

Al fin las blancas velas de las barcas pescadoras comenzaron a lucir en el horizonte azul que se extendía ante su vista, semejando nevados cisnes hendiendo sus alas sobre la inquieta superficie del mar.

En la mirada de Carmen brilló un rayo de esperanza. Pero ¡ay!, a medida que las barcas se acercaban se iba disipando aquella hermosa ilusión, pues entre aquellas barcas no veía una con la seña particular que le servía para distinguirla entre las demás.

De los ojos de Carmen brotaron dos preciosas lágrimas que hubieran sonrojado a las perlas que avaro esconde el mar...

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