Capítulo 7
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Confesiones |
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Capítulo 7 |
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Cómo se dejó llevar de la doctrina de los maniqueos |
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12. No sabía ni conocía yo que hubiese alguna otra cosa que verdaderamente existiese fuera de las corpóreas y sensibles, y así me parecía que obraba como hombre de entendimiento y de ingenio agudo conformándome con aquellos necios que me engañaban, preguntándome de dónde procedía lo malo, si tenía Dios forma corpórea, y si tenía también cabellos y uñas, si se habían de tener por justos los que tenían muchas mujeres a un tiempo, y los que quitaban la vida a otros hombres y sacrificaban animales. Como yo estaba ignorarte de la verdad acerca de estas cosas, me hallaba no poco embarazado y perturbado con tales preguntas, y por los mismos medios y con los mismos pasos con que me apartaba de la verdad me parecía que la iba alcanzando, por no haber llegado todavía a conocer que no es otra cosa el mal sino privación del bien, hasta llegar al mayor mal, que es la nada y privación de todo bien. Pero ¿cómo lo había yo de conocer, si mi conocimiento por los sentidos no pasaba de las cosas corpóreas, y con el interior conocimiento del alma no pasaba de los fantasmas o especies de mi fantasía? Tampoco había llegado a conocer que Dios es un puro espíritu y que no tiene partes extensas a lo largo ni a lo ancho, ni cantidad corpórea, material y de bulto, porque ésta necesariamente ha de ser menor en una parte sola que en el todo. Y aunque se supusiese que dicha cantidad era infinita, seria menor contraída a un cierto y determinado espacio, que extendida por un espacio infinito, y así no estaría toda ella en todas partes, como lo está el espíritu y como lo está Dios. Y además de esto, ignoraba totalmente qué es lo que hay en nosotros por donde seamos semejantes a Dios, y por lo que pueda decir la Escritura con verdad que fuimos formados a imagen y semejanza de Dios. 13. Ni había llegado a conocer aquello en que consiste la justicia interior y verdadera, que no arregla sus juicios por la costumbre, sino por la ley rectísima dada y establecida por un Dios todopoderoso, para que se formasen las costumbres de todas las regiones y edades con arreglo a ella, que sabe acomodarse a todas las edades y regiones, no obstante ser una misma en todas partes y tiempos, y no tener diversidad alguna en esta parte respecto de la otra, ni ser de diverso modo en este que en otro tiempo. Con arreglo a esta justicia fueron justos Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, David y todos los demás que han sido alabados por boca del mismo Dios, aunque los tenga por inicuos la multitud de los ignorantes, que juzgan de todo por principios humanos y miden las costumbres de todo el mundo por el nivel de las suyas y de su tiempo. Esta ignorancia es semejante a la de un hombre que no entendiendo palabra en materia de armaduras, ni sabiendo cuál de ellas corresponde a cada parte del cuerpo, quisiese cubrir la cabeza con las grebas, que es la armadura que corresponde a las piernas, y a éstas quisiese calzarles el morrión o celada, que es para la cabeza, y luego murmurase y se quejase de que ni lo uno ni lo otro se ajustaba ni le sentaba bien. O como si un mercader, en un día en que había ley para que se guardase fiesta desde el mediodía adelante, se diese por ofendido porque no se le permitía vender por la tarde, permitiéndosele vender por la mañana; o como si uno se admirara de ver que en una misma casa se le permitía a un criado inferior coger algunas cosas en la mano, que no se le permitía a otro más principal, v. gr., al copero, que está destinado a ministrar la bebida; o como si uno afeara que se ejecutase detrás de los pesebres lo que no se permitía hacer delante de la mesa; o se indignase porque siendo una la habitación y una la familia, no se daba a todos y en todas partes un mismo trato y una misma cosa. Así vienen a ser éstos que se irritan cuando oyen decir que en aquellos siglos les fue lícita a los justos alguna cosa que a los de nuestro tiempo les está prohibida, y porque a aquéllos mandó Dios una cosa y a éstos otra, según la diversidad de motivos que ocurrían en diversos tiempos; no obstante que los unos y los otros obraban arreglados a una misma rectitud y justicia. Por ellos mismos están continuamente experimentando que en el cuerpo de un mismo hombre corresponde y viene bien a una parte lo que a otra no le corresponde, que en un mismo día es lícito hacer esta o aquella cosa un poco antes, que de allí a una hora ya no es lícito hacerla, que en una misma casa se permite o se manda hacer alguna cosa en un lugar determinado, que justamente se prohíbe o se castiga que se ejecute en otro. ¿Por ventura se podrá decir por esto que la justicia es mudable y varia? Los tiempos, a quienes ella preside sin mudanza, son los que se varían y se mudan, porque no pueden venir todos juntos, sino sucesivamente unos tras otros, porque esto pide esencialmente el ser y naturaleza de los tiempos. Pero los hombres, cuya vida sobre la tierra es tan corta, como por una parte no pueden enlazar sensiblemente las causas y motivos que reglaron las costumbres de los primeros siglos, y las de las otras naciones que ellos no han tratado ni experimentado, con las que están experimentando y viviendo todos los días, y por otra parte pueden fácilmente ver en un mismo cuerpo, en un mismo día y en una misma casa qué es lo que corresponde a cada uno de los miembros, a cada uno de los instantes y a cada uno de los sitios y personas de una casa; de ahí es que acusan y reprenden aquella diversidad de costumbres, y se conforman con esta otra diversidad de acciones. 14. Todas estas cosas las ignoraba yo entonces, o no las consideraba, y aunque por todas partes se están viendo a los ojos, yo no las veía. Pues aun cuando hacía versos, sabía muy bien que no debía ni podía poner cualesquiera pies en cualquier parte del verso, sino en tal y tal especie de verso, tal y tal pie determinado y en una misma especie de verso no podía poner en todas partes un pie mismo; y el arte de poesía, que daba estas reglas diferentes, no era diverso de sí mismo en un paraje y en otro, sino un solo y único arte que a un mismo tiempo contenía todas estas reglas diferentes. Pero yo contemplaba que la justicia que había dado la regla a las acciones de los hombres justos y santos contenía mucho mejor y con mayor excelencia y sublimidad todos sus preceptos juntos y de una vez, aunque eran entre sí tan diferentes, sin variarse ella ni admitir mutación alguna, no obstante que en varios tiempos no lo mandaba todo junto, sino que distribuía y repartía en diversos tiempos lo que a cada uno era correspondiente y propio. Y yo, que estaba tan ciego que no veía estas cosas, me atrevía a reprender a aquellos antiguos y santos patriarcas, que no solamente usaban de las cosas que tenían presentes del modo que Dios les mandaba e inspiraba, sino que también anunciaban las cosas venideras según y como Dios se las revelaba. |
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