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Salvador Rueda

"El ciego de los romances"

Poema Nacional
Canto 7

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Música : Albeniz - Espana - No. 3 - Malagueña
 

El ciego de los romances

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CANTO 7

Poco lucido de zancas, 
mal estirado de piernas, 
en girones y en harapos 
la triste figura envuelta, 
la guitarra á las espaldas 
y el báculo en la derecha, 
valido de un lazarillo 
que le habilita la senda, 
el ciego de los romances 
se encamina a la plazuela.

*

Está la gente animosa 
pues está el pueblo de fiesta, 
que es la feria de la Virgen 
y se celebra la feria. 
Circundan los turroneros 
el pórtico de la iglesia, 
donde coro de chiquillos 
los gratos dulces contempla, 
y balcones y ventanas, 
inclusos los de la escuela, 
están de colchas colgados 
y de sábanas diversas.

No exactas, según indican 
el sol llenando la esfera 
y el reloj del boticario, 
podrán ser las once y media, 
cuando tras largos tropiezos 
en las puntas de las piedras 
y tras de dar con el palo 
cien mil veces en la tierra, 
llega á la plaza el mendigo, 
tan saturado de penas, 
¡ que descuelga la guitarra 
por no cavilar en ellas !

«¡ Dos cuartos vale el romance!» 
dice con voz plañidera, 
mientras la gorra se quita 
el muchacho con presteza, 
y á manera de platillo 
la pone sobre la tierra.

Luego de un zurrón lustroso 
con más puntos que una media, 
y muchos más desollones 
que en otoño la corteza, 
saca un vistoso estandarte 
que de un palo lo sujeta, 
y luego enarbola el palo 
como si fuese bandera.

*

Terminada ya la misa 
sale el pueblo de la iglesia, 
y al ciego y al lazarillo 
con ansia viva rodea. 
Echando el último nudo 
a una cuarta que se quiebra, 
y apretando la clavija 
hasta en su tono ponerla, 
principia á templar el ciego 
la destrozada vihuela, 
que más tiene de alma humana 
que dolorida se queja, 
que de acordado instrumento 
donde duerme la pereza.

Un óvalo de caoba 
sobre la tapa se observa, 
donde los lánguidos golpes 
van a marcar la cadencia; 
arañazos y hendiduras 
por todas partes la llenan; 
la luz penetra en su fondo 
por sin número de grietas, 
y es el mísero instrumento 
guitarra de tal pobreza, 
que muestra en la superficie 
por todas sonoras cuerdas, 
una cuarta, dos bordones, 
y una prima que cerdea.

*

Después de templar mil veces 
y de toser mientras templa, 
a relatar el mendigo 
largo romance comienza. 
Según que avanza la historia, 
las caras terror expresan, 
y absortas al lienzo miran 
con tantas bocas abiertas.

De tiempo en tiempo el mendigo 
mueve, y estira las cejas, 
y murmura, acompañando 
las palabras con las cuerdas : 
«¡Dos cuartos vale el romance! 
¿ quién lo compra ? ¿ quién lo lleva ? »

Pero se aumenta el concurso, 
y a medida que se aumenta, 
en torno del lazarillo 
va engrandeciendo la rueda. 
Con el llegar de los unos, 
también los otros se acercan, 
y ya la gente se empuja, 
y se funde, y se codea. 
Allí está la campesina 
engalanada de ñesta, 
con su pañuelo de raso 
y sus pendientes de perlas; 
allí se ve al guapo mozo 
con el sombrero a la ceja, 
los pespuntes en el traje, 
y el bordado en la pechera; 
allí está la boticaria, 
allí la noble alcaldesa, 
allí el ricacho famoso 
con la abultada cadena, 
y por medio del gentío 
los muchachos se dispersan, 
y por mirar la pintura 
se empinan sobre las piedras !

*

— « ¡ Un romance de amoríos ! 
dice una linda mozuela 
enseñando los dos cuartos 
sobre la palma morena. 
— « ¡ Otro de robos y sustos ! » 
añade una enjuta vieja 
que lleva al cuadril terciada 
una dulce nietezuela. 
—  ¡ Otro de celos y riñas ! » 
prorumpe un imberbe apenas 
dando un gallo que le pone 
colorado de vergüenza : 
— «¡Otro de brujas y duendes !
— ilOtro del listo Candelas!» 
—¡ El del Cid I » — « ¡El del cautivo ! » 
—¡ El del payo ! » — « ¡ El de la abuela !» 
Y tal la venta prosigue, 
y tal redobla la venta, 
que el activo lazarillo 
sin dar a las manos tregua, 
alargando los romances 
y cogiendo las monedas, 
solo grita dos palabras: 
— « ¡ Vaya y venga ! » « ¡ Vaya y venga ! »

*

Sigue el mendigo la historia, 
y en los rostros se revela 
ya el terror o el entusiasmo, 
ya el asombro ó la tristeza. 
Pero rugiendo la ira 
á todos los pechos llega, 
cuando un feroz asesino, 
según el relato expresa, 
alzando a un niño en los brazos, 
con desusada fiereza 
¡contra el duro pavimento 
desaforado lo estrella !

Sordo bramido en la gente 
entonces surge y aumenta, 
y en ruidosa algarabía 
prorumpen, dando mil quejas, 
en lamentos los chiquillos, 
en lágrimas las mozuelas, 
en reniegos los galanes, 
y en alaridos las viejas.

Mientras tanto, siempre atento 
al temple de la vihuela, 
y apretando las clavijas, 
y armonizando las cuerdas, 
en su atiplado falsete 
clama el ciego con tristeza : 
 ¡ Dos cuartos vale el romance ! 
¿Quién lo compra? ¿quién lo lleva ?

*

Pero declina la tarde, 
y ya entre cruces y velas 
empieza a salir, despacio, 
la procesión de la iglesia. 
La manga desvencijada 
lleva el monaguillo a cuestas » 
y el cura luce ceñida 
la sagrada vestimenta; 
sobre las andas vistosas 
la pura virgen se eleva, 
y seis mozos la conducen 
puestos en traje de fiesta; 
cien campanillas de plata 
dan metálicas cadencias 
colgadas en los adornos 
de las labradas maderas; 
sigue a la imagen el pueblo, 
y también sigue la orquesta, 
que componen dos violines, 
ua trombón, y una corneta; 
dos hileras de personas 
llevan delante las velas, 
y en la punta al cohetero 
locos chiquillos rodean; 
en los lucidos balcones 
el señorío descuella; 
hienden tronidos los aires; 
el sol alumbra la escena, 
y un cargamento de flores 
por ventanas y azoteas, 
desciende en lluvia brillante 
alfombrando la carrera.

Vuelta a su templo la imagen, 
desde el atrio de la iglesia 
su bendición a los campos 
otorga dulce y serena; 
de rodillas el concurso 
el cuadro hermoso contempla; 
lanza entre tanto girando 
sus tronidos una rueda; 
desbécense las campanas 
entre repiques de fiesta; 
estallan mil oraciones; 
alzan un himno las cuerdas, 
y en la nave iluminada 
que resplandece desierta, 
con palio, mangas y luces, 
virgen y pueblo penetran !

*

Llega medrosa la noche, 
y como es noche de fiesta, 
el ciego y el lazarillo 
en la posada se hospedan. 
Arde un castillo de troncos 
en la enorme chimenea 
donde aterida la gente 
a la lumbre se congrega, 
y en la negruzca campana 
que cubre á la concurrencia, 
entrelaza una cornisa 
sus peroles y calderas.

Mientras cruzan las parrandas 
resonando por la puerta, 
o el ciego dice un romance, 
o el viejo una hazaña cuenta; 
con un soplador de esparto 
uno atiza la candela, 
a tiempo que otro las manos 
una con otra restriega; 
atropellándose el humo 
la estancia lóbrega llena, 
y el rapaz embebecido 
los ademanes observa; 
con las francas risotadas 
alegres chistes alternan; 
hace su curso la bota 
con largas intermitencias, 
y entre lluvia de refranes 
sazonada de pimientas, 
fluye el idioma sembrado 
de donaires y sentencias.

*

Rueda pausada la noche; 
todo en silencio bosteza; 
alarga la tibia luna 
las sombas sobre la tierra; 
del gato allá en la ceniza 
los ojos fijos observan, 
y en el campo solitario 
que de rumores se puebla, 
la fantástica lechuza 
de tumba en tumba tropieza.

*

Estira muy de mañana 
el ciego brazos y piernas, 
y dispuesto el lazarillo 
atrás el zurrón se cuelga; 
veinte cuartos de hospedaje 
recibe la posadera, 
que, el candil en una mano, 
les alumbra hasta la puerta. 
Con rumbo a pueblo vecino 
toma el ciego la vereda, 
cuando aún serena la luna 
las altas cimas blanquea; 
a la espalda la guitarra 
y el palo dando en la tierra, 
primero bajan al llano 
y luego suben la cuesta; 
paso tras paso inseguro, 
pausadamente se alejan, 
y allá, cuando van trepando 
la cúspide de la sierra, 
roza el viento la guitarra 
arrancando de las cuerdas, 
notas de triste armonía 
que hondos sollozos semejan.

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