Poco lucido de zancas,
mal estirado de piernas,
en girones y en harapos
la triste figura envuelta,
la guitarra á las espaldas
y el báculo en la derecha,
valido de un lazarillo
que le habilita la senda,
el ciego de los romances
se encamina a la plazuela.
*
Está la gente animosa
pues está el pueblo de fiesta,
que es la feria de la Virgen
y se celebra la feria.
Circundan los turroneros
el pórtico de la iglesia,
donde coro de chiquillos
los gratos dulces contempla,
y balcones y ventanas,
inclusos los de la escuela,
están de colchas colgados
y de sábanas diversas.
No exactas, según indican
el sol llenando la esfera
y el reloj del boticario,
podrán ser las once y media,
cuando tras largos tropiezos
en las puntas de las piedras
y tras de dar con el palo
cien mil veces en la tierra,
llega á la plaza el mendigo,
tan saturado de penas,
¡ que descuelga la guitarra
por no cavilar en ellas !
«¡ Dos cuartos vale el romance!»
dice con voz plañidera,
mientras la gorra se quita
el muchacho con presteza,
y á manera de platillo
la pone sobre la tierra.
Luego de un zurrón lustroso
con más puntos que una media,
y muchos más desollones
que en otoño la corteza,
saca un vistoso estandarte
que de un palo lo sujeta,
y luego enarbola el palo
como si fuese bandera.
*
Terminada ya la misa
sale el pueblo de la iglesia,
y al ciego y al lazarillo
con ansia viva rodea.
Echando el último nudo
a una cuarta que se quiebra,
y apretando la clavija
hasta en su tono ponerla,
principia á templar el ciego
la destrozada vihuela,
que más tiene de alma humana
que dolorida se queja,
que de acordado instrumento
donde duerme la pereza.
Un óvalo de caoba
sobre la tapa se observa,
donde los lánguidos golpes
van a marcar la cadencia;
arañazos y hendiduras
por todas partes la llenan;
la luz penetra en su fondo
por sin número de grietas,
y es el mísero instrumento
guitarra de tal pobreza,
que muestra en la superficie
por todas sonoras cuerdas,
una cuarta, dos bordones,
y una prima que cerdea.
*
Después de templar mil veces
y de toser mientras templa,
a relatar el mendigo
largo romance comienza.
Según que avanza la historia,
las caras terror expresan,
y absortas al lienzo miran
con tantas bocas abiertas.
De tiempo en tiempo el mendigo
mueve, y estira las cejas,
y murmura, acompañando
las palabras con las cuerdas :
«¡Dos cuartos vale el romance!
¿ quién lo compra ? ¿ quién lo lleva ? »
Pero se aumenta el concurso,
y a medida que se aumenta,
en torno del lazarillo
va engrandeciendo la rueda.
Con el llegar de los unos,
también los otros se acercan,
y ya la gente se empuja,
y se funde, y se codea.
Allí está la campesina
engalanada de ñesta,
con su pañuelo de raso
y sus pendientes de perlas;
allí se ve al guapo mozo
con el sombrero a la ceja,
los pespuntes en el traje,
y el bordado en la pechera;
allí está la boticaria,
allí la noble alcaldesa,
allí el ricacho famoso
con la abultada cadena,
y por medio del gentío
los muchachos se dispersan,
y por mirar la pintura
se empinan sobre las piedras !
*
— « ¡ Un romance de amoríos !
dice una linda mozuela
enseñando los dos cuartos
sobre la palma morena.
— « ¡ Otro de robos y sustos ! »
añade una enjuta vieja
que lleva al cuadril terciada
una dulce nietezuela.
— ¡ Otro de celos y riñas ! »
prorumpe un imberbe apenas
dando un gallo que le pone
colorado de vergüenza :
— «¡Otro de brujas y duendes !
— ilOtro del listo Candelas!»
—¡ El del Cid I » — « ¡El del cautivo ! »
—¡ El del payo ! » — « ¡ El de la abuela !»
Y tal la venta prosigue,
y tal redobla la venta,
que el activo lazarillo
sin dar a las manos tregua,
alargando los romances
y cogiendo las monedas,
solo grita dos palabras:
— « ¡ Vaya y venga ! » « ¡ Vaya y venga ! »
*
Sigue el mendigo la historia,
y en los rostros se revela
ya el terror o el entusiasmo,
ya el asombro ó la tristeza.
Pero rugiendo la ira
á todos los pechos llega,
cuando un feroz asesino,
según el relato expresa,
alzando a un niño en los brazos,
con desusada fiereza
¡contra el duro pavimento
desaforado lo estrella !
Sordo bramido en la gente
entonces surge y aumenta,
y en ruidosa algarabía
prorumpen, dando mil quejas,
en lamentos los chiquillos,
en lágrimas las mozuelas,
en reniegos los galanes,
y en alaridos las viejas.
Mientras tanto, siempre atento
al temple de la vihuela,
y apretando las clavijas,
y armonizando las cuerdas,
en su atiplado falsete
clama el ciego con tristeza :
¡ Dos cuartos vale el romance !
¿Quién lo compra? ¿quién lo lleva ?
*
Pero declina la tarde,
y ya entre cruces y velas
empieza a salir, despacio,
la procesión de la iglesia.
La manga desvencijada
lleva el monaguillo a cuestas »
y el cura luce ceñida
la sagrada vestimenta;
sobre las andas vistosas
la pura virgen se eleva,
y seis mozos la conducen
puestos en traje de fiesta;
cien campanillas de plata
dan metálicas cadencias
colgadas en los adornos
de las labradas maderas;
sigue a la imagen el pueblo,
y también sigue la orquesta,
que componen dos violines,
ua trombón, y una corneta;
dos hileras de personas
llevan delante las velas,
y en la punta al cohetero
locos chiquillos rodean;
en los lucidos balcones
el señorío descuella;
hienden tronidos los aires;
el sol alumbra la escena,
y un cargamento de flores
por ventanas y azoteas,
desciende en lluvia brillante
alfombrando la carrera.
Vuelta a su templo la imagen,
desde el atrio de la iglesia
su bendición a los campos
otorga dulce y serena;
de rodillas el concurso
el cuadro hermoso contempla;
lanza entre tanto girando
sus tronidos una rueda;
desbécense las campanas
entre repiques de fiesta;
estallan mil oraciones;
alzan un himno las cuerdas,
y en la nave iluminada
que resplandece desierta,
con palio, mangas y luces,
virgen y pueblo penetran !
*
Llega medrosa la noche,
y como es noche de fiesta,
el ciego y el lazarillo
en la posada se hospedan.
Arde un castillo de troncos
en la enorme chimenea
donde aterida la gente
a la lumbre se congrega,
y en la negruzca campana
que cubre á la concurrencia,
entrelaza una cornisa
sus peroles y calderas.
Mientras cruzan las parrandas
resonando por la puerta,
o el ciego dice un romance,
o el viejo una hazaña cuenta;
con un soplador de esparto
uno atiza la candela,
a tiempo que otro las manos
una con otra restriega;
atropellándose el humo
la estancia lóbrega llena,
y el rapaz embebecido
los ademanes observa;
con las francas risotadas
alegres chistes alternan;
hace su curso la bota
con largas intermitencias,
y entre lluvia de refranes
sazonada de pimientas,
fluye el idioma sembrado
de donaires y sentencias.
*
Rueda pausada la noche;
todo en silencio bosteza;
alarga la tibia luna
las sombas sobre la tierra;
del gato allá en la ceniza
los ojos fijos observan,
y en el campo solitario
que de rumores se puebla,
la fantástica lechuza
de tumba en tumba tropieza.
*
Estira muy de mañana
el ciego brazos y piernas,
y dispuesto el lazarillo
atrás el zurrón se cuelga;
veinte cuartos de hospedaje
recibe la posadera,
que, el candil en una mano,
les alumbra hasta la puerta.
Con rumbo a pueblo vecino
toma el ciego la vereda,
cuando aún serena la luna
las altas cimas blanquea;
a la espalda la guitarra
y el palo dando en la tierra,
primero bajan al llano
y luego suben la cuesta;
paso tras paso inseguro,
pausadamente se alejan,
y allá, cuando van trepando
la cúspide de la sierra,
roza el viento la guitarra
arrancando de las cuerdas,
notas de triste armonía
que hondos sollozos semejan. |