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Salvador Rueda

"La boda"

Poema Nacional
Canto 6

Biografía de Salvador Rueda en Wikipedia

 
 

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Música : Albeniz - Espana - No. 3 - Malagueña
 

La boda

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CANTO 6

I

Acicalándose el rostro 
para salir a la calle, 
se halla el mozo Juan Lorenzo 
en vísperas de casarse. 
En concilio su familia 
estuvo toda la tarde, 
para tratar de la boda 
porgue es el asunto grave. 
Entre encontradas razones 
y opiniones discordantes, 
cada cual expuso al novio

Su sarta de disparates. 
Pero con tanto discurso 
y tanto enojoso lance, 
resultó lo que a la postre 
resulta de asuntos tales; 
que el padre encendióse en ira, 
vertió lágrimas la madre, 
y el mozo alzóse diciendo : 
¡Me caso porque me place !

*

Junto al hueco de una reja 
tratando está de afeitarse, 
y un trozo de espejo roto 
copia, a medias, su semblante. 
Cubre una blanca toballa 
sus hombros de parte á parte, 
y con el agua caliente 
priní:ipia el rostro a bañarse.

— ¡«Me he de casar por la fuerza, 
o han de querer que me case, 
y ha de ser tan sólo mía 
lo estorbe quien lo estorbare! 
¿No es recatada y humilde? 
¿no es de probado linaje? 
¿es acaso aficionada 
a paliques y a comadres? 
¿lleva el moño retorcido? 
¿gusta de apuestos galanes? 
¿usa al hablar de melindres 
ni apunta necios refranes? 
¿no me quiere? ¿no la quiero? 
pues entonces... ¡voto á sanes! 
que he de casarme a la fuerza 
han de querer que me case! »-

Y mientras jura y perjura 
al pronunciar estas frases, 
está con la dócil brocha 
sin parar, dale que dale, 
envolviéndose en espuma 
el enojado semblante.

*

Las siete dan los relojes 
en la iglesia del Arcángel, 
cuando arreglado Lorenzo 
está al espejo mirándose. 
Zapato con orejeras 
y labores de torzales, 
oculta el abierto estribo 
de una calceta flamante. 
Sobre el cerco de la liga 
que va a la pierna a enroscarse, 
un negro calzón de paño 
en hojas abiertas cae. 
Ocultando del chaleco 
los colorines brillantes, 
una faja con cien vueltas 
oprime su airoso talle. 
Una chaqueta adornada 
de vistosos alamares, 
por cada bolsillo arroja 
un pañuelo, con donaire. 
Usa corbata de seda; 
y a completar van su traje, 
un calañés con morillas, 
un cuello con veinte ojales, 
y una capa asaz torera 
que enseña, al quedar flotante, 
las vueltas de terciopelo 
colores verde y granate.

*

En el umbral de la puerta 
parado está hace un instante, 
desde los pies hasta el pecho 
con disimulo observándose. 
Revuelve, inquieto, los ojos 
movidos por el coraje, 
y hacia dentro, de soslayo, 
mira un momento a la madre ; 
hácese luego el embozo, 
echa el sombrero al semblante, 
de los balcones de enfrente 
mira los blancos encajes, 
y el pie poniendo en la acera 
y diciendo «buenas tardes» 
con pausado contoneo 
empieza A cruzar la calle.

II

Es Carlota la doncella 
moza de humilde prosapia, 
tan lejos de la fortuna 
como cerca de las gracias. 
Es rubia como una espiga, 
con la alondra se levanta, 
y peina su cabellera 
a los reflejos del alba. 
No hay fiesta donde se mire, 
ni casorio á donde vaya, 
ni reja donde se asome, 
ni escándalo donde salga. 
Tantos quehaceres la cercan 
y la entretienen en casa, 
que desde el alba a la noche 
con mil asuntos batalla; 
y únicamente el domingo 
ceñida de bellas galas, 
entre la gente del pueblo 
atraviesa por la plaza, 
y a tiempo que da en la torre 
su repique la campana, 
penetra en el viejo templo 
seguida de las miradas.

*

También en largo concilio 
donde á más de cien bravatas 
no faltaron los sollozos, 
los suspiros y las lágrimas, 
la familia de la hermosa 
deliberó, congregada, 
si casar a la doncella 
o si, al revés, no casarla. 
Pero, al fin, siendo la novia 
más que el novio afortunada, 
lo que empezó por pendencia 
pronto acabóse por chanza ; 
razón porque está la niña 
poniéndose de mil galas, 
para dar a su Lorenzo 
la noticia inesperada.

*

En una larga cocina 
a cuyo fin se levanta 
la negruzca chimenea 
con sus peroles cargada, 
está la novia esperando 
con dos pequeñas hermanas, 
y del padre y de la madre 
a la vez acompañada.

Tiene la joven la vista 
fijaren las letras que labra, 
y el corazón dentro de ella 
hace veces de campana. 
Las dos hermanas menores 
con todo esmero peinadas, 
sin hablar, sobre dos sillas 
no mueven cuerpo ni cara. 
Un gato junto á la lumbre 
juega al temblor de la llama, 
y un canario picotea 
los alambres de la jaula. 
Completando las figuras, 
la madre mira las ascuas, 
y mientras ella suspira, 
el padre en su asiento calla.

*

No llevan de tal manera 
sino una pequeña estancia, 
cuando unos pasos anuncian 
de Lorenzo la llegada.

Todos dirijen entonces 
hacia la puerta la cara, 
tose el padre sin quererlo, 
mueve la madre las ascuas, 
la doncella en el bordado 
equivoca una puntada, 
y apareciendo Lorenzo 
en la puerta de la casa, 
saluda, baja el embozo, 
hacia la lumbre adelanta, 
y acomoda su figura 
entre la rueda formada.

Después de sacar el cuello 
y de estirarse la faja, 
da el novio fácil principio 
al asunto que le embarga. 
Pide la novia a su suegro, 
hay profusión de palabras, 
llora la madre afligida, 
el padre suda y trabaja, 
y la doncella entretanto 
escucha ruborizada, 
haciendo marchar discordes 
dedal, aguja y puntadas.

Después del ronco tumulto 
las fieras iras se calman, 
y accede, al fin, á los ruegos 
la madre desconsolada ; 
todo se arregla en seguida, 
de boda luego se trata, 
queda el acto convenido 
para la entrante semana, 
y despídese Lorenzo 
llevándose de quien ama, 
una amorosa sonrisa 
y en ella toda su alma.

III

Como una taza de oro 
fulgura el templo cristiano; 
tiembla la luz en los vidrios, 
muestran sus aras los santos, 
lanza el órgano sus notas 
por las naves resonando, 
y entre un grupo de galanes 
alegre y ataviado, 
un sacerdote recita 
la epístola de San Pablo.

i Qué adornada está la novia ! 
¡ qué bello el novio y bizarro ! 
y los testigos ¡qué serios! 
y los padrinos ¡qué majos! 
Qué bien luce entre las hembras 
la falda de medio paso, 
la pañoleta vistosa, 
y la castaña, y el lazo. 
Qué bien entre los mozuelos 
en el chaleco los ramos, 
las galgas en el tobillo 
y en el cuello los calados. 
Cómo en las jóvenes brilla 
ya el alfiler plateado, 
ya el abanico de plumas 
o el coralino rosario. 
La ceremonia prosigue, 
dánse los novios las manos, 
y cuando el sí pudoroso 
dejan salir de los labios, 
hay guiños y cuchicheos, 
hay sonrisas por lo bajo, 
y muchos ojos ansiosos 
sobre la novia clavados.

*

Salen al fin de la iglesia, 
y marcha, paso tras paso, 
la espléndida comitiva 
al domicilio cercano. 
Allí todo es algazara, 
todo broma y despilfarro, 
y rumoroso bullicio, 
y bailar desenfrenado. 
Entre el girar y el mareo, 
no hay sin licor ningún vaso, 
ni mano sin castañuela, 
ni figura sin desgarro. 
Aquí se cimbra la novia 
bellas mudanzas bailando, 
con el novio que le sigue 
los rapidísimos pasos. 
Allí la abuela sacude 
los seculares zancajos, 
con el abuelo que ríe 
mientras repica los palos. 
Más allá suelta un discurso 
sobre una silla, un borracho,
llamándole los oyentes 
sacamuelas y falsario. 
Lanzan cantares los unos, 
brindan los otros en tanto, 
los de aquí vierten requiebros, 
los de allá doblan los tragos, 
y entre el rumor de la orgía 
y el resonar de los vasos, 
solo hay triste una figura : 
¡la madre que está llorando!

*

Termina el loco bullicio; 
cesan rumores y aplausos; 
lentamente se despiden 
los alegres convidados ; 
agonizando las luces 
se estremecen a intervalos, 
y en derredor de lá llama 
quedan por fin platicando 
de cosas indiferentes, 
los personajes del cuadro.

El cuco anuncia las doce 
en el reloj con su canto, 
y ya los novios se miran 
con pensamientos extraños. 
Las sillas están revueltas, 
yacen revueltos los vasos, 
un gato lame y relame 
sobre las mesas los platos, 
y tras pasar una hora 
de mil asuntos hablando, 
se levantan de sus sitios 
y se despiden al cabo, 
la novia, turbada y bella, 
el novio, serio y turbado, 
la madre, llorosa y triste, 
¡y el padre, tieso y huraño !

IV

A la mañana siguiente 
entra el viento suspirando 
en una alcoba risueña, 
nido de alegres encantos, 
y en la corona y el velo 
que hay sobre el lecho tirados, 
¡ una nevada de oro 
del sol derraman los rayos !

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