I
Acicalándose el rostro
para salir a la calle,
se halla el mozo Juan Lorenzo
en vísperas de casarse.
En concilio su familia
estuvo toda la tarde,
para tratar de la boda
porgue es el asunto grave.
Entre encontradas razones
y opiniones discordantes,
cada cual expuso al novio
Su sarta de disparates.
Pero con tanto discurso
y tanto enojoso lance,
resultó lo que a la postre
resulta de asuntos tales;
que el padre encendióse en ira,
vertió lágrimas la madre,
y el mozo alzóse diciendo :
¡Me caso porque me place !
*
Junto al hueco de una reja
tratando está de afeitarse,
y un trozo de espejo roto
copia, a medias, su semblante.
Cubre una blanca toballa
sus hombros de parte á parte,
y con el agua caliente
priní:ipia el rostro a bañarse.
— ¡«Me he de casar por la fuerza,
o han de querer que me case,
y ha de ser tan sólo mía
lo estorbe quien lo estorbare!
¿No es recatada y humilde?
¿no es de probado linaje?
¿es acaso aficionada
a paliques y a comadres?
¿lleva el moño retorcido?
¿gusta de apuestos galanes?
¿usa al hablar de melindres
ni apunta necios refranes?
¿no me quiere? ¿no la quiero?
pues entonces... ¡voto á sanes!
que he de casarme a la fuerza
han de querer que me case! »-
Y mientras jura y perjura
al pronunciar estas frases,
está con la dócil brocha
sin parar, dale que dale,
envolviéndose en espuma
el enojado semblante.
*
Las siete dan los relojes
en la iglesia del Arcángel,
cuando arreglado Lorenzo
está al espejo mirándose.
Zapato con orejeras
y labores de torzales,
oculta el abierto estribo
de una calceta flamante.
Sobre el cerco de la liga
que va a la pierna a enroscarse,
un negro calzón de paño
en hojas abiertas cae.
Ocultando del chaleco
los colorines brillantes,
una faja con cien vueltas
oprime su airoso talle.
Una chaqueta adornada
de vistosos alamares,
por cada bolsillo arroja
un pañuelo, con donaire.
Usa corbata de seda;
y a completar van su traje,
un calañés con morillas,
un cuello con veinte ojales,
y una capa asaz torera
que enseña, al quedar flotante,
las vueltas de terciopelo
colores verde y granate.
*
En el umbral de la puerta
parado está hace un instante,
desde los pies hasta el pecho
con disimulo observándose.
Revuelve, inquieto, los ojos
movidos por el coraje,
y hacia dentro, de soslayo,
mira un momento a la madre ;
hácese luego el embozo,
echa el sombrero al semblante,
de los balcones de enfrente
mira los blancos encajes,
y el pie poniendo en la acera
y diciendo «buenas tardes»
con pausado contoneo
empieza A cruzar la calle.
II
Es Carlota la doncella
moza de humilde prosapia,
tan lejos de la fortuna
como cerca de las gracias.
Es rubia como una espiga,
con la alondra se levanta,
y peina su cabellera
a los reflejos del alba.
No hay fiesta donde se mire,
ni casorio á donde vaya,
ni reja donde se asome,
ni escándalo donde salga.
Tantos quehaceres la cercan
y la entretienen en casa,
que desde el alba a la noche
con mil asuntos batalla;
y únicamente el domingo
ceñida de bellas galas,
entre la gente del pueblo
atraviesa por la plaza,
y a tiempo que da en la torre
su repique la campana,
penetra en el viejo templo
seguida de las miradas.
*
También en largo concilio
donde á más de cien bravatas
no faltaron los sollozos,
los suspiros y las lágrimas,
la familia de la hermosa
deliberó, congregada,
si casar a la doncella
o si, al revés, no casarla.
Pero, al fin, siendo la novia
más que el novio afortunada,
lo que empezó por pendencia
pronto acabóse por chanza ;
razón porque está la niña
poniéndose de mil galas,
para dar a su Lorenzo
la noticia inesperada.
*
En una larga cocina
a cuyo fin se levanta
la negruzca chimenea
con sus peroles cargada,
está la novia esperando
con dos pequeñas hermanas,
y del padre y de la madre
a la vez acompañada.
Tiene la joven la vista
fijaren las letras que labra,
y el corazón dentro de ella
hace veces de campana.
Las dos hermanas menores
con todo esmero peinadas,
sin hablar, sobre dos sillas
no mueven cuerpo ni cara.
Un gato junto á la lumbre
juega al temblor de la llama,
y un canario picotea
los alambres de la jaula.
Completando las figuras,
la madre mira las ascuas,
y mientras ella suspira,
el padre en su asiento calla.
*
No llevan de tal manera
sino una pequeña estancia,
cuando unos pasos anuncian
de Lorenzo la llegada.
Todos dirijen entonces
hacia la puerta la cara,
tose el padre sin quererlo,
mueve la madre las ascuas,
la doncella en el bordado
equivoca una puntada,
y apareciendo Lorenzo
en la puerta de la casa,
saluda, baja el embozo,
hacia la lumbre adelanta,
y acomoda su figura
entre la rueda formada.
Después de sacar el cuello
y de estirarse la faja,
da el novio fácil principio
al asunto que le embarga.
Pide la novia a su suegro,
hay profusión de palabras,
llora la madre afligida,
el padre suda y trabaja,
y la doncella entretanto
escucha ruborizada,
haciendo marchar discordes
dedal, aguja y puntadas.
Después del ronco tumulto
las fieras iras se calman,
y accede, al fin, á los ruegos
la madre desconsolada ;
todo se arregla en seguida,
de boda luego se trata,
queda el acto convenido
para la entrante semana,
y despídese Lorenzo
llevándose de quien ama,
una amorosa sonrisa
y en ella toda su alma.
III
Como una taza de oro
fulgura el templo cristiano;
tiembla la luz en los vidrios,
muestran sus aras los santos,
lanza el órgano sus notas
por las naves resonando,
y entre un grupo de galanes
alegre y ataviado,
un sacerdote recita
la epístola de San Pablo.
i Qué adornada está la novia !
¡ qué bello el novio y bizarro !
y los testigos ¡qué serios!
y los padrinos ¡qué majos!
Qué bien luce entre las hembras
la falda de medio paso,
la pañoleta vistosa,
y la castaña, y el lazo.
Qué bien entre los mozuelos
en el chaleco los ramos,
las galgas en el tobillo
y en el cuello los calados.
Cómo en las jóvenes brilla
ya el alfiler plateado,
ya el abanico de plumas
o el coralino rosario.
La ceremonia prosigue,
dánse los novios las manos,
y cuando el sí pudoroso
dejan salir de los labios,
hay guiños y cuchicheos,
hay sonrisas por lo bajo,
y muchos ojos ansiosos
sobre la novia clavados.
*
Salen al fin de la iglesia,
y marcha, paso tras paso,
la espléndida comitiva
al domicilio cercano.
Allí todo es algazara,
todo broma y despilfarro,
y rumoroso bullicio,
y bailar desenfrenado.
Entre el girar y el mareo,
no hay sin licor ningún vaso,
ni mano sin castañuela,
ni figura sin desgarro.
Aquí se cimbra la novia
bellas mudanzas bailando,
con el novio que le sigue
los rapidísimos pasos.
Allí la abuela sacude
los seculares zancajos,
con el abuelo que ríe
mientras repica los palos.
Más allá suelta un discurso
sobre una silla, un borracho,
llamándole los oyentes
sacamuelas y falsario.
Lanzan cantares los unos,
brindan los otros en tanto,
los de aquí vierten requiebros,
los de allá doblan los tragos,
y entre el rumor de la orgía
y el resonar de los vasos,
solo hay triste una figura :
¡la madre que está llorando!
*
Termina el loco bullicio;
cesan rumores y aplausos;
lentamente se despiden
los alegres convidados ;
agonizando las luces
se estremecen a intervalos,
y en derredor de lá llama
quedan por fin platicando
de cosas indiferentes,
los personajes del cuadro.
El cuco anuncia las doce
en el reloj con su canto,
y ya los novios se miran
con pensamientos extraños.
Las sillas están revueltas,
yacen revueltos los vasos,
un gato lame y relame
sobre las mesas los platos,
y tras pasar una hora
de mil asuntos hablando,
se levantan de sus sitios
y se despiden al cabo,
la novia, turbada y bella,
el novio, serio y turbado,
la madre, llorosa y triste,
¡y el padre, tieso y huraño !
IV
A la mañana siguiente
entra el viento suspirando
en una alcoba risueña,
nido de alegres encantos,
y en la corona y el velo
que hay sobre el lecho tirados,
¡ una nevada de oro
del sol derraman los rayos ! |