Capítulo 14
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Biografía de Amado Nervo en AlbaLearning | |
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Música: Brahms, Violin Sonata No. 1 - Op. 78 |
Una mentira |
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-Todo está bien -exclamó Fernando tras uno de los silencios que siguieron al agitado relato-. Está bien todo; pero, ¿cómo voy yo a matar a la duda cuando saque su cabecita de víbora del fondo de mi alma? -La duda -le respondió ella sentenciosamente, como si hubiese leído mucha filosofía-, la duda se mata con el amor... Y agitaba con infinita gracia el índice de su mano derecha. -¡Y dónde voy yo a encontrar bastante amor para matarla! -suspiró él amargamente. -Buscándolo en todo tu corazón. Yo le ayudaré, además, con el mío, que ahora es muy grande... Porque, escucha -añadió, sentándose en sus rodillas-, antes te quería; ahora te idolatro. Te idolatro porque he creído perderte para siempre y se me ha revelado toda la intensidad de un amor que yo misma no conocía. Es natural, ¿verdad? Sabemos tan poco las mujeres de nosotras mismas. No analizamos ni disecamos nuestras almas, como vosotros. Yo era feliz a tu lado. Estaba en paz. La vida social me absorbía un poco... Creía tener por ti un gran afecto, una gran estimación; cierta gratitud, porque tú me habías dado cuanto poseía. Pero amarte con pasión, lo que se dice amarte, no, francamente no lo creía... Hasta que vino la catástrofe. Aquella mañana, al encontrar la mitad del lecho vacía, al ver después tu carta sobre la mesa, creí que te habías matado; fue mi primera impresión, y una oleada de dolor infinito me envolvió toda. Abrí temblando la carta, y al leerla casi sentí consuelo. ¡Tú no sabes todas las emociones que me sacudieron durante algunas horas! Y entonces acabé por ver claro en mí misma. Mi corazón se volvió como urna de cristal que muestra todo su contenido. ¡Te quería, sí, te quería con el alma! * * * Ponga el lector, tras estas arrebatadas palabras, los besos que le plazcan, y después una pausa. Durante la pausa, la viborita del escepticismo volvió a asomar la cabeza. -Te creo -exclamó Fernando-, te creo. Pero mañana, cuando se haya enfriado este dolor que tuviste de perderme; cuando me veas otra vez a tu lado, ¿me amarás lo mismo? -Te amaré lo mismo, Fernando. -¿Y cómo lo sabré? -Lo leerás en mis ojos... -La vida social te absorberá de nuevo. Los snobs vacíos procurarán tu conquista. Eres una presa bella y cómoda. Ella le puso la mano en la boca: -No me ofendas, calla. Pero la viborita seguía agitando la cabeza. -La vanidad es poderosa. -Entonces -gritó ella- no vas ya a creer en mí nunca, nunca, a pesar de que te amo, de que te adoro. No vas a creer en mí por una sola mentira necesaria, la única que te he dicho en mi vida. -No voy a creer en ti -repitió él, desolado y como un eco- por una mentira, por una sola mentira que salió de tus labios. Se puso ella de pie. Seria ya, rígida. -Está bien -pronunció con frialdad-, yo seré la que me vaya para siempre. Fue un momento trágico. Él no respondió. Ella esperó aun otro instante. Él permaneció callado. -Adiós, Fernando -dijo ella por fin, resuelta, con voz natural, sin inflexión ninguna de reproche. -Adiós... |
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