Amado Nervo en AlbaLearning

Amado Nervo

"Una mentira"

Capítulo 15

Biografía de Amado Nervo en AlbaLearning

 
 
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Música: Brahms, Violin Sonata No. 1 - Op. 78
 
Una mentira
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¡Qué desgarramiento horrible!

¡Qué hora la que siguió a aquella despedida...!

Pero, en suma, mejor era así.

¿Cómo vivir con una mujer que mintió una vez; con una mujer a quien se amaba apasionadamente, en la cual se creía por sobre todas las cosas... y que nos mintió una vez?

En cada protesta, en cada afirmación suya, la duda, en el fondo del corazón, formularía su pregunta:

«¿Dirá hoy la verdad?».

«¿Mentirá de nuevo?».

¡Oh, divino poder de persuasión de la boca santa que nunca nos ha dicho más que palabras ciertas!

¡Oh, dolor cuando la boca mintió una vez!...

Y Fernando se puso desesperadamente a mirar al mar y al cielo, las dos pupilas de la Naturaleza, y a oír el rumor de la onda cercana, que parecía repetirle:

«Repósate en mí, hijo mío, todo lo que piensan e imaginan los hombres, doloroso o alegre, es mentira. Yo soy la única verdad. Búscame siempre y te daré la sabiduría sin palabras y la paz infinita»...

*  *  *

Desgraciadamente, las cosas en esta vida no acaban tan bellamente como uno querría.

No cabe duda de que Blanca, yéndose majestuosa, altiva, para volver, era un bello final.

¿O no, lector?

No cabe duda asimismo de que un grito de él en aquel momento al trasponer ella los umbrales de la puerta: «¡Blanca!» era de un gran efecto, como aquel grito con que Dumas (hijo) terminó su «Denise», al irse ella porque él conocía la historia de su deshonra y no se atrevía a perdonar: «¡Dionisia!».

(En castellano esto no se oye bien, porque parece que se llama a una criada, pero en francés es de un efecto admirable).

No cabe duda, por último, de que él, comprando un navío como el romántico archiduque Juan Orth, y perdiéndose en la inmensidad de los mares, resultaba incomparable.

Pero la realidad fue más modesta.

Blanca, desesperada, buscó a la marquesa en San Sebastián.

Le dijeron que estaba en Zarauz; cogió un automóvil y se fue a por ella, plantándose a poco en la «Villa María Luisa», donde veranaba su amiga.

Llorando y gimiendo le contó toda la historia.

La marquesa nada sabía. Ignoraba hasta qué punto la inocente complicidad de una hora, iba a arruinar la vida de su amiga.

La besó y la abrazó conmovida:

-¡Pero, hija mía, habérmelo dicho antes!

Fue a su escribanía. Sacó unas cartas: toda la historia de su amor escondido; y sin dar apenas tiempo a la pobre Blanca para reposar, metiose con ella en el automóvil... y:

-¡Al María Cristina, Gastón!

La penetrante sutileza del lector habrá adivinado que Gastón era chauffeur.

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