Capítulo 13
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Biografía de Amado Nervo en AlbaLearning | |
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Música: Brahms, Violin Sonata No. 1 - Op. 78 |
Una mentira |
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Pensó que el dolor le volvía algo poético. Antes no recordaba haber reflexionado tan hondamente en estas cosas. ...Pero Blanca le aguó la poesía y le rompió el ensueño. Al día siguiente, antes de los tres del «ultimátum», a la sazón que él leía cerca de su ventana, dejando a cada paso el libro sobre sus rodillas para contemplar el mar, se le coló como un soplo de brisa su mujer y se le echó, sollozando, en los brazos. Vaya usted después de esto a andar con resoluciones de meterse a salvaje. La primer tenaza del dilema aquel de marras (o desaparecer, para siempre o creer lo que ella le dijese...) deshízose entre los labios de Blanca. Media hora por lo menos, atropelladamente, con puntuación de caricias, duró la explicación de ella. Todo lo había hecho por la marquesa: se lo probaría. La marquesa iría a verle y acabaría de convencerle. Se lo juraba por Dios, por la Virgen, por la medalla de su primera comunión, por la salvación de sus padres. No se trataba más que de una mentira blanca (como su nombre), indispensable para no denunciar la vida íntima de su amiga... Te desafío, lector, a que no te convenzas, sobre todo cuando ya sabes que lo que dice Blanca es la verdad y te has fijado en su traje sastre de gabardina, que la agracia extraordinariamente, y en su pequeño sombrero de paja dorada de Italia... * * * Sin embargo, Fernando fue duro de pelar. Se le revolvía ahí dentro el miedo al ridículo... el ridículo miedo al ridículo que tiraniza a los pobres hombres de sociedad. Si después de todo fuera cierto el mal... Por otra parte, sus últimas veleidades marinas y naturistas le habían puesto ante los ojos un concepto más amplio, más bello, más cabal de la vida... ¿Pero acaso, ya cerca de los cuarenta años, se puede ser otra cosa que lo que se ha sido? ¡Quién va a romper el molde que endurecieron ocho lustros! ¡Dónde hallar la elasticidad necesaria para la renovación absoluta de una vida!... No, lo mejor era creer, creer de una vez, en las palabras de la hermosa boca, que se le ofrecía como un regalo siempre renovado y continuar la peregrinación, de la mano de aquella mujer elegante, buena hasta cierto punto, afectuosa joven y bella. Al fin y al cabo ya estamos adulterados por la civilización... En lo más apartado del mar, en el camarote que rechina y cruje, hacen falta los periódicos, las revistas, los libros... La costra de cultura es muy espesa para arrancarla de un golpe, por más que Taine afirme que rascando al hombre un poco se encuentra al orangután. * * * ¿Pero y la duda, la maldita duda? |
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