Libro Cuarto |
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Imitación de Cristo |
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Capítulo XIII | ||
Que el alma devota debe desear con todo su corazón unirse a Cristo en el Sacramento. VOZ DEL DISCÍPULO 1. ¿Quién me dará, Señor, que te encuentre solo para abrirte todo mi corazón y gozarte como mi alma desea: que ya nadie me desprecie, ni criatura alguna me mueva u ocupe mi atención, sino que Tú solo me hables y yo a Ti, como se hablan dos que mutuamente se aman, o como el amigo suele regocijarse con su amigo? Esto suplico, esto deseo: unirme a Ti enteramente, apartar mi corazón de todas las cosas criadas, y aprender a gustar las celestiales y eternas por medio de la Sagrada Comunión y frecuente celebración. ¡Ah, Señor Dios! ¿Cuándo estaré todo unido y absorto en Ti, y olvidado enteramente de mi mismo? Concédeme morar Tú en mí, y yo en Ti, y permanecer así unidos eternamente. 2. En verdad Tú eres mi amado, escogido entre millares, con quien mi alma desea morar todos los días de su vida. Tú eres verdaderamente el autor de mi paz: en Ti se hallan la suma paz y el verdadero descanso, y fuera de Ti todo es trabajo, dolor y miseria infinita. Verdaderamente eres Tú el Dios escondido, y tu consejo no es con los malos, sino que conversas con los humildes y sencillos. ¡Oh Señor, cuán suave es tu espíritu, pues para manifestar tu dulzura para con tus hijos, te dignaste alimentarlos con el Pan suavísimo bajado del cielo! Verdaderamente, no hay pueblo tan grande que tenga dioses que tanto se le acerquen, como Tú, Dios nuestro, te acercas a todos tus fieles, a quienes te das para que te coman y te gocen, y así perciban un continuo consuelo, y levanten su corazón al Cielo. 3. ¿Qué otro pueblo hay tan excelente como el cristiano? ¿O qué criatura hay debajo del cielo tan amada como el alma devota a la cual se comunica Dios para apacentarla con su gloriosa Carne? ¡Oh gracia inefable! ¡Oh admirable dignación! ¡Oh amor sin medida, reservado singularmente para el hombre! ¿Y qué daré yo al Señor por esta gracia, por caridad tan excelente? No tengo cosa más agradable que pueda darle que mi corazón todo entero, para que esté unido con Él íntimamente. Entonces se alegrarán todas mis entrañas, cuando mi alma estuviere perfectamente unida con Dios. Entonces me dirá: Si tu quieres estar conmigo, Yo quiero estar contigo. Y yo le responderé: Dígnate, Señor, quedarte conmigo, pues yo quiero de buena gana estar contigo. Este es todo mi deseo, que mi corazón este unido contigo. |
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