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Capítulo VII | ||
Cómo se ha de encubrir la gracia bajo el velo de la humildad.
1. Hijo, te es muy útil y seguro encubrir la gracia de la devoción, sin ensalzarte, ni hablar mucho de ella, ni ponderarla mucho; sino despreciarte a ti mismo y temer, porque se te ha dado sin merecerla. No es bien estar demasiadamente pegado a esta afección; porque se puede mudar presto en otra contraria. Piensa, cuando estás en gracia, cuán pobre y miserable sueles ser sin ella. Y no está solo el aprovechamiento de la vida espiritual en tener gracia de consolación, sino en que con humildad, abnegación y paciencia lleves a bien que se te quite; de suerte que entonces no aflojes en el cuidado de la oración, ni dejes las demás buenas obras que sueles hacer ordinariamente. Mas, como mejor pudieres y entendieres, haz de buena gana cuanto está en ti; sin que por la sequedad o angustia del espíritu que sientes, te descuides del todo. 2. Porque hay muchos que, cuando las cosas no les suceden bien, se hacen impacientes o desidiosos. No está siempre en la mano del hombre su camino; sino que a Dios pertenece el dar y consolar cuando quiere, y cuanto quiere, y a quien quiere, según le agradare, y no más. Algunos indiscretos se perdieron a sí mismos por no hacer buen uso de la gracia de la devoción; porque quisieron hacer más de lo que podían, no mirando la medida de su pequeñez, sino siguiendo más el deseo de su corazón que el juicio de la razón. Y porque se atrevieron a más de lo que Dios quería, por esto perdieron pronto la gracia. Se hallaron pobres y se vieron abandonados los que quisieron poner en el cielo su nido; para que, humillados y empobrecidos, aprendiesen a no volar con sus alas, sino a esperar debajo de las mías. Los que aun son nuevos e inexpertos en el camino del Señor, si no se gobiernan por el consejo de personas discretas, fácilmente pueden ser engañados y perderse. 3. Y será muy peligroso su fin, si quieren más seguir su parecer que creer a los ejercitados, y si se niegan a ceder de su propio juicio. Los que se tienen por sabios, rara vez sufren con humildad que otro los dirija. Mejor es saber poco con humildad y poco entendimiento, que grandes tesoros de ciencia con vano contentamiento. Más te vale tener poco que mucho con que te puedas ensoberbecer. No obra discretamente el que se entrega todo a la alegría, olvidando su primitiva miseria y el casto temor de Dios que recela perder la gracia concedida. Tampoco entiende mucho de virtud el que en tiempo de adversidad o de cualquiera tribulación se desanima demasiado, y no piensa ni siente de Mí con la debida confianza. 4. El que quiere estar muy seguro en tiempo de paz, es muchas veces el mas abatido y temeroso en tiempo de guerra. Si supieses permanecer siempre humilde y pequeño para contigo, y moderar y regir bien tu espíritu, no caerías tan presto en peligro ni en pecado. Buen consejo es que pienses, cuando estás con fervor de espíritu, lo que puede ocurrir con la ausencia de la luz. Cuando esto acaeciere, piensa que otra vez puede volver la luz, que para tu seguridad y gloria mía te quité por algún tiempo. 5. Más aprovecha muchas veces esta prueba, que si tuvieses de continuo a tu voluntad las cosas que deseas. Porque no son las muchas visiones y consuelos, ni la inteligencia de las Escrituras, ni las dignidades elevadas, las que constituyen el verdadero mérito. Sino que consiste en esta radicado en la verdadera humildad y lleno de la caridad divina; en buscar siempre con pureza y desinterés la honra y gloria de Dios; en reputarse a sí mismo por nada, en despreciarse sinceramente, y en desear más ser abatido y humillado que honrado de otros. |
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