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Biografía de Tomás de Kempis en Wikipedia | |
Imitación de Cristo |
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Capítulo VIII | ||
De la vil estimación de si mismo ante los ojos de Dios.
1. ¿Hablaré a mi Señor, siendo yo polvo y ceniza? Si por más me reputare, Tú estas contra mí, y mis maldades dan verdadero testimonio contra mí, que no puedo contradecir. Mas si me envileciere y aniquilare, y dejare toda propia estimación, y me volviere polvo (como lo soy), me será favorable tu gracia, y tu luz se acercara a mi corazón, y toda estimación, por poca que sea, se hundirá en el abismo de mi nada, y perecerá para siempre. Allí me mostrarás lo que soy, lo que fui y en lo que vine a parar; porque soy nada y no lo conocí. Abandonado a mis fuerzas, soy nada y todo flaqueza: pero al punto que Tu me atiendes, me hago fuerte y me lleno de nuevo gozo. Y es cosa maravillosa, por cierto, como tan de repente soy levantado sobre mí, y abrazado de Ti con tanta benignidad; siendo así que, según mi propio peso, siempre voy a lo bajo. 2. Esto hace tu amor gratuitamente, anticipándose y socorriéndome en tanta multitud de necesidades, guardándome también de graves peligros, y librándome verdaderamente de males innumerables. Porque yo me perdí amándome desordenadamente; pero buscándote a Ti solo y amándote puramente, me hallé a mi no menos que a Ti; y por este amor me anonadé más profundamente. Porque Tú, ¡oh dulcísimo Señor!, haces conmigo mucho más de lo que merezco, y de lo que me atrevo a esperar y pedir. 3. Bendito seas, Dios mío; que, aunque soy indigno de todo bien, todavía tu liberalidad e infinita bondad nunca cesa de hacer bien, aun a los desagradecidos y muy apartados de Ti Vuélvenos a Ti para que seamos agradecidos, humildes y devotos; pues Tú eres nuestra salud, nuestra virtud y nuestra fortaleza. |
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