Libro Segundo: |
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Capítulo VIII | ||
De la familiar amistad con Jesús.
1. Cuando Jesús está presente, todo es bueno, y no hay cosa que parezca difícil: mas cuando Jesús está ausente, todo es pesado. Cuando Jesús no habla al alma, todo consuelo es despreciable; mas si Jesús habla una sola palabra, gran consolación se siente. ¿Por ventura no se levantó luego María Magdalena del lugar donde lloró, cuando Marta le dijo: El Maestro está aquí y te llama? ¡Oh dichosa hora, cuando Jesús llama de las lágrimas al gozo del espíritu! ¡Cuán árido y duro eres sin Jesús! ¡Cuán necio y vano si codicias algo fuera de Jesús! ¿No es eso peor daño que si perdieses todo el mundo? 2. ¿Qué puede darte el mundo sin Jesús? Estar sin Jesús es terrible infierno, y estar con Jesús, dulce paraíso. Si Jesús estuviese contigo, ningún enemigo te podrá dañar. El que halla a Jesús, halla un buen tesoro, verdaderamente bueno sobre todo bien. Y el que pierde a Jesús pierde muy mucho, más que si perdiese todo el mundo. Paupérrimo es el que vive sin Jesús; y riquísimo el que está bien con Jesús. 3. Arte excelente es saber conversar con Jesús, y gran cordura saber tener a Jesús. Se humilde y pacífico, y Jesús será contigo. Se devoto y recogido, y Jesús permanecerá contigo. Fácilmente puedes echar de ti a Jesús y perder su gracia, si te apegas a las cosas exteriores. Y si destierras de ti a Jesús, y le pierdes, ¿dónde irás, y a quien buscarás por amigo? Sin amigo no puedes vivir contento; y si Jesús no fuere para ti sobre todos los amigos, estarás muy triste y desconsolado. Obras, pues, neciamente, si en algún otro confías o te alegras. Preferible es tener a todo el mundo por enemigo, que tener ofendido a Jesús. Sea, pues, Jesús especialísimamente amado sobre todos tus amigos. 4. Ama a todos por amor de Jesús; mas a Jesús por Sí mismo. Solo Jesucristo debe ser amado singularísimamente, porque Él solo es bueno y fiel más que todos los amigos. Por Él y en Él debes amar a los amigos y enemigos; y rogarle por todos para que le conozcan y amen. Nunca desees ser alabado ni amado especialmente, porque eso solo a Dios pertenece, que no tiene igual. No exijas que alguno te dé lugar en su corazón, ni llenes el tuyo con el amor de otro; solo Jesús sea en ti y en todo hombre bueno. 5. Se puro y libre en tu interior, sin apego a criatura alguna. Conviene tener para con Jesús un corazón puro y desnudo, si quieres descansar y ver cuán suave es el Señor. Y verdaderamente no lograrás esto si no fueres prevenido y traído de su gracia, para que, desprendido y libre de todas las cosas, solo con Él te unas. Pues cuando viene la gracia de Dios al hombre, se hace poderoso para todo; pero cuando la gracia se va, será pobre y enfermo, y en cierto modo abandonado a los castigos. En esto no debes desmayar ni desesperar, sino someterte tranquilo a la voluntad de Dios y sufrir todo mal que viniere por amor de Jesucristo; porque al invierno sigue el estío, después de la noche vuelve el día, y pasada la tempestad viene la bonanza. |
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