Fernán Caballero en AlbaLearning

Fernán Caballero

(Cecilia Böhl de Faber y Larrea)

"Callar en vida y perdonar en muerte"

Cap. 6: La plana

Biografía de Fernán Caballero en AlbaLearning

 
 
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Música: Clementi - Sonatina Op.36 No.1 in C major - 2: Andante
 
Callar en vida y perdonar en muerte
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La plana
 

En este trascurrido tiempo, las relaciones de Doña Mariana con su hijo se habían ido agriando cada vez más; porque esta buena señora, subyugada y en todo sumisa a su yerno, no se conformaba con las cuentas que le mandaba aquél, el cual había seguido administrando el caudal de su madre, que continuaba unido al suyo. Conformándose al parecer, y dócil a los consejos de D. Andrés, acabó Doña Mariana por exigir la partición del caudal y la realización de su parte. Después de muchos debates, se había por fin verificado este arreglo al poco tiempo de su llegada a M***. Este suceso contentó a todos; y la buena señora se sentía aligerada de un peso grande, con haber cortado por este medio todo motivo de altercados para lo sucesivo, tanto con su hijo como con su yerno.

Una mañana después de volver de la iglesia, había venido a hablar a la señora un escribano, que era el apoderado de su hijo, y la había traído quinientas onzas en oro, última entrega de su capitalizado caudal. La señora había a continuación firmado el finiquito, y sentada al lado de su hija celebraba la conclusión de este negocio, cuando entró el mayorcito de sus nietos, que venía de la escuela. Traía muy ufano una plana escrita por él, la que enseñó a su abuela. Tomola ésta en la mano con aquel agrado y aquella complacencia qne excitaban en ella cuanto hacían sus nietos, y leyó la máxima que, escrita con firme pulso, encabezaba la plana, y se repetía en cada renglón, copiada por el niño. Decia así:

«No cuentes con el día de mañana, que no lo tienes seguro.»

La señora miró cada renglón con aire de aprobación, y dijo al niño:

-¿Siempre dice lo mismo, Andresito?

-Sí señora -contestó éste-; todos los renglones dicen lo que la muestra, menos el último.

La abuela bajó la vista, y leyó:

«La hizo Andrés Peñalta el 20 de Marzo de 1840.»

-¡Chiquillo -dijo la señora-, si estamos hoy a 19, día del Patriarca!

El niño se echó a reír, y repuso:

-Verdad es que me equivoqué; pero ¿qué le hace? Supongamos que la escribiría mañana.

-¿Tan pronto te olvidas de las sentencias que escribes niño? -le dijo su abuela-. ¿No dice acaso, «No cuentes con el día de mañana, que no lo tienes seguro»?

-Bueno, yo la enmendaré -repuso el niño, cogiendo la plana y echándose a correr.

Un momento después volvió y se la entregó a su abuela.

-¡Muchacho! -exclamó ésta apenas la vio-. ¿Por qué has enmendado estos números con tinta encarnada? ¡Jesús! ¡Parece una fecha sangrienta!

-Estaba la tinta encarnada sobre la mesa de padre, y es muy bonita, -contestó el niño.

-Pues a mí me parece muy fea -observó su madre-, y que hace muy notable la enmienda. Rómpela, hijo, y mañana, si Dios quiere, escribirás otra plana mejor a tu abuela.

-No, no -dijo ésta-; dámela, gloria mía. Para mí la hiciste, en ella me dices una cosa muy buena y muy santa, y es que no cuente con el día de mañana, que no es seguro; esto es, que debemos estar siempre preparados para la muerte, que nos lleva ante el tribunal del gran Juez de las almas; así es que la quiero conservar como buena memoria y mejor consejo. Y mira -añadió, tomando sobre la mesa una pila de veinte onzas-, estoy tan satisfecha de tu aplicación y de esta plana que la atestigua, que estas veinte onzas te las destino, y por mi muerte serán tuyas. Para que se sepa, voy a escribir esta mi voluntad al pié de la plana y a liar en ella las onzas.

La señora cogió la pluma con la que acababa de firmar los recibos, y escribió al pie de la plana, y debajo de la roja fecha y del nombre del niño, que era el mismo de su padre: «Esto le deja en memoria, Mariana Pérez».

En seguida lió las veinte onzas en la plana, las que guardó con el demás oro en una caja, que cerró y se llevó a su cuarto.

Aquella noche se consumó en la persona de esta anciana el atroz asesinato referido al principio de esta relación, en la que queda tambien pintado el dolor en que tan inaudita desgracia sumió a la pobre Rosalía, y la profunda impresión que causó en su marido, el cual quizás se arrepentiría entonces de lo amarga que hizo la vida a aquella infeliz víctima, que tanto le había querido y considerado.

La pérdida que experimentaron con tan considerable robo, de que nada se pudo recuperar; el misterio que envolvió el atentado, a pesar de las muchas diligencias e investigaciones que se hicieron; la convicción de tener algún enemigo oculto, pero perspicaz, hicieron insufrible al matrimonio su permanencia en aquel pueblo, y a instancias del comandante fueron trasladados a un punto lejano de aquél.

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