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Gustavo Adolfo Bécquer

"Unida a la muerte"

Canto Segundo - Cap 25

Biografía de Gustavo Adolfo Bécquer en Albalearning

 
 
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Música: Albeniz - Espana - No. 3 - Malagueña
 

Unida a la muerte

Canto Segundo

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XXV

La mañana disipa lentamente las masas de nubes, que de ninguna manera revelan haber sido testigos de un combate; a los gritos que durante el reinado de las sombras turbaron el silencio de la bahía, ha sucedido la tranquilidad más completa; pero en los arenales se puede observar aún vestigios de la lucha, fragmentos de sables rotos, huellas de pasos multiplicados, y, sobre la arena, estampadas las señales de más de una mano convulsiva; más lejos, una antorcha extinguida, una barquilla desamparada, y en medio de las algas que se acumulan en la playa, en el lugar en que ésta se inclina hacia el abismo, una capa blanca; una capa blanca desgarrada en toda su longitud y señalada con una mancha de un encarnado oscuro, sobre la cual pasa el agua sin borrarla. Pero el que llevaba esta capa blanca ¿dónde está? Vosotros, los que tengáis necesidad de llorar sobre esos restos mortales, id a buscarlos a las riberas de Lemnos, donde la corriente suele depositar su carga después de haberla paseado alrededor del cabo de Sijeo. Allí, las aves de rapiña lanzan gritos salvajes revolando encima de su presa, que no se atreve a tocar con sus picos hambrientos, porque, agitada sin cesar sobre aquella almohada movible, la cabeza del cadáver se levanta mecida por las olas, y la mano, impelida por un extraño movimiento, que no es el de la vida, parece que está amenazando todavía, elevándose con la oleada y descendiendo otra vez con ella. ¿Y qué importa que ese cadáver desapareciese en aquel sepulcro vivo? El ave que desgarra esas formas inanimadas no haría otra cos a más que arrebatar la presa a viles insectos. El único corazón que hubiera sangrado, los únicos ojos que hubieran llorado, viendo morir a Selim; el único corazón que hubiera sufrido horrorosos tormentos junto a esos miembros encerrados en una tumba; el único corazón, los únicos ojos que se hubieran afligido hasta el último extremo al pie de la fosa fúnebre adornada con un turbante... serían el corazón y los ojos de Zuleika. ¡Pero el corazón de Zuleika está despedazado ya..., y sus ojos se han cerrado... sí... cerrado para siempre..., antes aún que los de su amante!

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