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Imitación de María

Capítulo 14


 

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Imitación de María

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Capítulo XIV
 

Que la pobreza de espíritu es el mejor consuelo del alma

Aunque hubiese tenido todos los tesoros del mundo, nunca, hijo mío, hubiera puesto en ellos mi corazón.

Todo el consuelo de mi alma fue la estrechez, y en mi pobre hogar tuve más reposo que si hubiese habitado los espléndidos palacios de los reyes.

Fui, es verdad, de la Real familia de David, pero empobrecida por las vicisitudes de los tiempos.

Los regalos que los Magos de Oriente ofrecieron ante la cuna de mi Hijo, recibiéronlos de mi los pobres.

Más me gustaba vivir en la escasez, que abundar en cosas superfluas.

Observa mi casa de Loreto en Italia, y verás cuan distante estuve de toda ostentación.

Nada deseó mi corazón fuera de las riquezas eternas, y por esto no tuve de las terrenas el menor cuidado.

El pobre de espíritu con solo Dios se contenta, y en amarle cifra toda su riqueza.

En tinieblas anda el hombre que quiere enriquecerse y que anhela las preciosidades de la tierra.

Nadie acostumbra pensar menos en Dios y en su salvación que el que quiere atesorar bienes mundanos.

El ansia de poseer ocupa demasiado el entendimiento; y este es el mal pensamiento que mata la vida espiritual y ahoga la voz interior de Dios.

Nunca gozarás de mayor libertad que viviendo en pobreza de espíritu.

¿Qué te aprovechan el oro y la plata si te llenan de cuidados, y finalmente roban el cielo?

Poco basta para satisfacer a la naturaleza: ¿por qué apeteces el lujo y la superfluidad si te basta lo necesario?

Pocos son los que no ponen su corazón en sus bienes, y muchos los que usan mal de ellos y se hunden en el infierno.

Emplea para el bien todo lo que recibiste de Dios, pues tendrás que dar cuenta del último céntimo y de cómo lo hayas gastado.

Y además, bien seas rico, bien seas pobre, nada llevaras contigo de tus bienes, y solo tendrás el bien o el mal que con ellos hayas obrado.

Las sólidas virtudes son la verdadera riqueza, y la única que redunda en bien del alma.

La recta intención y la buena conciencia son ricos tesoros para la eternidad: si quieres poseerlos, mantente pobre de espíritu, y ¡sígueme!

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