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Imitación de María

Capítulo 13


 

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Imitación de María

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Capítulo XIII
 

Que la sinceridad endulza grandemente la vida.


Aborrece, hijo mío, la doblez y el engaño, y procura adquirir la pía sencillez.

Nunca tuve para con los hombres corazón doble, sino sencillo y lleno de amor y sinceridad.

Nadie dudo de mis palabras, porque sabían todos que lo que tenía en la mente eso tenía en los labios.

Porque fui Madre de verdad, por esto aborrecí el vicio de la falsedad.

Así como alabé siempre el bien, asimismo me opuse constantemente al mal.

Hijo mío, trata con sinceridad a tu hermano, y no andes con él por la senda de la mentira.

No imites a este mundo, acostumbrado a mentir y a proceder dolosamente.

¿Qué otra cosa ves en él sino multitud de hombres que obran con doble fin?

Mienten casi todos al llamarse amigos y servidores tuyos, cuando solo buscan su propio interés.

Sus cumplidos no son más que engaños, y de ellos esperan alabanzas.

Como los peces se cogen con el anzuelo y las aves con la liga, así los simples y los crédulos son engañados por sus fingimientos.

Todo lo que digas esté conforme a tu corazón, y habla siempre con sinceridad.

¿Qué te aprovecha ser paloma en el exterior, si en tu interior eres serpiente?

Concuerden siempre tu corazón y tu lengua, y no te conduelas con el triste, fingiendo también dolor.

Si deseas bien a tu prójimo, hazlo de todo corazón, y así observaras la ley de la caridad.

No obstante, la sinceridad debe ir siempre íntimamente unida con la prudencia para que no degenere en familiaridad, que lleva en pos de si el desprecio y quebranta la gravedad.

No es preciso que reveles a cualquiera tus secretos: esto es grave y perniciosa ligereza: trata, sí a todos fielmente.

Lo que no convenga decir, cállalo: lo que digas, dilo con verdad.

Así como Dios aborrece al hipócrita, tan diverso en el exterior de lo que es en su interior, así maldice también al fingido adulador que tiene en el corazón diversos sentimientos que en sus labios.

Mis devotos han de ser veraces; y nadie se tenga por devoto mío si no se manifiesta sincero con todos.

Mejor es que se burlen de ti por la sencillez, que no que te alaben por ser astuto según el mundo.

La verdadera sencillez es pacífica, no turbulenta; pero el chismoso y falso perturba a muchos.

El hombre sencillo y recto es en extremo amable; mientras el tramposo dura poco, y cogido en sus redes viene a ser despreciado de todos.

Aparta de ti todo deseo de engañar, y ejercita la sinceridad cristiana. ¡Sígueme!

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