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Imitación de María

Capítulo 3


 

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Imitación de María

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Capítulo III
 

Que la modestia es el mejor adorno del hombre bueno .

 

Presentarte debes ante los hombres; pero cuida de presentarte bien.

Al aparecer en público guarda modestia: esta virtud te es en extremo necesaria, y apréndela de Mí.

Tal viví entre los hombres, que nadie me miro jamás sin experimentar suma edificación.

No fui descompuesta en las palabras, ni grité con insolencia, ni fue libre mi lengua, ni mis pasos desenvueltos.

Nada hubo de inmodesto en mis acciones, ni de ceñudo en mi semblante.

En todo mi trato brilló como en un espejo la hermosura de la castidad y de la virtud.

La misma belleza de mi cuerpo no fue sino una imagen de la santidad de mi alma y de mi bondad.

Nadie pensó mal de Mí al verme andar, orar, comer o trabajar.

Antes los que me veían quedaban muy edificados y alababan a Dios.

Mi belleza, que fue suma, exhalaba el perfume de la castidad y de la inocencia.

No digas jamás palabra deshonesta, porque mata el alma.

Abstente de ciertas bromas: ¿qué vale hacer reír a los otros si ofendes a Dios en tu hermano, a quien pones en tentación?

No derrames la vista a un lado y a otro: esto es propio de hombres necios y de ligero corazón.

Sean graves tus pasos, como hacen los hombres de elevado pensar.

No levantes tu voz con risas estrepitosas, y la modestia está siempre dibujada en tu rostro.

Mejor responderás a los malos con el gesto que con las palabras.

Cuando hables, sean tus palabras como un anzuelo con que atraigas a otros a la piedad.

Se afable con todos, y así ganarás los corazones.

Si al verte se alegran los buenos y alaban a Dios, y se enmiendan los malos, bien puedes creer que brilla en ti la luz de la modestia. ¡Sígueme!

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