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José Zorrilla

"La leyenda de Don Juan Tenorio"

XVI

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Música: Mendelssohn - Lied ohne Worte Op.62 No.1 (Andante espressivo)
 
La leyenda de Don Juan Tenorio
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    Fuera a posta o por desliz,
sus puertas de par en par
y sus cofres sin cerrar
dejó doña Beatriz.
   Pensar que en ellos pudiera
ocultarse criatura
viviente, fuera locura
y absurdo supuesto fuera:
   y tanto más evidente
cuanto que se descuidó
el fraile y no los pidió
hasta la tarde siguiente.
   Ni en don César mismo cupo
la idea vil de un registro,
ni, de sus iras ministro,
pensar tal Antúnez supo.
   Don Luis, pues, como bizarro
caballero, los cerró
y sus llaves entregó
al que los llevó en el carro.
   Y cuando el carro partió
dijo a don Luis don Guillén:
«No creí librar tan bien;»
y don Luis dijo: «Ni yo.»

GUILLÉN
   Paréceme que se va
de nuestra casa el demonio.

LUIS
Fue en verdad un matrimonio
que anudó el diablo quizá.

GUILLÉN
    A ser yo mejor creyente,
cruces hiciera erigir
en su puerta y bendecir
la casa devotamente.

LUIS
   No des en eso jamás.

GUILLÉN
¿Pues qué mal de ello deduces?

LUIS
Que en casa tras de las cruces
entraría Satanás.
   Y pues la ocasión se ofrece
y a solas nos encontramos,
del caso en que nos hallamos
oye lo que me parece.
    No hay que echar nunca en olvido
que desde su fundamento
esta casa y el convento
mal fundamento han tenido.
   Los Tenorios pertenecen
al partido de aquel rey
cuyos recuerdos y ley
los clérigos aborrecen.
   Muerto aquel rey y vencido,
ellos harán que la historia
guarde una mala memoria
del a quien tanto han temido.
   Entre el clero y su corona
siempre hubo en pie una amenaza;
y el clero, Guillén, es raza
que ni olvida ni perdona.
   Según como sople el viento
y venga el tiempo que pasa,
o el convento hunde la casa
o ésta derriba el convento.
   Mas hoy no es partido igual;
gente poderosa y mucha
son y crecen; en la lucha
nos tiene que ir hoy muy mal.
   La casa hoy con gran trabajo
en sostener harto haremos,
Guillén, pues pertenecemos
a los que están hoy debajo.
   Los Ulloas por egida
tienen el convento ahora;
contra el convento no es hora
de ir: es lid comprometida.
   Si se cambia, que lo dudo,
para él el tiempo, veremos
si a los Ulloas podemos
sorprender sin ese escudo.
   Mas no creas que es cuestión
de familias ni personas;
los principios, las coronas
los que entran en lucha son.
   No va a haber arma ninguna,
por de mala ley que sea,
que empleada no se vea
sin fiar en la fortuna.
   Y nosotros como el rey,
si en tal lid nos empeñamos,
es forzoso que seamos
vencidos a mala ley;
   y si en un baldón eterno
para hundirnos es preciso
un milagro te lo aviso,
nos abrirán el infierno
y echarán del paraíso.
   Ves, pues, que por el momento
al convento no derriba
nuestra casa: quien arrasa
nuestra casa es el convento.

GUILLÉN
¿Qué hacer, pues? ¿A la venganza
renunciar?

LUIS
No: mas del fuego
de ella alejar a don Diego,
que es nuestra única esperanza
   de perpetuar nuestro nombre:
el odio perpetuaremos
los dos y a Gil vengaremos,
mas sin Diego aunque te asombre.
   Que no sepa de su padre
la historia y de su madrastra;
que no halle nunca esa rastra
de espinas que le taladre
   el corazón; que no huelle
ningún hijo de él la senda
de nuestros odios y selle,
si uno hay que en valor descuelle,
el fin de nuestra leyenda
con catástrofe tremenda
que en el convento le estrelle.
   Tengo miedo al porvenir:
o el convento ha de caer
o nuestra raza ha de ir,
al convento por vencer,
en el convento a morir.

GUILLÉN
   Luis, del modo que hoy estás
jamás te he visto.

LUIS
Es que hoy
viendo el porvenir estoy
como no le vi jamás.
   Hoy viste irse a esa mujer
por los frailes protegida:
¡bien ida, Guillén, bien ida!
No la deje Dios volver.
   En vez de correr tras ella
como querrá en su furor
César, borrar es mejor,
si la encontramos, su huella.
   Mas temo que César, ciego,
con el claustro en lid se empeñe
o con ella: y es un juego
que hay que atajar desde luego
antes de que nos despeñe.
   Ve, pues, a traer al doctor,
el que hoy menester nos es
para César, y después
pensaremos lo mejor.
   Como se ve por la clave
que de ella don Luis nos da,
la cuestión es ardua y grave
y espinosa cuanto cabe.
¿Cómo se resolverá?
¿Por quién y cuándo? ¡Quién sabe!
Aún en discusión está:
tal vez el tiempo la agrave:
un siglo la cortará
tal vez..., tal vez no se acabe
jamás de aclarar..., quizá
de ella Dios tiene la llave
y con un genio o un ave
un día nos la enviará.
Entretanto va sin rumbo
nuestra sociedad, cual nave
que del agua entre el balumbo
de la mar revuelta va.
   De César don Luis juzgó
bien: mas tarde por demás
para atajarle acudió:
porque del carro detrás,
aunque don Luis no lo vio,
por orden de aquél quizás
Per Antúnez se salió
de la casa, y no volvió
por ella a parecer más.

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