María Josefa San Juan Estupiñán de Novas en AlbaLearning

María Josefa San Juan Estupiñán de Novas

"Tomás y el desván"

6. Fiestas navideñas

María Josefa San Juan Estupiñán de Novas

 
 
[ Descargar archivo mp3 ]
 
Música: Mozart (Menuet)
 
Tomás y el desván
<<< 6 >>>
Fiestas navideñas

El “Desván” estaba totalmente en silencio, con ese silencio que se va haciendo pesado como si un manto de plomo pesara sobre tu cabeza, más aún sobre tu espíritu… robándose el último vestigio de alegría que tu alma guardaba.

Muchos  ruidos desde abajo, comienzan a percibirse aquí arriba, nuestro ambiente en esta noche, no es jubiloso. Nuestra doñita… Caruca… ¡Nos cerró la ventana! La llegada del invierno todo lo complica. La calefacción es muy costosa, no podemos permitir que el calor se escape y la casa se enfríe, mas la sola idea del encierro, pone caras largas a los habitantes del desván.

Miramos a nuestro alrededor y todo parece  “hostil“, la poca luz que entra de afuera y las fantasmagóricas sombras juegan con nuestras mentes imaginando monstruos horrendos y amenazantes, que provocan escalofríos. ¡Nosotros los trastos  “viejos” no tenemos “Navidad”, si acaso uno que otro nuevo vecino, que en la limpieza de Navidad ha iniciado su curso al desván … ¡ya no sirve¡ ¡Ya no es apreciado!

Meditabundo estaba yo, cuando  la vieja cesta de golosinas de navidad se acomodó a mi lado y con desenvoltura y desenfado, para romper el hielo inició su conversación… traía noticias frescas:

- ¿No sabe amigo Piano?, yo me acuerdo de usted, de cuando estaba allá abajo… ¿Sabe? Hoy Cleopatra por fin entró a la casa, cuando doña Josefa y doña Mimí estaban en sus trabajos, sucedió que afuera todo estaba congelado por la nevada de la noche anterior, Cleopatra afuera, estaba subida arriba del equipo del aire acondicionado y asomando su carita espantada. ¡Gritaba y brincaba de frìo!, ¡se estaba congelando!. A la sazón la abuelita Angelina, que había venido a pasar la Navidad, se unió a Teté que se compadecía y suplicando a doña Caruca para que le diera abrigo la entraron a la casa sin novedad.

Las Navidades pasaron, y una primavera pujante, hermosa, comenzando a pintar de esmeralda las plantas que yacían dormidas, y estimulando la aparición de sus flores primaverales, hacían que desde el patio hasta el parque, toda la vegetación se viera reverdecida y salpicada de los arbustos de las Forsythia, que maravillosamente parecían cubiertas del oro de sus flores, para anunciar el arribo de la Madre Primavera, sin dejar de mencionar a los Tulipanes de múltiples colores y a los Jacintos y Crocos que competían por brillar. Madre Primavera, con todos sus ritos, era la celebración de la vida... ¡Era un nuevo comenzar de su ciclo! ¡Y su máxima clebración en el aparearse de sus criaturas!

A cada media tarde, Tomasito acudía a su visita platónica a Cleopatra, quien desde detrás del cristal de la ventana de la sala, trepada en el equipo del aire acondicionado y en una pose zalamera, trataba por todos los medios de hechizar a su galán y así desde el interior, para llamar su atención, se estiraba y hacía casi malabarismos con tal que él no apartara sus ojos de ella. Así era de coqueta nuestra Cleopatra.

Cleopatra sentía mucha simpatía por Tomasito. ¡Cuánto le gustaría que él estuviera dentro!

Mientras esta pareja conversaba, agazapado y mirándolos detenidamente... mirando aquella idílica escena... aquel casi Tigre ¡hermoso..inmenso! que se llamaba "Peluchín", (Otto), se iba gradualmente enojando, y guardando ese enojo, para desahogarlo con Cleopatra, cuando ella distraída bajara al piso.

Era entonces que el enjojado animal comenzaba por marcar su territorio, dejándole saber a ella que no era bienvenida y acompañando todo esto con fuertes gritos de ¡Miau! y algunos galletazos, que hacían volar por los aires el suave y aterciopelado pelo de Cleopatra. Ella era brava, su lucha callejera la había hecho fuerte, no temía a sus congéneres y bravíamente respondía a Peluchín, con un contra-ataque, y sin que le temblara la pata derecha, le golpeaba la cara una y otra vez... hasta que justo los pelos de su hocico volaban por el aire también... y volvía a la carga, hasta que él huía en retirada y malhumorado, ¡refunfuñando!

Desde el desván todos estábamos atentos a la algarabía; desde allí todo se percibía, rompiendo la monotonía de nuestro santuario, aquí todo es paz y armonía... solo cuando abren la ventana es que vuelve la vida.

Ya, loado sea el Señor... la ventana "Ya" está abierta y a más de los rayos del Sol que pintan con fulgores de vida y alegría este recinto, el perfume de nuevo llega a anunciar que esta primavera, largamente esperada, llegó para llenarnos de todo lo bueno que la vida ofrece, al mismo tiempo que le da una nueva vida esplendorosa a todos los que habitamos aquí, ya que al rememorar nuestras historias, hacemos felices a los demás.

Todavía no he cerrado mi boca, cuando por la abierta ventana asoman sus caritas Melisa y Oscar, haciendo su visita habitual... La muy pilla anuncia que se muda, va a ser mamá y la muy pretenciosa quiere "Casa Nueva".

Dice que la casa que ocupan en el tronco del centenario Maple, que está en nuestro patio, es muy pequeña, que ella planea tener mucha familia. Oscar la mira entre abochornado y preocupado, familia muy numerosa... ya sabemos, ¡más trabajo!¡más preocupaciones! Tomasito nos dijo que al doblar en la Avenida Webster, en esa linda casita de color "Azul" con todos sus retoques en blanco y color carmelita rojizo, la cual parece un Chalet Suizo de los cuentos infantiles... pues bien, allí, en el hermoso y centenario Maple, probablemente plantado hace más de 200 años, cuando fue construida la casa, que es casi ya una dinastía...

- Es que yo quiero mi casa. Una casa grande, espaciosa, para nuestra maravillosa y larga familia. Allí viven doña Teresa y don Reinaldo, con su hija Alexa; ellos son un linda familia, yo quiero ser igual que ellos… que son muy felices y generosos. Además la señora siempre me da esas golosinas que tanto te gustan Oscar y que estoy segura harán las delicias de mis niños.

- Ese árbol es el orgullo de la casa, continuó diciendo, y ellos lo han defendido  de la falta de visión de los nuevos vecinos, obstinados en arruinar la belleza de la avenida. Por eso es ahí, en ese tronco centenario lleno de  relatos y de “Historia”, es que yo quiero que nazcan mis pequeños. ¡Qué maravilloso! ¿No crees?  Ese será nuestro Castillo… Recuerda… ”Nobleza, obliga”

Y dejando a Oscar pasmado, corrió pizpireta… dando salticos en busca de las suculentas nueces que doña Josefa le obsequiaba para que no se comiera ni los Tulipanes, ni los Crocus, ni los bulbos de los Jacintos. Diciendo esto se marchó dejándonos absortos, analizando la psicología de esta ardillita traviesa... si… pero amada por todos.

El Sol ya se pone… debemos despedir el día ¡Buenas noches, y hasta mañana!

Inicio
<<< 6 >>>
 

Índice de la obra

Cuentos Infantiles y Juveniles