"Nada menos que todo un hombre" 11
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Biografía de Miguel de Unamuno en Wikipedia | |
Música: Schumann Album für die Jugend op.68, no. 1 "Melodie" |
Nada menos que todo un hombre |
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Cada vez comprendía menos Julia a su marido, pero cada vez se encontraba más subyugada a él y más ansiosa de asegurarse de si le quería o no. Alejandro, por su parte, aunque seguro de la fidelidad de su mujer, o mejor de que a él, a Alejandro — ¡nada menos que todo un hombrel — , no podía faltarle su mujer — ¡la suyal — diciéndose: «A esta pobre mujer le está trastornando la vida de la corte y la lectura de novelas», decidió llevarla ai campo. Y se fueron a una de sus dehesas. — Una temporadita de campo te vendrá muy bien — le dijo — . Eso templa los nervios. Por supuesto, si es que piensas aburrirte sin tu michino, puedes invitarle al condezuelo ese a que nos acompañe. Porque ya sabes que yo no tengo celos, y estoy seguro de ti, de mi mujer. Allí, en el campo, las cavilaciones de la pobre Julia se exacerbaron. Aburríase grandemente. Su marido no la dejaba leer. — Te he traído para eso, para apartarte de los libros y cortar de raíz tu neurastenia, antes de que se vuelva cosa peor. — ¿Mi neurastenia? — ¡Pues claro! Todo lo tuyo no es más que eso. La culpa de todo ello la tienen los libros. — ¡Pues no volveré a leer más! —No, yo no exijo tanto... Yo no te exijo nada. ¿Soy acaso algún tirano yo? ¿Te he exigido nunca nada? — No. ¡Ni siquiera exiges que te quiera! — ¡Naturalmente, como que eso no se puede exigir! Y, además, como sé que me quieres y no puedes querer a otro... Después de haberme conocido y de saber, gracias a mí, lo que es un hombre, no puedes ya querer a otro, aunque te lo propusieras. Te lo aseguro yo... Pero no hablemos de cosas de libros. Ya te he dicho que no me gustan novelerías. Esas son bobadas para hablar con condesitos al tomar el te. Vino a aumentar la congoja de la pobre Julia el que llegó a descubrir que su marido andaba en torpes enredos con una criada zafia y nada bonita. Y una noche, después de cenar, encontrándose los dos solos, la mujer dijo de pronto: — No creas, Alejandro, que no me he percatado del lío que traes con la Simona... — Ni yo lo he ocultado mucho. Pero eso no tiene importancia. Siempre gallina, amarga la cocina. — ¿Qué quieres decir? — Que eres demasiado hermosa para diario. La mujer tembló. Era la primera vez que su marido la llamaba así, a boca llena: hermosa. Pero, ¿la querría de veras? — ¡Pero con ese pingo...!— dijo Julia por decir algo. — Por lo misino. Hasta su mismo desaseo me hace gracia. No olvides que yo casi me crié en un estercolero, y tengo algo de lo que un amigo mío llama la voluptuosidad del pringue. Y ahora, después de este entremés rústico, apreciaré mejor tu hermosura, tu elegancia y tu pulcritud. — No sé si me estás adulando o insultando. — ¡Bueno! ¡La neurastenia! ¡Y yo que te creía en camino de curación...! — Por supuesto, vosotros los hombres podéis hacer lo que se os antoje, y faltarnos... — ¿Quién te ha faltado? — ¡Tú! — ¿A eso llamas faltarte? ¡Bah, bah! ¡Los libros, los libros! Ni a mi se me da un pitoche de la Simona, ni... — ¡Claro! ¡Ella es para ti como una perrita, o una gatita, o una monal — ¡Una mona, exacto; nada más que una mona! Es a lo que más se parece. ¡Tú lo has dicho: una monal ¿Pero he dejado por eso de ser tu marido? — Querrás decir que no he dejado yo por eso de ser tu mujer... — Veo, Julia, que vas tomando talento... — ¡Claro, todo se pegal — ¿Pero de mí, por supuesto, y no del michino? — ¡Claro que de ti! — Pues bueno; no creo que este incidente rústico te ponga celosa... ¿Celos tú? ¿Tú? ¿Mi mujer? ¿Y de esa mona? Y en cuanto a ella, ¡la doto, y encantada! — Claro, en teniendo dinero... — Y con esa dote se casa volando, y le aporta ya at marido, con la dote, un hijo. Y si el hijo sale a su padre, que es nada menos que todo un hombre, pues eí novio sale con doble ganancia. — ¡Calla, calla, callal La pobre Julia se echó a llorar. —Yo creí — concluyó Alejandro — que el campo te había curado la neurastenia. ¡Cuidado con empeorar! A los dos días de esto volvíanse a la corte. |
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