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Biografía de Miguel de Unamuno en Wikipedia | |
Música: Schumann Album für die Jugend op.68, no. 1 "Melodie" |
El marqués de Lumbría |
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El embarazo de Carolina fue penosísimo. Y parecía no desear al que iba a venir. Cuando hubo nacido, ni quiso verlo. Y ai decirle que era una niña, que nació desmedrada y enteca, se limitó a contestar secamente: «¡Sí, nuestro castigo!» Y cuando poco después la pobre criatura empezó a morir, dijo la madre: «Para la vida que hubiese llevado...» — Tú estás así muy solo— le dijo años después un día Carolina a su sobrino, el marquesito— ; necesitas compañía y quien te estimule a estudiar, y así, tu padre y yo hemos decidido traer a casa a un sobrino, a uno que se ha quedado solo... El niño, que ya a la sazón tenía diez años, y que era de una precocidad enfermiza y triste, quedóse pensativo. Cuando vino el otro, el intruso, el huérfano, el marquesito se puso en guardia, y la ciudad toda de Lorenza no hizo sino comentar el extraordinario suceso. Todos creveron que como Carolina no había logrado tener hijos suyos, propios, traía el adoptivo, el intruso, para molestar y oprimir al otro, al de su hermana... Los dos niños se miraron desde luego como enemigos, porque si imperioso era el uno, no lo era menos el otro. «Pues tú qué te crees — le decía Pedrito a Rodriguín — , ¿que porque eres marqués vas a mandarme...? Y si me fastidias mucho, me voy, y te dejo solo.» «Déjame solo, que es como quiero estar, y tú vuélvete adonde los tuyos.» Pero llegaba Carolina, y con un «¡niños!» los hacia mirarse en silencio. — Tío — (que así le llamaba), fue diciéndole una vez Pedrito a Tristán — , yo me voy, yo me quiero ir, yo quiero volverme con mis tías; no le puedo resistir a Rodriguín; siempre me está echando en cara que yo estoy aquí para servirle y como de limosna. — Ten paciencia, Pedrín, ten paciencia; ¿no la tengo yo? — Y cogiéndole al niño la cabecita se la apretó a la boca y lloró sobre ella, lloró copiosa, lenta y silenciosamente. Aquellas lágrimas las sentía el niño como un riego de piedad. Y sintió una profunda pena por el pobre hombre, por el pobre padre del marquesito. La que no lloraba era Carolina. |
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