Santa Teresa de Jesús

SANTA TERESA DE JESÚS

"Camino de perfección"

Capítulo 5

 

Biografía de Santa Teresa de Jesús en Wikipedia 

 

CAMINO DE PERFECCIÓN

Cap. 5

 
 
 
Capítulo 5

Prosigue en los confesores. Dice lo que importa sean letrados.

 

1. No dé el Señor a probar a nadie en esta casa el trabajo que queda dicho, por quien Su Majestad es, de verse alma y cuerpo apretadas, o que si la prelada está bien con el confesor, que ni a él de ella ni a ella de él no osan decir nada. Aquí vendrá la tentación de dejar de confesar pecados muy graves, por miedo de no estar en desasosiego. ¡Oh, válgame Dios, qué daño puede hacer aquí el demonio y qué caro les cuesta el apretamiento y honra! Que porque no traten más de un confesor, piensan granjean gran cosa de religión y honra del monasterio, y ordena por esta vía el demonio coger las almas, como no puede por otra. Si piden otro, luego parece va perdido el concierto de la religión, o que si no es de la Orden, aunque sea un santo, aun tratar con él les parece les hace afrenta (1).

2. Esta santa libertad pido yo por amor del Señor a la que estuviere por mayor: (2) procure siempre con el obispo o provincial (3) que, sin los confesores ordinarios, procure algunas veces tratar ella y todas y comunicar sus almas con personas que tengan letras, en especial si los confesores no las tienen, por buenos que sean. Son gran cosa letras para dar en todo luz. Será posible hallar lo uno y lo otro junto en algunas personas. Y mientras más merced el Señor os hiciere en la oración, es menester más ir bien fundadas sus obras y oración.

3. Ya sabéis que la primera piedra ha de ser buena conciencia y con todas vuestras fuerzas libraros aun de pecados veniales y seguir lo más perfecto. Parecerá que esto cualquier confesor lo sabe, y es engaño. A mí me acaeció tratar con uno cosas de conciencia que había oído todo el curso de teología, y me hizo harto daño en cosas que me decía no eran nada; y sé que no pretendía engañarme ni tenía para qué, sino que no supo más. Y con otros dos o tres, sin éste, me acaeció (4).

4. Este tener verdadera luz para guardar la ley de Dios con perfección es todo nuestro bien. Sobre ésta asienta bien la oración. Sin este cimiento fuerte, todo el edificio va falso. Si no les dieren libertad para confesarse, para tratar cosas de su alma con personas semejantes a lo que he dicho (5). Y atrévome más a decir, que aunque el confesor lo tenga todo, algunas veces se haga lo que digo; porque ya puede ser él se engañe, y es bien no se engañen todas por él; procurando siempre no sea cosa contra la obediencia, que medios hay para todo, y vale mucho a las almas, y así es bien por las maneras que pudiere lo procure.

5. Todo esto que he dicho toca a la prelada. Y así la torno a pedir que, pues aquí no se pretende tener otra consolación sino la del alma, procure en esto su consolación, que hay diferentes caminos por donde lleva Dios y no por fuerza los sabrá todos un confesor; que yo aseguro no les falten personas santas que quieran tratarlas y consolar sus almas, si ellas son las que han de ser, aunque seáis pobres; que el que las sustenta los cuerpos despertará y pondrá voluntad a quien con ella dé luz a sus almas, y remédiase este mal, que es el que yo temo; que cuando el demonio tentase al confesor en engañarle en alguna doctrina, como sepa trata con otros iráse a la mano y mirará mejor, en todo, lo que hace (6).

Quitada esta entrada al demonio, yo espero en Dios no la tendrá en esta casa; y así pido por amor del Señor al obispo que fuere, que deje a las hermanas esta libertad y que no se la quite, cuando las personas fueren tales que tengan letras y bondad, que luego se entiende en lugar tan chico como éste.

6. Esto que aquí he dicho, téngolo visto y entendido y tratado con personas doctas y santas, que han mirado lo que más convenía a esta casa para que la perfección de esta casa fuese adelante. Y entre los peligros -que en todo le hay mientras vivimos- éste hallamos ser el menor; y que nunca haya vicario (7) que tenga mano de entrar y salir, ni confesor que tenga esta libertad; sino que éstos sean para celar el recogimiento y honestidad de la casa y aprovechamiento interior y exterior, para decirlo al prelado cuando hubiere falta; mas no que sea él superior.

7. Y esto es lo que se hace ahora, y no por solo mi parecer; porque el obispo que ahora tenemos, debajo de cuya obediencia estamos (que) por causas muchas que hubo, no se dio la obediencia a la Orden) (8), que es persona amiga de toda religión y santidad y gran siervo de Dios (llámase) Don Alvaro de Mendoza, de gran nobleza de linaje, y muy aficionado a favorecer esta casa de todas maneras) (9), hizo juntar personas de letras y espíritu y experiencia para este punto, y se vino a determinar esto. Razón será que los prelados que vinieren se lleguen a este parecer, pues por tan buenos está determinado y con hartas oraciones pedido al Señor alumbrase lo mejor; y, a lo que se entiende hasta ahora, cierto esto lo es. El Señor sea servido llevarlo siempre adelante como más sea para su gloria, amén.

 

NOTAS CAPÍTULO 5

1 En la 1ª redacción había escrito con fina ironía: Si no es de la Orden, aunque fuese un San Jerónimo, luego hacen afrenta a la Orden toda. -Alabad mucho, hijas, a Dios por esta libertad que tenéis que -aunque no ha de ser para con muchos- podréis tratar con algunos, aunque no sean los ordinarios confesores, que os den luz para todo. -Es interesante notar que en este delicado asunto la legislación eclesiástica ha venido a dar la razón a Santa Teresa.

2 Quien estuviere por "mayor": la superiora.

3 O provincial: añadido entre líneas por la Santa. En la 3ª redacción (ms. de Toledo), la Santa tachó además obispo y escribió prelado. -Todo este pasaje tenía sentido diverso en la 1ª redacción: procure siempre tratar con quien tenga letras, y que traten sus monjas. Dios las libre, por espíritu que uno les parezca tenga y en hecho de verdad le tenga, regirse en todo por él, si no es letrado.

4 Véase Vida c. 6, n. 4; y c. 4, n. 7; c. 5, n. 3; c. 8, n. 11; c. 26, n. 3...

45 En el laconismo de esa frase compendia las siguientes de la 1ª redacción: Así que gente de espíritu y de letras han menester tratar. Si el confesor no pudieren lo tenga todo, a tiempos procurar otros; y si por ventura las ponen precepto no se confiesen con otros, sin confesión traten su alma con personas semejantes a lo que digo. -Uno de los censores, luego de haber subrayado largamente el texto del autógrafo, anotó al margen: "Esto es bien; porque hay unos maestros espirituales que, por no errar, condenan cuantos espíritus hay, por demonios, y yerran más en esto, porque ahogan los espíritus del Señor, como dice el Apóstol".

6 La 1ª redacción continuaba: ... no las quite que algunas veces se confiesen con ellos [con letrados] y traten su oración aunque haya confesores; que para muchas cosas sé que conviene, y que el daño que puede haber es ninguno en comparación del grande y disimulado y casi sin remedio, a manera de decir, que hay en lo contrario. Que esto tienen los monasterio: que el bien cáese presto, si con gran cuidado no se guarda; y el mal, si una vez comienza, es dificultosísimo de quitarse, que muy presto la costumbre se hace hábito y naturaleza de cosas imperfectas.

7 Vicario: superior facultado por el Obispo o Provincial Cf. carta al P. Gracián (B.M.C., 350, n. 1) con instrucciones para el gobierno de las carmelitas.

8 En la 1ª redacción continuaba insistiendo: Porque, como digo, hallóse grandes causas para ser esto lo mejor, miradas todas, y que un confesor confiese ordinario que sea el mismo capellán, siendo tal; y que para las veces que hubiere necesidad en un alma, puedan confesarse con personas tales como quedan dichas, nombrándolas al mismo prelado o, si la Madre fuera tal que el Obispo que fuere fíe esto de ella, a su disposición; que, como son pocas, poco tiempo ocuparán a nadie. Esto se determinó después de harta oración y de muchas personas y mía -aunque miserable- y entre personas de grandes letras y entendimiento y oración; y así espero en el Señor es lo más acertado.

9 Véase Vida c. 33, n. 16. -El elogio de D. Alvaro aquí hecho por la Santa, fue borrado por ella misma en el ms. de Toledo, al preparar el libro para la edición, y asimismo en el ms. de Madrid; lo conservó en el ms. de Salamanca.

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