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San Agustín

"Confesiones"

Libro 10

Capítulo 17

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Confesiones

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CAPÍTULO 17

Que no obstante ser tan grande la capacidad y virtud de la memoria, es necesario, para hallar a Dios, subir más arriba de esta potencia

 

26. Grande y excelente potencia es la memoria. Su multiplicidad, Dios mío, tan profunda como inmensa, tiene un no sé qué que espanta; todo esto que es mi memoria lo es mi alma y lo soy también yo mismo. ¿Y qué soy yo, Dios mío?, ¿qué ser y naturaleza es la que tengo? Una naturaleza que se compone de varias y que vive con varios modos de vida, y que de varios modos es inmensa, como se ve en los espaciosos campos de mi memoria, en las innumerables y profundas cuevas y senos ocultísimos de que consta, que de innumerables modos están todos llenos de innumerables géneros de cosas, ya estén allí por medio de sus imágenes, como las cosas corpóreas; ya estén por sí mismas, como las artes y ciencias, ya por medio de no sé qué nociones y señales, como las afecciones o pasiones del alma, que las tiene la memoria aun cuando ya no las padece el alma; no obstante que todo cuanto está en la memoria está en el alma. Por todos estos campos, cavernas y senos de mi memoria corro y vuelo de una parte a otra, me insinúo y profundizo cuanto cedo, pero en parte alguna hallo el fin. Tan inmensa como esto es fuerza y virtud de la memoria; y tan grande y suma es la vivacidad humana, no obstante ser la vida del hombre mortal y perecedera.

Pues ¿qué me resta hacer? Decídmelo Vos, Dios mío, que sois mi vida constante y verdadera. Subiré más arriba de esta potencia de mi alma, que llamamos memoria: pasaré por ella subiendo más arriba para llegar a Vos, deliciosa luz de mi alma. ¿Qué me decís Vos, Señor? Ya veis que por los grados de mi alma voy subiendo hacia Vos, que sois superior a mí. Subiré, pues, más arriba de esta potencia que llamamos memoria, deseando tocar con mi conocimiento vuestro Ser, por donde puede tocarse, y unirme a Vos, por donde y como esta unión pueda conseguirse. También las bestias y las aves tienen su memoria, sin la cual no sabrían volverse a sus guaridas y nidos, ni hacer ni repetir otras muchas acciones a que están acostumbradas, porque ni aun pudieran acostumbrarse a cosa alguna si no tuvieran memoria.

Pasaré, pues, más arriba de mi memoria, para llegar a aquel Ser soberano que me hizo diferente de los brutos y me hizo más sabio que las aves del cielo. Más arriba de mi memoria he de subir; pero ¿dónde os hallaré, dulzura soberana, segura y verdadera?, ¿en donde os hallaré? Porque si os he de hallar más allá de mi memoria y fuera de ella, no me acordaré de Vos. Y si no me acuerdo de Vos, ¿cómo os he de hallar?

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