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San Agustín

"Confesiones"

Libro 10

Capítulo 14

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Confesiones

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CAPÍTULO 14

Cómo también están en la memoria las afecciones o pasiones del ánimo

 

21. También las afecciones o pasiones del alma tienen su lugar en mi memoria, pero no están en ella de aquel modo como en el alma cuando las padece, sino de otro muy diverso, y según corresponde al oficio y facultad de la memoria. Porque sin sentir en mi alegría, me acuerdo de haber estado alegre, y sin estar triste, me acuerdo de la tristeza pasada; también sin sentir temor, me acuerdo de haber temido alguna vez; y sin desear ni apetecer, me acuerdo de que antes he apetecido y deseado; algunas veces me acuerdo de lo que positivamente es contrario al afecto que entonces experimento, pues estando con alegría me acuerdo de mi tristeza pasada, y estando con tristeza suelo acordarme de mi pasada alegría.

No fuera esto tan digno de admirarse hablando de las pasiones del cuerpo, porque el alma, que es la que se acuerda, es muy distinta del cuerpo que las padecía. Y así no merece tanta admiración, que estando yo actualmente gozoso, me acuerdo de algún dolor pasado de mi cuerpo. Pero aquí es cosa que admira, porque también es alma la memoria, pues cuando encargamos a alguno que no olvide una cosa, solemos decirle: Mira que esto lo tengas en el alma; y cuando sucede que nos olvidamos de algo, decimos: No estuvo en mi alma tal cosa o se me escapó del alma, llamando alma a la memoria.

Pues siendo esto así, ¿en qué consiste que, aun cuando actualmente esté alegre, si me acuerdo de mi tristeza pasada, mi alma tenga alegría y mi memoria tristeza, pero de tal modo que el alma real y verdaderamente está alegre, porque tiene en sí la alegría, y la memoria no está triste, aunque tiene en sí la tristeza?, ¿acaso puede decirse que la memoria no es parte del alma? ¿Quién puede decir tal cosa? De todo lo cual podemos inferir que la memoria, respecto del alma, es como el estómago respecto del cuerpo; y que la alegría y la tristeza son dos manjares, uno dulce y otro amargo; y así, cuando aquéllas se encomiendan a la memoria, es como cuando los manjares pasan al estómago, que allí se pueden guardar, pero no comunicar su sabor. Sería un pensamiento ridículo juzgar que en todo eran semejantes estas dos cosas, bien que tienen las dos alguna semejanza.

22. También es muy cierto que cuando digo que son cuatro las pasiones del alma: deseo, alegría, miedo y tristeza, todo lo que de ellas pueda discurrir y disputar, ya dividiendo cada uno de sus géneros en sus respectivas especies, ya dando a cada una sus propias definiciones, lo saco de mi memoria, pues allí encuentro lo que he de decir y de allí efectivamente saco todo lo que digo; pero no me siento movido de ninguna de estas pasiones cuando las recuerdo, las nombro y trato de ellas, siendo así que estaban en mi memoria aun antes que tratase o me acordase de ellas; porque estaban allí pude sacarlas a luz y recordarlas.

Tal vez podrá decirse que así como en los animales el manjar sale del estómago a la boca rumiándole, así estas cosas salen de nuestra memoria acordándonos de ellas. ¿Cómo, pues, en el pensamiento, que es la boca del alma, no se siente lo dulce de la alegría ni lo amargo de la tristeza, cuando se trata o se disputa de ellas, extrayéndolas así de la memoria? ¿Acaso es esto en lo que no tienen semejanza, pues ya hemos dicho que no la tienen en todo? A no haber esta distinción, ¿quién habría que voluntariamente nombrase tristeza o miedo si todas las veces que se hubiesen de nombrar estuviésemos precisados a tener y sentir miedo o tristeza? Es cierto que no hablaríamos de ellas, ni podríamos nombrarlas si no halláramos en nuestra memoria, no solamente las voces significativas de tales pasiones (las cuales se representan en las imágenes impresas en la memoria por los sentidos del cuerpo), sino también las nociones o ideas de las mismas cosas, las cuales por ninguna de las puertas del cuerpo entraron en la memoria, sino que sintiendo el alma y experimentando en sí misma sus pasiones, encomendó a la memoria sus ideas; o bien ella por sí misma, sin que se las entregasen, las tenía recogidas para sí.

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