Capítulo 6
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Biografía de San Agustín en Wikipedia | |
Música: C. Wesley - Pastorale |
Confesiones |
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CAPÍTULO 6 |
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Vuelve Agustín a Milán, y en compañía de Alipio y Adeodato recibe el sagrado Bautismo |
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14. Habiendo llegado el tiempo en que debía inscribirse mi nombre en el catálogo de los que estaban admitidos para recibir el Bautismo y se llamaban competentes, dejamos la quinta y nos volvimos a Milán. Alipio quiso también acompañarme en renacer a Vos, para lo cual se había preparado con la grande humildad que requieren vuestros santos Sacramentos, y con tan grave y rigurosa mortificación de su cuerpo, que se atrevió a andar descalzo por aquella tierra de Italia que se hallaba cubierta de hielo, no estando él acostumbrado a eso. Juntamos también con nosotros al joven Adeodato, que era mi hijo natural, fruto de mi pecado; pero Vos, Señor le dotasteis de unas cualidades muy buenas y excelentes. Aún no tenía quince años, y ya se aventajaba en el ingenio a otros muchos que por la edad y literatura pasaban por hombres graves y doctos. Dones son y beneficios vuestros estos que os confieso, Dios y Señor mío, Creador de todas las cosas, que sois poderosísimo para reformar nuestras deformidades, pues yo en aquel muchacho no tenía otra cosa mía sino el pecado. Porque el que yo le crease, enseñándole vuestro temor y doctrina, Vos, Señor, me lo inspirasteis y no otro alguno: conque dones son y beneficios vuestros estos que os confieso. Un libro hay mío, que se intitula Del Maestro, y Adeodato es aquel interlocutor que habla allí conmigo. Bien sabéis Vos, Señor, que aquellos pensamientos y sentencias que pongo allí en nombre del que introduzco hablando conmigo, todos son verdaderamente de Adeodato, cuando sólo tenia dieciséis años de edad. Pero otras cosas experimenté en él que eran mucho más admirables. Asombrado me tenía aquel ingenio. ¿Y quién sino Vos puede ser el autor de tan grandes maravillas? Bien presto le sacasteis de este mundo; por eso me acuerdo de él ahora con mayor seguridad, sin temer que le suceda alguna desgracia, pues ni en la puericia, ni en la adolescencia, ni en toda su vida encuentro ni descubro cosa alguna que de ningún modo pueda darme cuidado. Juntamos, pues, a Adeodato con nosotros, para que en la vida de la gracia fuese nuestro coetáneo y para continuar educándole con arreglo a vuestra ley y doctrina. Finalmente recibimos el Bautismo; y luego al punto se nos quitó aquel cuidado en que nos tenía la memoria de nuestra vida pasada. Ni me hartaba en aquellos días de la dulzura admirable que causaba en mi alma el considerar vuestra altísima e inescrutable providencia en orden a la salud del género humano. ¡Cuánto lloré también oyendo los himnos y cánticos que para alabanza vuestra se cantaban en la iglesia, cuyo suave acento me conmovía fuertemente y me excitaba a devoción y ternura! Aquellas voces se insinuaban por mis oídos y llevaban hasta mi corazón vuestras verdades, que causaban en mí tan fervorosos afectos de piedad, que me hacían derramar copiosas lágrimas, con las cuales me hallaba bien y contento. |
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