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San Agustín

"Confesiones"

Libro 8

Capítulo 3

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Confesiones

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CAPÍTULO 3

Cómo Dios y los santos ángeles se alegran mucho de la conversión de los pecadores

 

6. ¡Oh buen Dios!, ¿de dónde, Señor, proviene que un hombre se alegra mucho más de la salud de un alma que estaba sin esperanza de vida, o que se ha libertado de un peligro grande, que si siempre hubiera estado con esperanza de su salud eterna, o hubiera sido mayor el peligro en que se hallaba? También Vos, Señor, Padre misericordioso, mostráis mayor alegría por un solo pecador que hace verdadera penitencia, que por noventa y nueve justos que no la necesitan. Y nosotros con mucho regocijo oímos decir a San Lucas cuán grande es la alegría de los ángeles viendo que la oveja perdida vuelve a su rebaño llevándola el pastor sobre sus hombros; y cómo dan el parabién las vecinas a la mujer que halló aquella dracma que había perdido, y se vuelve a guardar en vuestro tesoro, y nos hace llorar de puro gozo la grande fiesta que hay en vuestra casa cuando en ella se refiere de vuestro hijo menor: Que había muerto y resucitó, que se había perdido y volvió a parecer. Lo cual demuestra que Vos, Dios mío, os alegráis en nosotros, y en vuestros ángeles en cuanto somos santificados por una caridad santa, porque Vos, considerado solamente en Vos, siempre sois el mismo sin mudanza ni variedad alguna, que siempre y de un mismo modo conocéis todas las cosas, aunque ellas no sean siempre ni de un mismo modo existan.

7. Pues ¿qué es, Dios mío, lo que pasa en el alma cuando se alegra mucho más con las cosas que ama si las cosas que ama se las halla o recobra, que si siempre las hubiera poseído sin perderlas? Y esto mismo lo contestan también las demás cosas, todas llenas de testimonios y ejemplos que lo comprueban, clamando y diciendo: Así sucede, así es.

Triunfa un emperador cuando ha vencido; y no venciera si no hubiera peleado; y cuanto mayor fue el peligro en la batalla, tanto es mayor en el triunfo la alegría.

Acomete una tempestad a los navegantes, y al verse amenazados del naufragio, todos se ponen pálidos del miedo de la muerte, que consideran cercana, pero serénase el cielo y tranquilízase el mar, y todos se regocijan sumamente, porque también sumamente temieron.

Cae enferma una persona amada, y el pulso indica una calentura maligna y peligrosa, con lo cual todos los que desean su salud enferman igualmente, en cuanto a la pena y sentimiento que tienen en su alma. Hállase mejor y fuera de peligro, pero todavía no se ha restablecido ni ha recobrado sus antiguas fuerzas, y ya se alegran mucho más de aquella mejoría que de la salud y robustez que antes gozaba. Aun los mismos deleites comunes y ordinarios de la vida humana los consiguen los hombres mediante algunos disgustos y molestias, no de las imprevistas y que les sobrevienen sin quererlas, sino procuradas y buscadas voluntariamente y de propósito. No hay deleite en el comer y beber, sin que preceda la molestia del hambre y de la sed, y por esto los bebedores de vino comen algunos bocadillos salados, con que se excita una sequedad y ardor molesto, que con beber se apaga, y al apagarse deleita. También es costumbre bien establecida que las mujeres tratadas de casar no las entreguen sus deudos y parientes a los que han de ser sus maridos inmediatamente que se hayan desposado, para que suspirando por ellas algún tiempo mientras son sus esposos, las amen y estimen más cuando maridos.

8. Esto mismo sucede en el deleite que es torpe y execrable; esto mismo en el que es lícito y permitido; esto mismo en la más pura, honesta y sincerísima amistad, y finalmente, esto mismo sucedió en la conversión de aquél que estaba muerto y resucitó, que se había perdido y pareció. Siempre a la mayor alegría precede mayor molestia. Mas ¿de qué proviene esto, Dios y Señor mío, cuando Vos no solamente sois para Vos mismo un sumo gozo inalterable y eterno, sino también algunas criaturas reciben de Vos y en Vos una alegría y felicidad perpetua? ¿En qué consiste que en las cosas de acá abajo hay esta alternativa de atrasos y adelantamientos, de enemistades y reconciliaciones? ¿Es acaso esta variedad propia de su ser y lo que solamente concedisteis a estas cosas cuando desde lo más alto de los cielos hasta lo más profundo de la tierra, desde el principio del tiempo hasta el fin de los siglos, desde el ángel supremo hasta el más vil gusanillo, desde el primer movimiento que hubo hasta el último que ha de haber, ordenasteis todos los géneros de bienes y todas vuestras obras cabales y perfectas, dándoles a todas sus convenientes lugares y distribuyéndolas en sus propios tiempos? ¡Ay de mí, Dios mío!, ¡qué investigable grandeza tenéis en las cosas grandes, y qué impenetrable profundidad en las pequeñas! ¡Vos nunca os apartáis de vuestras criaturas, y con todo eso, apenas andamos lo bastante para llegar a Vos!

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