Capítulo 12
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Confesiones |
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CAPITULO 12 |
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Cómo le compelían y forzaban al estudio, y cómo Dios volvía en bienes sus males |
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19. En aquella misma edad de mi puericia, en que había menos que temer que en la juventud, no amaba yo las letras, ya aborrecía que me precisasen a estudiarlas. En esto me hacían bien, y yo era el que obraba mal, porque no hubiera aprendido si por fuerza no me hubieran obligado; y porque ninguno hace bien aquello que hace por fuerza, aunque sea bueno aquello mismo que hace. Ni tampoco me hacían bien los que me violentaban al estudio; sino que todo el bien que se me hacía en esto de Vos provenía, Dios y Señor mío. Porque ellos no miraban ni atendían a qué fin podía yo ordenar aquellas letras que por fuerza me hacían aprender, más que a saciar los insaciables deseos de una rica pobreza y de una afrentosa gloria. Pero Vos, que tenéis contados todos los cabellos de nuestra cabeza, del error que cometían todos aquellos que me violentaban, usabais Vos y os servíais para mi provecho; y del que yo cometía no queriendo aprender, os valíais para mi castigo: que no dejaba de merecerlo, siendo en aquella edad tamañito muchachuelo y tamaño pecador. Así, Señor, de los que no hacían bien en lo que hacían conmigo, sacabais bien y provecho para mí; y de mi mismo pecado sacabais justamente mi castigo. Porque Vos tenéis dispuesto (y se cumple puntualmente el orden vuestro) que todo ánimo desordenado sea verdugo de sí mismo. |
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