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Marcelo Peyret

"Cartas de amor"

Carta 26

Biografía y Obra

 
 
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Música: Albeniz - España Op. 165, no. 2 "Tango"
 

Carta 26

De Beatriz Carranza (sin firmar) a Ramiro Varela

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Amigo mío:

Sí, amigo mío, por más que usted se asombre del adjetivo. No busque en su memoria el recuerdo de una letra parecida a esta. No la conoce, como no me conoce tampoco a mí. Yo, en cambio, he escudriñado su alma tan minuciosamente, que hoy me resuelvo a escribirle, olvidando las conveniencias, como si olvidara que el conocimiento que tengo de usted es ilegal, y que si me he asomado a su espíritu, no ha sido por la puerta de una amistad, ni siquiera de un conocimiento regular, sino a través de una rendija, que nunca, nunca conocerá usted.

Y espiándolo así, he sentido. . . no sé, me da una gran vergüenza confesarlo: me he sentido atraída hacia usted en una forma irreflexiva, inexcusable. Por eso no firmo esta carta. Usted nunca sabrá quien soy yo, a pesar de que le ofrezco conocerme personalmente. Más adelante, cuando yo me convenza de que puedo tener confianza en usted, entonces será, por ahora le ofrezco mi amistad, mi gran admiración, mi gran entusiasmo.

Y para que no crea esta carta incoherente, le voy a dar ciertas explicaciones. Por causas y medios que no vienen al caso, sé cómo ama usted. He oído sus palabras, sus frases llenas de pasión, de fuego, sus gestos que parecen reclamar la caricia que solicitan, los rugidos de sus deseos, vestidos con la vistosa túnica de una bella frase. . . y lo creo un exquisito, un sacerdote del amor como yo lo he soñado, con arranques de fiera en celo y con dulzuras de novio adolescente, uno de esos héroes de D'Annunzio, los únicos que han sabido armonizar las exigencias de su sexo con las exquisiteces de su almas de artistas.

Yo, hasta ahora, no he encontrado un hombre que reuniera esas dos condiciones: o eran unos refinados, semiindiferentes sexuales, todo espíritu, o eran unas bestias disfrazadas de hombres. Por eso mi vida sentimental aun está en blanco. Espero al presentido, a ese hombre que, como usted, reúne todos los requisitos. Y para él me he guardado; en su espera he permanecido pura. ¿Me oye usted? Pura. . .

El dar este paso quizá le haga creer lo contrario. Se equivoca. Me conoce usted quizá; pero, como todos, no ha escudriñado en mi interior. Las "niñas" debemos, cuando no lo somos, parecer frívolas y tontas, escondiendo nuestro jardín interior. 
Si no, nos tomarían por locas. ¿Cómo declarar que hemos leído a D'Annunzio, a Zola, a Prevost, a Blasco Ibáñez, a Daudet y hasta Mantegazza, sin sacar patente de alocada?

Como esas heroínas de Loti, nosotras, las niñas de hoy hemos quebrado el encanto de ignorancia del mundo en que se nos tenía sumidas, y queremos vivir. Detrás de la frívola máscara de cada una de nosotras, detrás de cada una de esas chicas que al parecer sólo se ocupan de sus tocados y de chismes sociales, se oculta una rebelión, un deseo de vivir, pero de vivir la vida que queremos, sin cortapisas, sin que nadie nos releve del trabajo de hacer nuestra propia felicidad.

Por eso, quizá yo sea la chica que usted trató ayer, en un baile, en el paseo, que estuvo de visita en su casa, o que saludó usted en el teatro, sin darle importancia, sin considerar que era una persona con una individualidad bien definida, con sus complejidades, con todo lo necesario para hacer interesante su espíritu, por más que esté obligada a esconderlo.

Pero ahora que lo he encontrado a usted, ahora que circunstancias especiales me han permitido conocerlo a fondo, me parece estúpido que pasemos uno al lado del otro, sin tentar saber si la felicidad está en que juntos continuemos el camino.

Y como usted pasa de largo, como usted no conoce lo que en realidad soy yo, creo que me está perdonado abandonar la costumbre que tenemos las mujeres, de mostrarnos como animales en una exposición, en espera del que quiera elegirnos, y decirle lealmente, con una franqueza que hará perdonar la inconveniencia, lo siguiente:

"Amigo mío: creo que ambos podemos ser felices. Le considero un hombre superior capaz de despreciar la anomalía de este llamamiento. ¿Quiere, entonces, que nos tratemos, que intentemos ser amigos, y que una vez que nos conózcanos, si coincidimos en nuestros sentires, nuestra amistad evolucione, como debe evolucionar y si no congeniamos, nos separemos sin amargura, sin darle trascendencia a esto que no es más que una experiencia para conseguir la felicidad?"

Ya ve: ha sido sincera y franca, casi hasta la licencia. Espero de usted, que es un caballero, igual trato. 
Su amiga.

B. C.

 

P. S. — Escríbame a Lista de Correos, a esas iniciales.

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