Amado Nervo en AlbaLearning

Amado Nervo

"El diamante de la inquietud"

Capítulo 7

Biografía de Amado Nervo en AlbaLearning

 
 
[ Descargar archivo mp3 ]
 
Música: Brahms, Violin Sonata No. 1 - Op. 78
 
El diamante de la inquietud
<<< 7 >>>
     

¡Un hijo!, ¡un hijo podía detenerla para que no se fuese, para que no dejase a mitad vacío mi lecho una noche, aquella espantosa noche que tenía que llegar! Un hijo, el amor infinito de un hijo remacharía el eslabón de la cadena.

Pero el destino se negó a traernos aquella alma nueva que apretase más nuestras almas, que fuese a modo de Espíritu Santo; relación dulcísima de amor entre dos seres que en él se adorasen.

Sí, el destino me negó ese bien; ha sido mi fatum ir al lado de las mujeres amadas sin ver jamás entre ellas y yo la cabeza rubia o morena de un ángel.

La soledad de dos en compañía ha tenido para conmigo todas sus crueldades... Pero me apresuraré a decirlo, sí lamenté con Ana María la ausencia angustiosa del que debiera venir, nunca sentí a su lado esa soledad de dos; sentí siempre la plenitud, y pareciome que poseyéndola a ella, lograba yo dulcemente mi fin natural.

El amigo.- ¡Ah!, sin aquel temor, sin aquel sobresalto, que me hacen sonreír ahora que me los cuentas, amigo, quizá porque ya no veo sobre tu faz, arada por los lustros lentos, más que la sombra del dolor vencido; ¡ah!, sin aquel sobresalto, sin aquel temor, sólo un Dios pudiera lograr la máxima ventura por ti lograda en los brazos de Ana María, ¿no es esto?

Sólo un Dios, sí, ya que no mas ellos son capaces de gozar sin miedo, con la mansa confianza de la perennidad de su goce.

Yo.- ¿Pero vale la pena gozar así? «¡Bendita sea la juventud -dijo Lamartine en el prólogo de las poesías de Alfredo de Musset- con tal de que no dure toda la vida!». La felicidad sin dolor que la contraste, es inconcebible... ¡Se necesita un poco de amargo para dar gusto al vermut!

Por eso yo nunca he podido imaginarme el paraíso y acaso me lo imaginara si en él pudiese colocar un poco de nuestra inquietud, un ¡quien sabe!, un solo ¡quién sabe!, tenue y vago: «Quien sabe si un día, en el curso mudo de las eternidades, esta contemplación beatífica cesará...».

El amigo.- ¡Infeliz! ¡Querrías, pues, la inquietud eterna! Aquí, en esta misérrima vida sólo el temor de perderlas da un precio a las cosas; pero allá no sucederá así; la beatitud será apacible: la conciencia de su perpetuidad no le restará nada al éxtasis, por una simplísima razón.

Yo.- ¿Cuál?

El amigo.- Porque nunca contemplaremos el mismo espectáculo en la insondable hondura de Dios y nos pasaremos las eternidades aprendiendo a cada instante algo nuevo en el panorama místico de la conciencia divina...

Yo.- Acaso estés en lo justo..., pero ya volveremos dentro de unos momentos a este sabroso tema de la inquietud, como claro obscuro de la dicha. Ahora prodigo mi relato.

Inicio
<<< 7 >>>
  Índice Obra  
 

Índice del Autor

Cuentos y novelas de Amor