Capítulo 6
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Biografía de Amado Nervo en AlbaLearning | |
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Música: Brahms, Violin Sonata No. 1 - Op. 78 |
El diamante de la inquietud |
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Yo.- Te estoy leyendo en los ojos una ironía, amigo, paréceme como que dice: «¡Vaya un tonto de encargo y de remate! Vaya un sentimental marido... ¡Vaya uno más de la vieille boutique El amigo.- ¡En efecto, eso pienso, y te lo mereces! ¡Ponerse triste, sentirse inquieto, porque una mujer le dice a uno que un día se irá! ¡Cuántos solterones empedernidos se casarían si ellas les hiciesen esta dulce promesa!... ¿Quién por otra parte no se irá en este mundo? Tan pueril aprensión me recuerda a cierto monomaníaco, tonto de solemnidad, de mi pueblo natal. Había en mi pueblo una dama caritativa que se llamaba doña Julia, quien, harta al fin de socorrer a aquel hombre, que se lo gastaba todo en vicios, un día le negó terminante e irrevocablemente su auxilio. El monomaníaco se vengó, escribiendo en el panteón municipal, en la parte más visible del sepulcro de familia de la dama (muy ostentoso por cierto): «¡¡¡Doña Julia de X. Morirá!!!». Llegó a poco el día de difuntos y la señora fue como de costumbre a ornar de flores el mausoleo familiar. Lo primero que hirió sus ojos fue el consabido letrero: «¡¡¡Doña Julia de X. Morirá!!!». ¡Su emoción no tuvo límites! Ni el Mané Thecel Phares produjo igual consternación en el festín de Baltasar. Llegó a su casa enferma y tuvo que encamarse. ¡Por poco se muere de aquel Morirá! Afortunadamente supo el origen de la profecía y mandó llamar al semi-loco, a quien le reprochó amargamente su acto. -Yo he dicho Morirá» -respondió el tonto..., tontamente como convenía a un simple-; pero no he dicho cuándo... Si a la señora le parece -y me sigue dando socorros- añadiré abajo del letrero: Lo más tarde posible. Yo.- Ni el tonto era tan tonto, ni veo la paridad; pero, en, fin, acepto tu ironía y la sufro pacientemente, amigo, recordándote sólo que esta historia pasó hace veinticinco años... Te he dicho que estaba enamorado de Ana María, para que encuentres naturales todas las apreciaciones, todos los temores, ya que estar enamorado es navegar por los mares de la inquietud... Y has de saber más: has de saber que, a medida que transcurrían los días, esta inquietud se iba acrecentando en mí de una manera alarmante. Mi angustia era continua..., pero si he de ser justo, mi deleite era, en cambio, desmesurado. Cada beso que robaba a aquella boca tenía el sabor intenso, la voluptuosidad infinita del último beso... ¡Cada palabra tierna podía ser la postrer palabra oída! Pues, ¡y mis noches! ¡Si tú supieras de qué deliciosa zozobra estaban llenas mis noches! ¡Cuántas veces me despertaba con sobresalto repentino, buscando a mi lado a Ana María! ¡Con qué alivio veíala y contemplábala durmiendo apaciblemente! ¡Con qué sensación de bienestar estrechaba su mano larga y fina, inerte sobre su cuerpo tibio! A veces ella se despertaba también, comprendía, al sorprenderme despierto, mi drama interior; se replegaba contra mí y me decía dulcemente: «no pienses en eso..., ¡todavía no! ¡Duerme tranquilo!». Una noche, el horror, la angustia, fueron terribles. Vivíamos ya nuestra Casa, en Sea Girt, en New Jersey, donde había yo alquilado una pequeña villa frente al mar. Hacía calor. Yo dormía con sueño ligero, un poco nervioso. De pronto me desperté y al extender la siniestra, sentí que la mitad del lecho estaba vacío... Encendí la luz... Ana María no se hallaba a mi lado. Di un grito y salté de la cama... Entonces, de la pieza inmediata, vino a mí su voz musical, llena de ternura: -Aquí estoy, no te alarmes. No dormía y he salido a la ventana... Ven y verás el mar lleno de luna... Reina un silencio magnífico... Dan ganas de rezar... Las flores trascienden... Ven, pobrecito mío, a que te dé un beso (y me atraía dulcemente hacia el hueco de la ventana). ¿Tuviste miedo, verdad? Pero no hay razón. Todavía no, todavía no... |
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