Libro Cuarto |
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Biografía de Tomás de Kempis en Wikipedia | |
Imitación de Cristo |
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Capítulo IX | ||
Que debemos ofrecernos a Dios con todas nuestras cosas, y rogarle por todos. VOZ DEL DISCÍPULO 1. Señor, tuyo es todo cuanto hay en el cielo y en la tierra. Deseo ofrecérteme en sacrificio voluntario, y quedar tuyo para siempre. Señor, con sencillez de corazón me ofrezco hoy a Ti por siervo perpetuo, en obsequio y sacrificio de eterna alabanza. Recíbeme con este santo sacrificio de tu precioso Cuerpo, que te ofrezco hoy en presencia de los Ángeles, que asisten invisiblemente, para que lo recibas para mi salud y la de todo el pueblo. 2. Señor, te presento en el altar de tu misericordia todos mis pecados y delitos que he cometido en tu presencia y en la de tus Santos Ángeles desde el día en que comencé a pecar hasta hoy, para que los abrases y consumas todos juntos con el fuego de tu caridad, borres todas las manchas de mis culpas, purifiques mi conciencia de todo delito, y me restituyas tu gracia que perdí por el pecado, y me los perdones todos enteramente, y me admitas benignamente al ósculo de tu paz. 3. ¿Qué otra cosa puedo hacer por mis pecados, sino confesarlos humildemente con lágrimas de mis ojos e implorando tu misericordia sin cesar? Ruégote, Dios mío, que me oigas propicio al presentarme delante de Ti. Aborrezco profundamente todos mis pecados, y protesto no volver a cometerlos jamás; me arrepiento de ellos, y me arrepentiré mientras viviere, dispuesto a hacer penitencia y a satisfacer por ellos según mis fuerzas. ¡Perdona, oh Dios, perdona todos mis pecados por tu santo nombre! ¡Salva mi alma, que redimiste con tu preciosa Sangre! He aquí que me pongo en manos de tu misericordia; me resigno a tu voluntad. Haz conmigo según tu bondad, no según mi malicia e iniquidad. 4. También te ofrezco todos mis bienes, aunque poquísimos e imperfectos, para que Tú los enmiendes y santifiques, los tengas por agradables y te dignes aceptarlos y perfeccionarlos siempre, y finalmente para que a mí, hombrezuelo inútil y perezoso, me dirijas a un santo y dichoso fin. 5. Ofrézcote asimismo todos los piadosos deseos de los devotos, y las necesidades de mis padres, amigos, hermanos, hermanas, conocidos, de cuantos me son queridos y de cuantos me han hecho bien a mí o a otros por tu amor. Y de todos los que han deseado o pedido que yo orase o dijese Misa por ellos y por los suyos, ya vivos, ya difuntos. Para que todos experimenten el favor de tu gracia, el auxilio de tu consolación, la protección en los peligros, y el alivio en los trabajos; a fin de que, libres de todos los males, te den, alegres, las más rendidas gracias. 6. También te ofrezco mis súplicas y el sacrificio de propiciación especialmente por los que me han ofendido, mortificado o vituperado, o me han hecho algún daño o agravio. Y por todos aquellos a quienes en algo he ofendido, mortificado, agraviado y escandalizado con hechos o con palabras, con advertencia o por ignorancia; a fin de que nos perdones a todos nuestros pecados y ofensas recíprocas. Aparta, Señor, de nuestros corazones toda mala sospecha, toda ira, toda indignación, toda discordia, y cuanto pueda perjudicar la caridad y disminuir el amor al prójimo. Misericordia, misericordia, Señor; ten misericordia de los que la imploran; concede tu gracia a los que la necesitan; y haz que vivamos de tal modo que nos hagamos dignos de gozar de tu gracia, y aprovechemos para la vida eterna. Amén. |
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