Tomás de Kempis - Imitación de Cristo

Tomás de Kempis

"Imitación de Cristo"

Libro Cuarto

Biografía de Tomás de Kempis en Wikipedia

 

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Imitación de Cristo

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Libro 4 - Cap 5

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Capítulo V
 

De la dignidad del Sacramento y del estado sacerdotal.

VOZ DEL AMADO

1. Aunque tuvieses la pureza de los Ángeles y la santidad de San Juan Bautista, no serías digno de recibir ni de tratar este Sacramento.

Porque no cabe en merecimiento humano que el hombre consagre y tenga en sus manos el Sacramento de Cristo, y reciba como alimento el Pan de los Ángeles.

Elevado es este misterio, y grande la dignidad de los sacerdotes, a quienes se ha concedido lo que no se concedió a los Ángeles.

Pues solo los sacerdotes, debidamente ordenados en la Iglesia, tienen potestad de celebrar y de consagrar el Cuerpo de Jesucristo.

El sacerdote es ministro de Dios, cuyas palabras usa por su orden e institución; mas Dios es allí el principal autor y obrador invisible, a cuya voluntad todo está sujeto, y a cuyo mandamiento todo obedece.

2. Así, pues, debes creer mas a Dios todopoderoso en este sublime Sacramento, que a tus propios sentidos y a las señales visibles.

Por eso también debe el hombre acercarse a este misterio con temor y reverencia.

Reflexiona sobre ti mismo, y considera el ministerio que se te ha confiado por la imposición de las manos del Obispo.

Has sido hecho sacerdote, y consagrado para celebrar: cuida, pues, de ofrecer a Dios este sacrificio devota y fielmente, en el tiempo oportuno, y de conservarte irreprensible.

No has aliviado tu carga, sino que has sido atado con más estrecho vínculo y obligado a mayor perfección de santidad.

El sacerdote debe estar adornado de todas las virtudes, y ha de dar a los demás ejemplo de vida perfecta.

Su porte no ha de ser como el de los hombres vulgares y comunes, sino como el de los Ángeles en el cielo, o el de los varones perfectos en la tierra.

3. El sacerdote, revestido con las vestiduras sagradas, hace las veces de Cristo, para rogar devota y humildemente a Dios por sí y por todo el pueblo.

Tiene delante y detrás de sí la señal de la cruz del Señor, para que continuamente tenga en su memoria la Pasión de Jesucristo.

Lleva delante de sí la cruz en la casulla para que considere cuidadosamente los pasos de Cristo, y se aplique fervorosamente en seguirlos.

Está también señalado con la cruz en las espaldas, para que sufra con paciencia por Dios todas las ofensas que otros le hicieren.

Lleva la cruz delante para que llore sus pecados, y la lleva detrás para llorar piadosamente los ajenos y para que recuerde que ha sido constituido medianero entre Dios y el pecador, y no cese de orar y ofrecer el santo Sacrificio hasta que merezca alcanzar la gracia y misericordia divinas.

Cuando el sacerdote celebra, honra a Dios, alegra a los Ángeles, edifica a la Iglesia, ayuda a los vivos, proporciona descanso a los difuntos, y se hace participante de todos los bienes.

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