Tomás de Kempis - Imitación de Cristo

Tomás de Kempis

"Imitación de Cristo"

Libro Cuarto

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Imitación de Cristo

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Libro 4 - Cap 4

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Capítulo IV
 

De los muchos bienes que se comunican a los que comulgan devotamente.

VOZ DEL DISCÍPULO

1. Señor Dios mío, prevén a tu siervo con las bendiciones de tu dulzura para que merezca acercarse digna y devotamente a tu sublime Sacramento.

Mueve mi corazón hacia Ti, y sácame del grave letargo: visítame con tu gracia saludable para que mi espíritu pueda gustar tu suavidad, reservada abundantemente en este Sacramento como en su fuente.

Alumbra también mis ojos para que pueda mirar tan alto misterio, y dame fuerza para creerlo con firmísima fe.

Porque obra tuya es, y no del poder humano: sagrada institución tuya, y no invención de los hombres.

Pues nadie es capaz por sí mismo de comprender y entender cosas tan altas, superiores a la inteligencia angélica.

Y ¿qué podre yo, pecador indigno, tierra y ceniza, escudriñar y entender de tan alto Sacramento?

2. Con sencillez de corazón, con fe firme y sincera, y por mandato tuyo, me acerco a Ti, Señor, confiada y reverentemente; y creo en verdad que estÁs presente en el Sacramento como Dios y como hombre.

Quieres, pues, que te reciba y me una contigo en caridad.

Por eso acudo a tu clemencia y pido la gracia especial de que todo me deshaga en Ti y rebose de tu amor, y que ya nunca más me cuide de buscar otra consolación.

Porque este altísimo y dignísimo Sacramento es la salud del alma y del cuerpo; medicina de toda enfermedad espiritual, con la cual se curan mis vicios, refrénanse mis pasiones, las tentaciones se vencen o disminuyen, se infunde mayor gracia, la virtud emprendida crece, se confirma la fe, se fortalece la esperanza, se enciende y se dilata la caridad.

3. Muchos bienes has concedido y continuas concediendo en este Sacramento a tus amados que comulgan dignamente, Dios mío, huésped de mi alma, reparador de la debilidad humana y dispensador de todo consuelo interior.

Porque les infundes abundante consuelo contra las diversas tribulaciones, y de lo profundo de su propio abatimiento los levantas con la esperanza de tu protección, y los recreas y alumbras interiormente con nueva gracia; y así los que antes de la Comunión se sentían congojados y sin devoción, recreados después con este sustento celestial, se hallan muy mejorados.

Y esto lo haces de gracia con tus escogidos para que conozcan verdaderamente y experimenten a las claras la fragilidad que encierran en sí mismos, y cuán grande bondad y gracia alcanzan de tu clemencia.

Porque, siendo de sí mismos tibios, duros e indevotos, de Ti merecen ser fervorosos, diligentes y devotos.

¿Quién, pues, acercándose humildemente a la fuente de suavidad, no vuelve de ella con algo de dulzura?

¿O quién no recibe algún calor, estando cerca de un gran fuego?

Y Tú eres fuente llena, que siempre mana en abundancia; fuego que arde de continuo y nunca se apaga.

4. Por esto, si no me es dado sacar agua de la plenitud de esta fuente, ni beber hasta saciarme, a lo menos aplicarÉ mis labios a la boca del caño celestial para recibir siquiera alguna gota que temple mi sed, y no me quede enteramente seco.

Y si no puedo ser todo celestial y tan abrasado de amor como los Querubines y Serafines, me esforzaré en entregarme a la devoción y disponer mi corazón para adquirir siquiera una pequeña llama del divino incendio por medio de la humilde comunión de este vivÍfico Sacramento.

Pero lo que me falta, buen Jesús, santísimo Salvador, súplelo Tú benigna y graciosamente por mí, pues te dignaste llamar a todos, diciendo: Venid a MÍ todos los que trabajáis y estáis cargados, y Yo os aliviaré.

5. Pues yo trabajo con el sudor de mi rostro, el dolor del corazón me atormenta, el peso de mis pecados me oprime, túrbanme las tentaciones, muchas malas pasiones me agitan y agobian; y no hay quien me ayude, no hay quien me libre y salve sino Tu, Señor Dios, Salvador mío, a quien me encomiendo con todas mis cosas, para que me guardes y conduzcas a la vida eterna.

Recíbeme para honra y gloria de tu santo nombre, ya que quisiste prepararme tu Cuerpo y Sangre en manjar y bebida.

Concédeme, Señor Dios, Salvador mío, que crezca el afecto de mi devoción con la frecuencia de este Misterio.

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