Tomás de Kempis - Imitación de Cristo

Tomás de Kempis

"Imitación de Cristo"

Libro Tercero:

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Imitación de Cristo

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Libro 3 - Cap 54

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Capítulo LIV
 

De los diversos movimientos de la naturaleza y de la gracia.

 

1. Hijo, considera con cuidado los movimientos de la naturaleza y de la gracia, porque se mueven de un modo muy contrario y casi imperceptible, y apenas son conocidos sino por varones espirituales e interiormente alumbrados.

En verdad, todos desean el bien, y en sus dichos y hechos se dirigen a lo que les parece bueno; por esto muchos se engañan bajo las apariencias del bien.

2. La naturaleza es astuta; arrastra a muchos tras sí, los enreda y engaña, y no busca otro fin que a sí misma.

Mas la gracia anda sin doblez, se desvía de toda apariencia del mal, no pretende engañar, y hace todas las cosas puramente por Dios, en quien descansa como en su fin.

3. La naturaleza no quiere ser mortificada de buena gana, ni oprimida, ni vencida, ni sometida de su propio grado.

Mas la gracia trabaja en su propia mortificación, resiste a la sensualidad, quiere estar sujeta, desea ser vencida, rehúsa servirse de su propia libertad, apetece estar bajo estrecha observancia, no pretende señorear a nadie, sino vivir, servir y estar siempre sujeta a Dios; y por Él está pronta a obedecer humildemente a toda humana criatura.

4. La naturaleza trabaja por su provecho, y atiende al interés que le puede resultar.

Mas la gracia no considera lo que es útil y cómodo para sí, sino lo que aprovecha a otros.

5. La naturaleza recibe con gusto las honras y la reverencia.

Mas la gracia atribuye fielmente a solo Dios toda honra y gloria.

6. La naturaleza teme la confusión y el desprecio.

Mas la gracia se goza en padecer afrentas por el nombre de Jesús.

7. La naturaleza ama el ocio y el sosiego corporal.

Mas la gracia no puede estar ociosa, y abraza de buena voluntad el trabajo.

8. La naturaleza apetece las cosas curiosas y agradables, y aborrece las viles y groseras.

Mas la gracia se deleita en las cosas sencillas y humildes, no desecha las ásperas, ni rehúsa cubrirse aunque sea con andrajos.

9. La naturaleza mira a lo temporal y se goza en las ganancias terrenas, entristécese del daño y enójase de cualquiera palabra injuriosa.

Mas la gracia atiende a lo eterno, no está apegada a lo temporal, no se turba cuando lo pierde, ni se exaspera con las palabras ofensivas; porque pone todo su tesoro y su gozo en el cielo, donde nada perece.

10. La naturaleza es codiciosa, y más bien gusta de recibir que de dar; ama sus cosas propias y particulares.

Mas la gracia es piadosa para todos, evita la singularidad, se contenta con poco, y tiene por mayor dicha el dar que el recibir.

11. La naturaleza nos inclina a las criaturas, a la propia carne, a la vanidad y a las distracciones.

Mas la gracia nos lleva a Dios y a las virtudes, renuncia a las criaturas, huye del mundo, aborrece los deseos de la carne, reprime los pasos vagos, se avergüenza de parecer en público.

12. La naturaleza acepta con gusto cualquier placer exterior, con el cual deleite sus sentidos.

Mas la gracia en solo Dios se quiere consolar, y deleitarse en el sumo Bien sobre todo lo visible.

13. La naturaleza todo lo hace por su propia utilidad y conveniencia: no sabe hacer cosa de balde, sino que espera conseguir, o alguna cosa igual o mejor, o alabanza, o favor, por el bien que dispensa, y desea que sus obras y dádivas sean muy ponderadas.

Mas la gracia nada busca de lo temporal, ni quiere otro premio sino solo a Dios, ni de lo temporal quiere más que lo indispensable para conseguir lo eterno.

14. La naturaleza se complace en tener muchos amigos y allegados, se gloria de su noble estado y alto linaje, halaga a los poderosos, lisonjea a los ricos, aplaude a los iguales.

Mas la gracia, al paso que ama a los enemigos, no se engríe por los muchos amigos, ni atiende a la altura del estado y del nacimiento si no hay en el más virtud.

Favorece más al pobre que al rico, apoya más al inocente que al poderoso, se alegra con el veraz, no con el engañoso.

Exhorta siempre a los buenos a que aspiren a gracias mejores y se asemejen al Hijo de Dios por sus virtudes.

15. La naturaleza al momento se queja de la necesidad y del trabajo.

La gracia sufre con buen rostro la pobreza.

16. La naturaleza lo dirige todo a sí misma: disputa y porfía para sí.

Mas la gracia lo dirige todo a Dios, del cual proviene todo en su origen; nada bueno se atribuye a sí misma, ni presume arrogantemente; no disputa, no prefiere su parecer al de otros, sino que en todo dictamen y opinión se sujeta a la sabiduría eterna y al divino examen.

17. La naturaleza apetece saber secretos y oir novedades; quiere aparecer en público y averiguar muchas cosas por los sentidos; desea darse importancia y hacer cosas de donde le venga alabanza y fama.

Mas la gracia no hace caso de novedades ni de curiosidades, porque todo eso nace de la corrupción antigua, y no hay cosa nueva durable en la tierra

Enseña a recoger los sentidos, a huir la vana complacencia y ostentación, a esconder humildemente lo que en su juicio tenga digno de admiración o alabanza y buscar en todas las cosas y en toda ciencia un fruto provechoso, y la alabanza y honra de Dios.

No quiere que ella y sus cosas sean pregonadas, sino que Dios, que lo da todo por puro amor, sea bendecido en sus dones.

18. Esta gracia es una luz sobrenatural y un don especial de Dios; es propiamente el sello de los escogidos y la prenda de la salvación eterna; la cual levanta al hombre sobre lo terreno para que ame lo celestial, y de carnal lo convierte en espiritual.

Así, pues, cuanto más la naturaleza es mortificada y reprimida, tanta mayor gracia se infunde; y cada día el hombre interior va reformándose según la imagen de Dios con nuevas visitaciones.

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Libro 3 - Cap 54

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