Tomás de Kempis - Imitación de Cristo

Tomás de Kempis

"Imitación de Cristo"

Libro Segundo:

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Imitación de Cristo

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Libro 2 - Cap 4

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Capítulo IV
 

De la pureza de espíritu y recta intención.

 

1. Con dos alas se eleva el hombre sobre las cosas terrenas: la sencillez y la pureza.

La sencillez ha de estar en la intención, la pureza en el afecto.

La sencillez pone la intención en Dios, la pureza le abraza y gusta de Él.

Ninguna obra buena te estorbará, si interiormente estuvieses libre de todo afecto desordenado.

Si no atiendes ni buscas otra cosa que el beneplácito divino y el provecho del prójimo, gozarás de interior libertad.

Si tu corazón fuese recto, entonces te sería toda criatura espejo de vida y libro de santa doctrina.

No hay criatura tan pequeña y despreciable, que no represente la bondad de Dios.

2. Si fueses bueno y puro en tu interior, luego verías y comprenderías bien todas las cosas sin impedimento.

El corazón puro penetra el cielo y el infierno.

Juzga el hombre en lo exterior por lo que es en su interior.

Si hay gozo en el mundo, el hombre de puro corazón lo posee.

Y si en alguna parte hay tribulación y congoja, nadie la experimenta mejor que la mala conciencia.

Así como el hierro metido en el fuego pierde el orín y se vuelve todo encendido, así el hombre que se convierte enteramente a Dios, es despojado de su torpeza y se transforma en un nuevo hombre.

3. Cuando el hombre comienza a entibiarse, entonces teme el más leve trabajo, y busca con gusto el consuelo exterior.

Mas cuando comienza a vencerse perfectamente a sí mismo y a andar varonilmente por el camino de Dios, tiene por ligeras las cosas que antes le parecían pesadas.

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