Tomás de Kempis - Imitación de Cristo

Tomás de Kempis

"Imitación de Cristo"

Libro Primero

Biografía de Tomás de Kempis en Wikipedia

 

[ Descargar archivo mp3 ]

 

Imitación de Cristo

<<<

Libro 1 - Cap 22

>>>
Capítulo XXII
 

Consideración de la miseria humana.

1. Miserable serás dondequiera que estés y adondequiera que te vuelvas, si no te conviertes a Dios.

¿Por qué te afliges si no te sucede todo conforme quieres y deseas? ¿Quién es el que tiene todas las cosas a medida de su voluntad? Ni yo, ni tú, ni hombre alguno sobre la tierra.

Nadie hay en el mundo sin tribulación o angustia, sea rey, sea papa.

Pues ¿quién es el que está mejor? Ciertamente, el que sabe padecer algo por Dios.

2. Dicen muchos imbéciles y flacos: ¡Mirad cuán buena vida tiene aquel hombre! ¡Cuán rico, cuán grande, cuán poderoso y ensalzado es!

Mas tú atiende a los bienes celestiales, y verás cuán vanos, cuán inciertos y gravosos son todos los temporales, porque nunca sin cuidados y sin temor se poseen. No consiste la felicidad del hombre en tener bienes temporales en abundancia: bástale una medianía.

Ciertamente, miseria es vivir en la tierra.

Cuanto más espiritual quisiere ser el hombre, tanto más amarga se le hará la vida presente, porque conoce mejor y ve más claramente los defectos de la corrupción humana.

Porque comer, beber, velar, dormir, descansar, trabajar y estar sujeto a las demás necesidades de la naturaleza, es en verdad grande miseria y aflicción para el hombre devoto, que desea ser desligado del cuerpo, y libre de todo pecado.

3. Las necesidades corporales de esta vida son carga muy pesada para el hombre interior.

Por esto el Profeta ruega devotamente ser librado de ellas, diciendo: Lóbrame, Señor, de mis necesidades.

Mas ¡ay de los que no conocen su miseria! Y mucho más, ¡ay de los que aman esta miserable y corruptible vida!

Porque hay algunos tan apegados a ella (aunque con mucha dificultad obtengan lo necesario trabajando o mendigando), que ni se acordarían del reino de Dios, si pudiesen vivir siempre aquí abajo.

4. ¡Oh locos y duros de corazón los que tan profundamente hundidos están en la tierra, que de nada gustan sino de las cosas carnales!

Mas al fin experimentarán con dolor cuán vil y mezquino era lo que amaron.

Los santos de Dios y todos los devotos amigos de Cristo no tenían cuenta de lo que agradaba a la carne, ni de lo que florecía en esta vida temporal; sino que toda su esperanza e intención las ponían en los bienes eternos.

Todo su deseo elevábase a lo duradero e invisible, para que su amor a lo visible no les arrastrase a las cosas bajas.

5. No pierdas, hermano, la confianza de aprovechar en las cosas espirituales: aun tienes tiempo y ocasión para ello.

¿Por qué quieres dilatar tu propósito? Levántate y comienza al momento, y di: Ahora es tiempo de obrar, ahora es tiempo de pelear, ahora es tiempo conveniente para enmendar mi vida.

Cuando no te sientes bien y padeces tribulación, entonces es tiempo de merecer.

Conviene que pases por fuego y agua antes que llegues al lugar de refrigerio.

Si no te haces violencia, no vencerás el vicio.

Mientras estamos en este frágil cuerpo no podemos estar sin pecado, ni vivir sin fatiga y dolor.

Grato nos fuera descansar de toda miseria; mas como por el pecado perdimos la inocencia, perdimos también la verdadera felicidad.

Por eso nos importa tener paciencia, y esperar la misericordia de Dios, hasta que tenga fin la iniquidad, y lo que es mortal se lo sorba la vida.

6.¡Oh, cuán grande es la fragilidad humana, siempre inclinada a los vicios!

Hoy confiesas tus pecados, y mañana vuelves de nuevo a cometerlos.

Ahora propones guardarte, y al cabo de una hora obras como si nada hubieras propuesto.

Con razón debemos, pues, humillarnos, y no sentir jamas de nosotros cosa grande, pues somos tan frágiles y tan mudables.

Muy pronto se pierde por negligencia lo que muy trabajosa y dificultosamente pudo alcanzarse por la gracia.

7. ¿Qué será de nosotros al fin, ya que tan pronto nos entibiamos?

¡Ay de nosotros, si de este modo pretendemos ir al descanso, como si ya tuviésemos paz y seguridad, cuando en nuestro trato aun no aparece vestigio de santidad verdadera!

Bien sería necesario que aun fuesemos instruidos otra vez como buenos novicios en las buenas costumbres, si por ventura hubiese alguna esperanza de futura enmienda y de mayor aprovechamiento espiritual.

Inicio
<<<

Libro 1 - Cap 22

>>>
  Índice