Tomás de Kempis - Imitación de Cristo

Tomás de Kempis

"Imitación de Cristo"

Libro Primero

Biografía de Tomás de Kempis en Wikipedia

 

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Imitación de Cristo

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Libro 1 - Cap 21

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Capítulo XXI
 

De la compunción del corazón.

1. Si quieres aprovechar algo en la virtud, consérvate en el temor de Dios, y no quieras ser demasiado libre; mas refrena con la disciplina todos tus sentidos, y no te entregues a vanos contentos.

Date a la compunción del corazón, y encontraras la devoción.

La compunción produce muchos bienes, que la disipación suele perder prontamente.

Maravilla es que el hombre pueda alegrarse perfectamente en esta vida, si considera y examina su destierro y los muchos peligros de su alma.

2. Por la liviandad del corazón y por el descuido en corregir nuestros defectos, no sentimos los males de nuestra alma: muchas veces reímos neciamente, cuando con razón deberíamos llorar.

No hay verdadera libertad ni plácida alegría sino en el temor de Dios con buena conciencia.

Bienaventurado el que puede apartar de sí todo !o que le distrae, y recogerse en lo interior de una santa compunción.

Bienaventurado el que renuncia a todo lo que puede mancillar o agravar su conciencia.

Pelea varonilmente: una costumbre vence a otra costumbre.

Si sabes prescindir de los hombres, ellos te dejarán tranquilo para que puedas emplearte en tus buenas obras.

3. No te ocupes en cosas ajenas, ni te entremetas en los asuntos de los superiores.

Fija siempre la vista primero en ti y corrígite a ti mismo aun antes de corregir a todos los que quieres bien.

No te entristezcas al no gozar del favor de los hombres; mas aflígete de ver que no obras tan recta y circunspectamente como conviene a un siervo de Dios y a un devoto religioso.

Muy útil y seguro es que el hombre no tenga en esta vida muchos consuelos, especialmente de los que provienen de la carne.

Mas de no tener, o de gustar rara vez, los consuelos divinos, nosotros tenemos la culpa, pues no buscamos la compunción del corazón, ni desechamos del todo los consuelos vanos y exteriores.

4. Reconócete indigno de la divina consolación, y creete digno, mas bien, de muchas tribulaciones.

Cuando el hombre tiene perfecta contrición, entonces el mundo entero le es amargo y pesado.

El hombre virtuoso halla suficiente materia para dolerse y llorar.

Pues ora se mire a sí, ora piense en el prójimo, verá que nadie vive aquf abajo sin tribulaciones.

Y cuanto más atentamente se mire, tanto más profundo sera su dolor.

Materia de justo dolor y de compunción interior son nuestros pecados y vicios, en los que tan envueltos estamos, que rara vez nos permiten contemplar las cosas celestiales.

5. Si más a menudo pensases en la muerte que en la duracion de la vida, de fijo que te enmendarías con mayor fervor.

Si pensases también de todo corazón en las penas futuras del infierno o del purgatorio, creo que muy de gana sufrirías cualquier trabajo y dolor, y no temerías ninguna austeridad.

Pero como estas cosas no penetran en el corazón y amamos siempre el regalo, por eso permanecemos fríos y muy perezosos.

6. Muchas veces la falta de espíritu es causa de que tan fácilmente se queje nuestro miserable cuerpo.

Ruega, pues, con humildad al Señor que te de espfritu de compuncion, y di con el Profeta: Aliméntame, Señor, con pan de lágrimas, y dame a beber lágrimas en abundancia.

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