Tomás de Kempis - Imitación de Cristo

Tomás de Kempis

"Imitación de Cristo"

Libro Primero

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Imitación de Cristo

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Libro 1 - Cap 19

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Capítulo XIX
 

De los ejercicios del buen religioso.

1. La vida del buen religioso debe resplandecer en toda virtud, de modo que sea tal interiormente cual parece de fuera a los hombres.

Y con razón debe ser en lo interior más perfecto de lo que aparece exteriormente; porque nos mira Dios, a Quien debemos suma reverencia dondequiera que estuviéremos, y en cuya presencia debemos andar tan puros como los Ángeles.

Cada día debemos renovar nuestro propósito y excitarnos a mayor fervor, como si cada día fuese el primero de nuestra conversión, y decir:

Señor, Dios mío, ayudame en mi buen propósito y en tu santo servicio, y dame gracia para que comience hoy a seguir la perfección, porque es nada cuanto hice hasta aquí.

2. Según es nuestro propósito, así será también nuestro aprovechamiento, y quien quiere aprovecharse bien, ha menester ser muy diligente.

Si el que hace firmes propósitos falta muchas veces, ¿qué será del que raras veces o con poca firmeza propone hacer algo?

La indiferencia en cumplir los propósitos proviene de varias causas, y la menor omisión en los ejercicios casi nunca deja de causar daño.

El propósito de los justos más pende de la gracia de Dios que del saber propio; y en Él confían siempre y en cualquier cosa que emprenden.

Porque el hombre propone, pero Dios dispone; y no está en mano del hombre su camino.

3. Si por piedad o por provecho del prójimo se dejan alguna vez los acostumbrados ejercicios, después se puede reparar con facilidad.

Empero, si por fastidio del corazón o por negligencia se dejan fácilmente, es un acto culpable y causa de grandes daños.

Esforcémonos cuanto pudiéremos, que aun así caeremos fácilmente.

Con todo, debemos siempre proponernos algún fin determinado, sobre todo en lo tocante a aquellas cosas que más nos estorban.

Debemos examinar y ordenar igualmente todo nuestro exterior e interior, porque uno y otro conducen a nuestro aprovechamiento.

4. Si no puedes recogerte de continuo, hazlo de cuando en cuando, y por lo menos una vez al día, por la mañana o por la noche.

Por la mañana propón lo que has de hacer, y por la noche examina cuál ha sido durante el día tu conducta en palabras, obras y pensamientos; porque puede ser que con ellos hayas ofendido muchas veces a Dios y al prójimo.

Ármate como varón fuerte contra las asechanzas del demonio; refrena la gula, y fácilmente refrenarás toda inclinación de la carne.

Nunca estés enteramente ocioso, sino lee, o escribe, o reza, o medita, o haz algo de provecho para el bien común.

Con todo, en los ejercicios corporales debe procederse con discreción, porque no son igualmente convenientes a todos.

5. Los ejercicios particulares no se deben hacer públicamente, porque son mas útiles hechos en secreto.

Guárdate, empero, de ser desidioso en los comunes, y activo en los particulares; mas si, después de haber cumplido Integra y fielmente tus deberes y lo que se te ha encomendado, te sobrare algún tiempo, recogete y sigue los impulsos de tu devoción.

No todos podemos practicar un mismo ejercicio; porque unos convienen más a uno, y otros a otro.

También convienen diversos ejercicios según la diversidad de los tiempos; unos son más acomodados para las fiestas, otros para los días de trabajo.

Necesitamos de unos para el tiempo de la tentación, y de otros para el de la paz y sosiego.

En unas cosas es bien pensar cuando estamos tristes, y en otras cuando estamos alegres en el Señor.

6. En las fiestas principales debemos renovar los buenos ejercicios, e implorar con más fervor la intercesión de los Santos.

De una fiesta para otra debemos proponernos vivir como si entonces hubiésemos de salir de este mundo para ir a celebrar la fiesta eterna.

Por eso debemos prepararnos con mas cuidado en los días más devotos, emplearlos en actos de mayor devoción, y cumplir más exactamente todos nuestros deberes, como quien ha de recibir en breve de Dios el premio de sus trabajos.

7. Y si el tiempo se prolongare, pensemos que aun no estamos suficientemente preparados, y que aun somos indignos de tanta gloria como se nos revelará acabado tiempo de la vida; y estudiemos en aparejarnos mejor para la muerte.

Bienaventurado el siervo, dice el evangelista San Mateo, a quien el Señor, cuando viniere, le encontrare velando. En verdad os digo que le constituirá sobre todos sus bienes.

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