Cómo deben evitarse los juicios temerarios.

1. Pon los ojos en ti mismo, y guárdate de juzgar las obras ajenas.

Juzgando a los demás el hombre trabaja en vano, yerra muchas veces, y peca fácilmente; mas juzgándose y examinándose a sí mismo trabaja siempre con fruto.

Comúnmente juzgamos de las cosas según las inclinaciones de nuestro corazón, porque el amor propio con facilidad nos quita la rectitud del juicio.

Si en nuestros deseos no tuviésemos otra intención que la de agradar a Dios, no nos perturbarían tan presto las contradicciones de nuestra sensualidad.

2.Pero muchas veces tenemos algo escondido, o de fuera se ofrece, cuya afición nos lleva tras sí.

Muchos buscan secretamente su propia conveniencia en las cosas que hacen, y son necios. También les parece estar en cumplida paz cuando se hacen las cosas a su voluntad y gusto; pero si sucede lo contrario de lo que desean, pronto se alteran y entristecen.

Por la diversidad de pareceres y opiniones se suscitan a menudo discordias entre los amigos y vecinos, entre los religiosos y devotos.

3. La costumbre antigua con dificultad se quita, y ninguno deja de buena gana su propio parecer.

Si te apoyas más en tu razón o industria que en la virtud de la sujeción a Jesucristo, rara vez y tarde serás ilustrado, porque Dios quiere que nos sujetemos a Él enteramente, y que, inflamados de su amor, nos hagamos superiores a la razón.