Cuento 41
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Cuento 41 Lo que sucedió a un rey de Córdoba llamado Alhaquen |
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Un día hablaba el Conde Lucanor con Patronio, de este modo: -Patronio, vos sabéis que soy muy buen cazador y he introducido muchas innovaciones en el arte de la caza, antes desconocidas, así como reformas muy necesarias en las pihuelas y en los capirotes de las aves de cetrería. Ahora los que se quieren meter conmigo se burlan de mí por mis invenciones, y así como alaban al Cid Ruy Díaz o al conde Fernán González por las victorias conseguidas o al santo y bienaventurado rey don Fernando por sus notables conquistas, me elogian a mí diciendo que realicé una gran gesta al cambiar un poco las pihuelas y los capirotes. Como comprendo que tal alabanza es sólo una burla, os ruego que me aconsejéis qué deba hacer para que no se mofen de mí por aquellos inventos tan útiles. -Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, para que sepáis lo que más os conviene hacer a fin de evitar tales burlas, me gustaría que supierais lo que ocurrió a un rey de Córdoba llamado Alhaquen. El conde le preguntó qué le había sucedido. -Señor conde -dijo Patronio-, había en Córdoba un rey llamado Alhaquen, que, aunque mantenía su reino en paz, no se esforzaba por acrecentar su fama o su honra con hechos notables, como deben hacer los buenos reyes, que no sólo están obligados a conservar su reino, sino también a engrandecerlo por medios lícitos y a esforzarse en vida por ser alabados de las gentes, para que después de su muerte todos recuerden sus grandes hechos y conquistas. Este rey, sin embargo, no se preocupaba de esto, sino de comer, descansar y vivir ociosamente en su palacio. »Sucedió que un día, por distraer al rey, tocaban delante de él un instrumento que gusta mucho a los moros, que ellos llaman albogón. Al rey le pareció que su sonido no era tan bueno como debía y, cogiendo el albogón, le añadió un agujero en la parte de abajo, a continuación de los que ya tenía. Con esta invención consiguió el rey Alhaquen que el albogón tuviera mejor sonido. »Aunque aquella era una buena reforma, pero no digna de un rey, las gentes, en tono de burla, empezaron a elogiar su invento diciendo cuando querían alabar a alguien: «Wa hedi ziat Alhaquim»; que quiere decir: «Este es el añadido de Alhaquen». »Esta frase fue tan divulgada por aquellas tierras que llegó a oídos del rey, que preguntó por qué la decían. Aunque al principio pretendieron ocultárselo, él tanto insistió que acabaron por decírselo. »Al conocer los motivos, sintió gran pesar, pero como era buen rey, no quiso castigar a quienes decían aquello, sino que decidió hacer otro añadido que forzosamente mereciera los elogios de sus vasallos. »Entonces, como la mezquita de Córdoba aún no estaba acabada, le añadió cuanto le faltaba y la terminó de construir. Esta es la mayor y más hermosa mezquita que tenían los moros en España y que, por la ayuda de Dios, ahora es una iglesia llamada Santa María de Córdoba, desde que el rey don Fernando conquistó la ciudad y consagró la mezquita a Santa María. »Cuando aquel rey hubo acabado la mezquita, haciendo tan buen añadido, dijo que, si hasta entonces se habían burlado por lo que hizo en el albogón, de ahora en adelante sería justamente alabado por el añadido que hizo terminando aquella grandiosa mezquita. »Y, en efecto, el rey fue muy alabado; pero si los elogios antes eran una burla contra él, luego se convirtieron en alabanzas, hasta el extremo de que es muy corriente entre los moros, cuando quieren elogiar algo, decir así: «Este es el añadido del rey Alhaquen». »Vos, señor conde, si estáis molesto o pensáis que esas alabanzas son un escarnio contra vos por las modificaciones hechas en las pihuelas y capirotes de las aves de cetrería, o por otras innovaciones vuestras en el arte de la caza, haced otras cosas nobles e importantes, propias de señores tan distinguidos como vos. Así todos alabarán vuestras gestas, del mismo modo que ahora elogian, burlándose, vuestros añadidos y modificaciones en la práctica de la caza. El conde vio que este era un buen consejo, obró según él y le fue muy bien. Y como don Juan comprendió que este cuento era muy bueno, lo mandó escribir en este libro e hizo estos versos que dicen así: Si algún bien hicieres
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