Canto III Los burgueses
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Biografía de Johann Wolfgang von Goethe en Wikipedia | |
Música: Brahms - Three Violín Sonatas - Sonata N 3 - Op. 108 |
Hermán y Dorotea |
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Los burgueses | ||
De este modo se libró el hijo respetuoso de las reprensiones de su padre, quien continuó diciendo que nunca vería cumplido su voto más ferviente: el de tener un hijo, no igual, sino superior a su padre; y afirmó que los hombres deben mejorar siempre su condición, instruidos por las enseñanzas del tiempo y por su trato con los de otros países. El aspecto de una casa da idea del talento y condiciones de su dueño, como el de una ciudad del celo de sus ediles. Por eso el posadero había puesto empeño en que su hijo viajara y visitase ciudades como Strasburgo, Francfort y la alegre Maneheim, de calles anchas y simétricas; pues quien ha visto estas poblaciones, desea mejorar y embellecer aquella en que nació. Con este motivo, el dueño del León de Oro hizo notar el orden y la limpieza que se advertían en su ciudad, restaurada después del incendio que la destruyó; y recordó, como de pasada, la actividad y celo que él había desplegado las seis veces que perteneció a su Concejo, y los elogios que recibió de sus conciudadanos. Mucho era de temer que Hermán no le imitara, porque ¿qué podía esperarse de un joven que se pasaba la mayor parte de la vida encerrado en su casa? La buena y prudente madre contestó al momento, diciendo a su marido que no era el mejor medio de realizar sueños de grandeza, ser siempre injustos con los hijos; y como éstos no pueden ser formados a medida de los deseos de los padres, era preciso amarlos como Dios los daba, criarlos de la mejor manera posible y dejar a cada cual seguir el camino que sus facultades y sus inclinaciones les trazasen. Aseguró que Hermán sería un buen amo de casa, digno de la fortuna que heredaría; y que si llegaba a pertenecer al Concejo de la ciudad, no haría mal papel entre sus compañeros. Lo único que conseguía su padre a fuerza de reprenderle, era infundir el desaliento en el alma del joven. Dicho esto, la posadera salió apresuradamente en busca de su hijo, a quien deseaba consolar con sus amorosas palabras. El padre exclamó sonriéndose al verla salir: —La mujer es como el niño: ambos quieren obedecer sólo a su capricho y verse constantemente complacidos y agasajados. Hay un antiguo proverbio que dice: «quien no avanza, retrocede»; y esa es mi divisa. El farmacéutico aplaudió aquellas palabras, porque él por su parte iba siempre en busca de lo mejor, a condición de que fuera nuevo y de que no costara muy caro; puesto que sin dinero, es inútil pedir progresos y mejoras. De no ser así, mucho tiempo hacía que su casa estaría reedificada a la moderna, y brillaría por sus grandes cristales, como la del mercader vecino del posadero, que aventajaba a las mejores de la ciudad, que después del incendio de terrible memoria, eran la farmacia del Ángel y la posada del León de Oro. |
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