Un pobre Becerrillo,
a quien el hambre mata,
a cércase, afanoso,
de su madre a las tetas; mas no mama,
pues ella con dureza
lejos de sí lo aparta,
valiéndose para esto
del corvo cuerno y de la hendida pata.
El infeliz Becerro,
mugiendo, lamentaba
su mala y dura suerte,
y de su madre la crueldad extraña.
Al corral, entre tanto,
llegó Juan de Buena Alma
con su mujer Chafina
y sus dos hijos Anacleto y Pancha.
En el instante mismo
ordeñan a la Vaca,
y llenan. sus vasijas
con la e8pumosa leche que le sacan.
La Vaca, muy paciente,
inmóvil cual estatua,
permite que le espriman
las llenas ubres y las tetas blandas.
El Becerrillo, triste,
desde lejos miraba
hartarse a los rancheros
con lo que a él su madre le negaba;
y no pudiendo entonces
sufrir injuria tanta,
dícele así a la madre,
con ojos tristes rebosando de agua:
Madre, ¿por qué me nieg'as,
insensible y avara,
lo que tan francamente
preparó para mí natura sabia?
¿Por qué para otros eres
tan liberal y franca,
y al que diste la vida
le niegas el sustento, madre ingrata?
A estas reconvenciones
enmudece la Vaca,
y responder no puede
al Becerro infeliz una palabra.
¿Mas qué podrá responder
el padre que ha disipado
su fortuna, y ha dejado
a sus hijos perecer? |