Para mirar dos hermosos
espejos que yo tenía,
fueron a mi casa un día
unos pobres defectuosos.
Pero luego que se vieron
en el cristal retratados
tales como eran, montados.
en cólera, así dijeron:
-Es insufrible insolencia
la del malévolo Autor
de estos lienzos. Sí, señor.
En nuestra misma presencia
nos injuria, nos maltrata,
nos insulta, nos apoca,
y nuestra rabia provoca,
pues nuestras faltas retrata.
Es menester acabar
con bicho-tan insolente,
y mietras, violentamente
estos lienzos destrozar.
Mirando yo que trataba
rnis lunas de destruír -
aquella turba, el salir
comprendí que me obligaba,
Salí en fin, y revestid o
de mi propia autoridad,
les dije: -Necios, notad
que aquí nadie os ha ofendido.
Advertid, tontos, trebejos,
que son vidrios los que veis;
por lo tanto, no llaméis
retratos a los espejos.
Es propio de este cristal
y de otros más, sin que ultrajen,
reproducir una imagen
conforme al original.
Si alguno se viere viejo,
tuerto o corcovado aquí,
échese la culpa a sí
y no al autor del espejo.
El que los hizo, a fe mía,
retrataros no pensó,
pues cuando los fabricó ,
ni siquiera os conocía.
Si vosotros estuvierais
sin lacras, seguramente
de modo muy diferente
en los espejos os vierais.
Dije, y se acabó, señores,
toda la riña al momento.
¡Ojalá entiendan el cuento
mis carísimos lectores! |