Era temprano en la mañana y el momento en el que las cabras iban  a pastar. El cabritillo y su mamá seguían al rebaño hacia el campo donde circunvalaban un arroyo. Uno de los perros que guardaba el rebaño dijo :”El que esté sediento puede parar para beber. Yo me quedaré a su lado y vigilaré”. El cabritillo estaba sediento, de modo que se dirigíó al arroyo. Justo en el momento en que estaba a punto de beber del arroyo el cabritillo vió su propio reflejo en el agua. Allí, justo en su cabeza, habían crecido dos cuernos. El cabritillo estaba tan contento que saltó y gritó: ¡Tengo cuernos! ¡Tengo cuernos!. Rápidamente corrió hacia su madre y le mostró sus cuernos.

“Eso es estupendo cariño” dijo la madre,  “pero tus cuernos son aún muy pequeños, de modo que no te alejes de los perros o el lobo te atrapará”.

Pero el cabritillo no escucharía: ¡No voy a temer al lobo nunca más!. ¡Tengo cuernos! ¡Lucharé con él si se acerca!.

Enseguida empezó a anocher y los perros estaban llevando el rebaño de vuelta a casa.

Como de costumbre, la mamá del cabritillo llamó a su hijo: “Ven con mamá cariño, es hora de volver a casa”.

Pero esta vez el cabritillo no escucharía:

“Tengo cuernos” pensó “Ahora soy una cabra grande y no le tengo miedo al lobo. Comeré un poco más de hierba y creceré todavía más”. Así, el cabritillo siguió mordisqueando la hierba mientras que el rebaño comenzaba su regreso a casa. De repente, una gran sombra cayó sobre el cabritillo. Cuando levantó la mirada el cabritillo estaba muy asustado. ¡Era un lobo enorme! El cabritillo corrió despavorido por el campo llamando a su madre. Pero tanto las cabras como los perros se habían ido ya a casa. El lobo se puso delante del cabritillo y dijo: “¡Hola amiguito! ¡Pareces tan irresistible! El cabritillo sabía que no podía correr más deprisa que el lobo. Así dijo: “Por favor señor Lobo. Sé que usted va a comerme pero ¿podría concederme un deseo por favor?” “¿Un deseo?” sonrió el lobo. “¿Qué deseo encanto?”. “Me gustaría escuchar alguna música maravillosa antes de morir, de modo que ¿podría cantar una canción para mí por favor?”. El lobo pensó por un momento y dijo: “¿Una canción antes del festín? ¡Me encanta eso!” Así, el lobo comenzó a cantar. Pero poco reparó en que el rebaño y los perros no habían ido lejos. Pronto, dos de los perros del rebaño escucharon el canto del lobo. Reconocieron que era una canción que el lobo cantaba antes de un festín. Inmediatamente, los dos perros corrieron de vuelta al campo.

Cuando el lobo vió que venían los perros, huyó tan rápido como pudo“. ¿Por qué no me habré yo callado y comido el cabritillo?” se maldecía el lobo así mismo.