José Echegaray en AlbaLearning

José Echegaray

"Los anteojos de color"

| 1 | 2 | 3 |

Biografía de José Echegaray en Wikipedia

 
 
[ Descargar archivo mp3 ] 8:09
 
 
 
Los anteojos de color
<< Índice >>

I

Don Trinidad de Aguirre ha muerto.

Esta noticia acaso no sorprenda a mis lectores, porque los lectores ya no se sorprenden de nada; pero debía sorprenderles.

Debía sorprenderles por varias razones. En primer lugar, porque ninguno de ellos habrá conocido al difunto, cuando todavía no era difunto. En segundo lugar, porque el suceso ha venido sobre todos nosotros con la rapidez del rayo, sin preparación de ningún género, sin un mal aviso de los periódicos, sin una papeleta de defunción siquiera: se nos dice que don Trinidad ha muerto, y no sabíamos que este don Trinidad existiese. Y en tercer lugar, porque la muerte de este señor ha sido de todo punto injustificada.

Con las entradas en y salidas de este mundo de lágrimas, sucede como con las entradas y salidas de los dramas: las hay que están más o menos justificadas, y las hay que no están justificadas de ninguna manera.

El mutis, digámoslo así, de don Trinidad, ha sido, pues, inesperado e injustificado.

Don Trinidad era joven, era rico, tenía figura simpática, talento natural, mucha ilustración, estaba para casarse con una chica preciosa y, sobre todo, gozó de una salud perfecta, hasta el momento de morirse, que esto no le sucede a todo el mundo.

¿Hay alguien que en estas condiciones se muera? Yo creo que no.

Pues, sin embargo, don Trinidad de Aguirre ha muerto.

Hace dos años viajó por Alemania; allá se estuvo unos meses y volvió del viaje como se fue: tan joven, tan rico, tan simpático, tan alegre y tan sano.

Pero en el mes de Noviembre del 96 tuvo un pequeño ataque a la vista.

Poca cosa, casi nada, enfermedad que no lo era, y que no tenía de serio más que el nombre, que no sé cuál fuese.

Se puso unos anteojos de color para quitar fuerza a la luz, y se curó en ocho días, quedándole los ojos tan hermosos, tan brillantes y tan malagueños como siempre.

Pero cambió de carácter; cambió por completo.

Era alegre y hasta bromista; resultó triste.

Hablaba, no con exceso, pero sí con amplia medida: resultó silencioso.

Su sonrisa era franca y espontánea: su sonrisa resultó amarga: las dos comisuras de la boca se le cayeron con caída trágica, como si huyesen de todo regocijo.

En suma, que don Trinidad se transformó.

Para los amigos no tuvo más que frases de desdén o réplicas punzantes, y, naturalmente, se fue quedando sin amigos: desde entonces siempre fue solo.

Antes se le veía en teatros, paseos y reuniones; después no se le vió ni era fácil que se le viese, porque se quedaba en casa. Pero en su casa, también solo; porque don Trinidad nunca tuvo parientes, circunstancia que hace más inexplicable su muerte repentina.

Durante un mes no vió más que a su novia, y como los anteojos de color dan a la fisonomía cierto carácter ridículo, convierten la cara humana en cara de lechuza, y él tenía interés en que su amada le viese los ojos siempre al natural, nunca se puso para mirarla los anteojos de color.

Pero un día, no se sabe por qué razón, se los puso: la chica le encontró muy raro y se echó a reir. Pues se ofendió tanto don Trinidad, que, después de mirarla fijamente, dió media vuelta, se fue a su casa y rompió para siempre con Rosario.

Por cierto que a poco más se muere del disgusto la pobre Rosario.

Algunos días después se encontraron a don Trinidad muerto.

Estaba junto a la mesa de su despacho; había escrito unas cuartillas, los anteojos de color estaban rotos, hechos añicos; se sospechó que los había roto de un puñetazo, porque tenía ensangrentado el puño.

Una particularidad llamó mucho la atención: todos los espejos de su casa, y los había magníficos, se encontraron rotos también.

De estos antecedentes se dedujo que don Trinidad se había vuelto loco.

Y las cuartillas que dejó escritas así lo confirmaron.

No se han encontrado todas; pero algunas que pudieron recogerse decían así:

Inicio
<< Índice >>
 

Índice del Autor

Cuentos de Misterio y terror