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Ambrose Bierce

"El dedo medio del pie derecho"

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Música: Clementi - Sonatina Op.36 No.4 - 2 : Andante con espressione
 
El dedo medio del pie derecho
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Los eventos que llevaron a este "duelo en la oscuridad" fueron de lo más sencillos. Una tarde tres jóvenes del poblado de Marshall estaban sentados en una tranquila esquina del porche del hotel, fumando y discutiendo el tipo de asuntos que tres jóvenes educados de un pueblo sureño encontrarían naturalmente interesantes. Sus nombres eran King, Sancher y Rosser. A poca distancia, dentro del rango auditivo pero sin participar en la conversación, se sentaba un cuarto. Era un extraño para los otros. Sólo sabían que al llegar en la diligencia esa tarde se había registrado en el hotel como Robert Grossmith. No se le había visto hablar con nadie excepto con el encargado del hotel. Parecía, de hecho, singularmente contento con su propia compañía - o, como el personal del Advance lo expresó, "muy adicto a las compañías malignas". Pero también debe decirse en justicia al extraño que el personal era de una disposición demasiado sociable como para juzgar con justicia a alguien de diferente talante, y había, además, experimentado cierto rechazo al intentar hacer una "entrevista".

"Odio cualquier tipo de deformidad en una mujer", dijo King, "ya sea natural o adquirida. Tengo la teoría de que cualquier defecto físico tiene su correspondiente defecto mental y moral".

"Infiero entonces", dijo Rosser gravemente "que una dama que carece de la ventaja moral de una nariz encontraría en la lucha por convertirse en la señora King una ardua empresa".

"Por supuesto que puedes ponerlo así", fue la respuesta; "pero, seriamente, una vez abandoné a una joven de lo más encantador al enterarme por accidente de que había sufrido la amputación de un dedo del pie. Mi conducta fue brutal, si lo desean, pero si me hubiera casado con ella habría sido miserable toda mi vida, y la habría hecho miserable a ella".

"En cambio", dijo Sancher, con una ligera risa, "al casarse con un caballero de opiniones más liberales terminó con una garganta cercenada".

"Ah, sabes a quién me refiero. Sí, se casó con Manton, pero no creo que fuera tan liberal; no me extrañaría que le hubiera cortado la garganta porque descubrió que le faltaba esa cosa tan excelente en una mujer, el dedo medio del pie derecho".

"¡Miren a ese tipo!", dijo Rosser en voz baja, su mirada fija en el extraño.

Ese tipo estaba obviamente escuchando con interés la conversación.

"¡Maldita sea su impudencia!", murmuró King, "¿qué debemos hacer?".

"Eso es fácil", replicó Rosser, levantándose. "Señor", continuó, dirigiéndose al extraño, "creo que sería mejor si llevara su silla al otro lado de la veranda. La presencia de caballeros es claramente una situación poco familiar para usted".

El hombre se levantó de un salto y avanzó con los puños apretados, su cara pálida de rabia. Todos estaban ahora de pie. Sancher se interpuso entre los beligerantes.

"Eres apresurado e injusto", le dijo a Rosser; "este caballero no ha hecho nada para merecer ese lenguaje".

Pero Rosser no quiso retirar ni una palabra. Por las costumbres del país y de la época la discusión sólo podía tener una conclusión.

"Demando la satisfacción que merece un caballero", dijo el extraño, que se había tranquilizado. "No tengo ningún conocido en esta región. Quizá usted, señor", haciendo una reverencia a Sancher, "será tan amable de representarme en este asunto".

Sancher aceptó la confianza - algo renuente, debe confesarse, pues la apariencia y los modales del hombre no eran del todo de su gusto. King, que durante el coloquio no había retirado los ojos del rostro del extraño ni había pronunciado palabra, consintió con un movimiento de cabeza en actuar por Rosser, y el acuerdo final fue que, tras retirarse los protagonistas, se arregló una cita para la noche siguiente. La naturaleza del acuerdo ya se ha relatado. El duelo con cuchillos en un cuarto oscuro fue en cierta época una parte más común de la vida en en suroeste de lo que probablemente volverá a ser. Qué tan ligera era la capa de "caballerosidad" que cubría la esencial brutalidad del código bajo el cual eran posibles tales encuentros es algo que veremos.

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Misterio y Terror