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Gustavo Adolfo Bécquer

"Unida a la muerte"

Canto Primero - Cap 5

Biografía de Gustavo Adolfo Bécquer en Albalearning

 
 
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Música: Albeniz - Espana - No. 3 - Malagueña
 

Unida a la muerte

Canto Primero

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V

Ni una sola palabra salió de los labios de Selim, ni un solo acento que llegase, al menos, a los oídos del anciano Giaffir; pero cada una de las miradas de éste, cada una de sus palabras, había atravesado el corazón del joven como no lo hubiera hecho la espada de un cristiano.

—¡Hijo de una esclava! ¡Acusarme de cobardía! ¡Semejantes insultos le habrían cosiado bien caros a otro que no fuese él! ¡Hijo de una esclava! ¿Qué es entonces mi padre?

Así daba curso Selim a sus tristes pensamientos. En su semblante se notaba algo más que la cólera. Giaffir miró a su hijo y se estremeció, porque llegó a leer en sus ojos la impresión producida por los duros apostrofes que le había dirigido, y creyó ver asomar la rebelión.

—Ven aquí, niño... ¡Cómo! ¿No respondes? Te observo y te conozco; pero hay ciertas cosas que jamás te atreverías a emprender. Si tu barba fuese más poblada, si tu mano estuviese dotada de la destreza y la fuerza necesarias, vería con gusto cómo rompías una lanza, ¡aunque hubiese de ser contra la mía!

Al pronunciar estas frases irónicas, los ojos sombríos del pachá se volvieron a fijar en los de Selim, que le devolvió mirada por mirada; pero de un modo tan altanero y tenaz, que Gaffir fue el primero a ceder dirigiendo la vista hacia el otro lado. ¿Por qué? No pudo explicarse la causa.

— ¡Temo — pensó — que algún día este mozo t emerario me cause graves pesares! Le odio y él... pero su brazo no es temible... a duras penas consigue vencer en la caza al gamo salvaje o a la tímida gacela... está muy lejos de ocupar un puesto en la arena donde los hombres se disputan la gloria y la vida. A pesar de todo, no me agrada ese modo de mirar, ni ese acento ; y luego ¡esa sangre... esa sangre que toca tan cerca a la mía! Basta, puede oírme... Le observaré con más cuidado en lo sucesivo. No veo en ese muchacho más que un vil árabe o un cristiano pidiendo cuartel. ¡Ah! ¿Qué escucho? ¡La voz de Zuleika! ¡Esa voz suena a mis oídos como el himno de las huríes! Zuleika es mi predilecta; la quiero más aún de lo que he querido a su madre; porque de ella tengo que esperarlo todo y nada que temer. ¡Oh, mi Peri! ¡Eres bien venida a mi lado! ¡Tú eres dulce a mis ojos como la fuente del desierto a unos labios sedientos! ¡El peregrino devuelto a la vida no puede ofrecer en el altar de la Meca acciones de gracias más fervientes que las de un padre que bendice tu nacimiento y tu vida toda entera!

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