Capítulo 21
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Imitación de María |
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Capítulo XXI | ||
Que el amor a Dios es la mejor correspondencia a sus beneficios.
Hijo mío, todo mi corazón ardió en amor de Dios, pues le conocí siempre dignísimo de mi amor. Nada tuve con qué corresponder a sus beneficios, sino amándole sobre todas las cosas. ¡Oh fuego dulcísimo en el cual me abrase! ¡Cuántas veces me hizo desfallecer este amor! Nada tuvo que ver conmigo el mundo, pues di mi alma enteramente a Dios. No pude morir más que de amor, y así dejé este mundo con suavidad suma, y no sentí la amargura de la muerte. Nada halle más digno de horror que el que un hombre no quisiese amar a Dios. ¡Hijo mío! ¿Qué tienes fuera de Dios, cuyo amor pueda darte algún consuelo? Las criaturas todas no pueden saciar tu corazón, y así no merecen que las ames sino en cuanto a Dios. Hoy te prometen consuelo, y mañana te abandonan en medio de tu tristeza. Amar a Dios es la mayor felicidad, y los bienaventurados no hacen otra cosa en el cielo. La fe te enseña que Dios es el bien sumo, verdadero e indefectible: así es que solo fuiste criado para amarle, y andas extraviado si amas a otro que a Él. Si amases de veras a Dios, nunca te turbarían las vicisitudes de este mundo. Nunca te dejarías llevar del respeto humano para agradar a los hombres, sino que harías siempre lo que sabes agrada a Dios. Nunca te vencería la tentación si amases de corazón a Dios. Las dulzuras odas del mundo te serán hiel y amargura si amas a Dios perfectamente, y no andas solícito de otra cosa. ¡Cuántos Santos viéronse arrebatados fuera de sí con sola la memoria de Dios! Bien experimentaron que el alma solo en Dios descansa verdaderamente. Ten siempre delante de ti a Dios; porque la atenta meditación de Dios es amorosa conversación con Él, y el que puede apartar de las criaturas su corazón y entendimiento, no tardara en sentirlos unidos a su Criador. No preguntes: ¿Cómo podré pagar a Dios los beneficios que me ha hecho? Ámale, y con esto basta. Di a menudo, como yo dije: ¡Oh Dios de mi corazón, y mi porción para siempre! ¿Quién me dará hallarte a Ti en Mí, y hallarme a Mi sola en Ti? ¡Ojalá pudiese amarte más que todos los Querubines y Serafines! ¡Ah! ¡Concédeme que pueda abrasarme del todo en tu amor como holocausto, porque nada quiero, oh mi Dios, fuera de Ti! ¡Oh Bien sumo! ¡Oh Dios de mi corazón!, el alma de mi alma sea eternamente, si, eternamente amarte. Con tan amoroso gemido viví, y con el expire y fui trasladada al cielo. ¡Sígueme! |
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